martes, enero 31, 2006



Indice de La Llave de Roberto

Agosto de 2005

El Portero del Prostíbulo
Encuesta mundial
Para pensar
El carpintero
Resultado
Prueba
Súplica.
Los dátiles
Moses Mendelssohn, el abuelo del músico
Celos

Setiembre de 2005

Un tropiezo... por Mamerto Menapac
Sin educación, el futuro está en riesgo
Presidente por un día
El silencio interior
Los anteojos de Dios por Mamerto Menapace
Seducir a los musulmanes
Un gran sabio samurai
Los chistes de Adrián
Adrián, Laura y Verónica se baten a truelo
Curso para el sexo masculino: adaptación al medio
Historia de Srinivasa Ramanujan
Importancia de la puntualidad
Lo mejor está por venir
El cristal con que se mira
Compartir una historia
Te agradecemos Señor
Día del maestro
Método rápido y práctico para achicar la soberbia
Charles Darwin: un comentario sobre la Argentina
Todo según el cristal
Error de cálculo
Parece muy obvio
La cigarra y la hormiga
Maestro, háblanos de los argentinos
Si el mundo fuera una villa de 100 personas
¿Podemos vivir más despacio?
Paracaídas
Punto de vista
Evolución de la educación primaria
Silencio
Abuelo
Acto de amor
Compartir tu maíz
Retrato de una muerte anunciada
Los niños aprenden lo que viven
Más que un anillo de compromiso
Como el lápiz
Hasta que duela de la Madre Teresa de Calcuta
Recobran vigor en el país las logias masónicas
El diario de un perro
Frases de Nietzsche
Cuenta una antigua leyenda noruega
Zanahoria, huevo o café
¿Cuándo es de día?
Una historia que se debe conocer
Déjame que te cuente
La oración de Santa Teresa
La delgada línea roja
Para ti, ¿qué es la riqueza?
El cielo nos mira… y el Tío Sam también
El ruido de la carreta
Dulce despertar
El problema
Para leerlo… ¿Existe Dios?
Estudiante: Queridos papá y mamá
El árbol de los problemas
¿Qué es lo más importante que has hecho en tu vida?
El ladrillazo
Un hombre de ley
Consejo chino
Promoción
Heridas que duelen
Para reflexionar sobre el idioma castellano
La historia del burro
¿Por qué grita la gente?
Te deseo lo suficiente
La mentira descubierta
Definición de amor
La pesca milagrosa
Cuento para personas inteligentes
El analfabeto político

Octubre de 2005

Si el mundo fuera una villa de 100 personas
El misterio argentino
Todos ganan: el aprendizaje al servicio del prójimo
Método para estimar el número de peces que hay en lago
El peligro de las drogas sintéticas
Indultos: ¿justicia o venganza?
La silla
Las patentes de los autos y el "entrenamiento" matemático
Peligra el financiamiento de las bibliotecas populares...
El bolígrafo millonario, la miopía de la NASA
Los tres deseos de Mamerto Menapace
Los enigmas del preservativo...
La ciudad desde el aire
La escasez de sacerdotes…
Pobreza e inflación ¿dos cosas aisladas?
Solidaridad sin segundas intenciones
Fenómenos no naturales
Divorciados vueltos a casar y comunión
Entre el cielo y la tierra: la extraordinaria ruta de la fe
Cohabitación: una buena receta para la ruina matrimonial
Mamá
La indecisión
Para qué crear
La medida de la felicidad
¿Cuántos infinitos hay?
La estatua del Buda
La computadora como lápiz
¿Qué es ser pobre?
Juan Bautista Alberdi
La gran invocación
Voluntarios para niños en peligro
Hay que tomar en serio a los científicos
Oración para mis amigas
Los hijos del divorcio
Compartir lo provisorio
Domingo F. Sarmiento
Los cuatro colores de los mapas…
Educación, ayer, hoy y siempre
Hada madrina en otro formato
Eligiendo cruces
Pensar en el futuro
Martín Varsavsky en una nueva aventura
La Argentina comprará un millón de laptops
Ciudades Wi-Fi
¿Pegarles a los chicos? Casi nunca.

Noviembre 2005

Las siete maravillas
Sangre judía
Se pierden por día 500.000 raciones de alimentos aptos
Aquellas viejas ideas que hoy resultan tan útiles
Proposiciones del Sínodo sobre la Eucaristía
El teclado lento
Los hombres y la tierra
La deuda con los jubilados
Con los ojos abiertos
Un experimento muy particular
El costo de la corrupción y de la burocracia
Corrupción de alto nivel
La esperanza
El lugar de la mayor impunidad
Sabía que…
Luis Agote, médico clínico
He aquí como piensa de un Padre, el Hijo
El gran desafío
Nuestros abuelos, rehenes del delito
Combaten el hambre con 50 centavos por alumno
José Hernández, síntesis de su vida
Cuento de Fleming y Churchill
La vie en rose
Los Estados Unidos, según Pellegrini
El incendio social en Francia
Buscando el mar
Carta Pastoral del Episcopado Argentino
La gran polémica nacional: J.B. Alberdi/D.F. Sarmiento
El caballero de la armadura oxidada
Números gigantescos
Tener estudios ya no garantiza un ascenso en la escala social
Que todos juntos ganemos
Afinador de pianos o… el sentido común
Internet al alcance de todos
Los abusos de la cadena Wal-Mart en EE.UU.
La computadora para los pobres
Melones sin semillas
La ciencia se vincula en red
¿A quién elegirá ahora Kirchner para pelearse?
La mediación escolar
La necesidad de poner límites
Reseña histórica del CM Santiago Apóstol
Gripe aviar: ¿quién protege el derecho de los pollos?
Testimonio de Abad de Santo Domingo
Guardafaunas de Entre Ríos
Me cuesta reconocer a Estados Unidos
De Robert Walpole a Néstor Kirchner
Cómo triunfar sin saber leer y escribir
Cambia la EGB y vuelve la primaria básica
El fenómeno blog
Una paradoja preocupa a Benedicto XVI
La comunidad y el espíritu solidario
Cada año un holocausto
Glosario básico para entender la nueva tecnología
Máxima viene en nombre de la ONU a promover el microcrédito
Se hace el mapa del genoma pero se pierde el sentido de la existencia
Ricky Martín y Microsoft a favor de la inclusión digital
Derecho de los celíacos
Crean el primer sistema holográfico para almacenar datos Un ancla de madera estuvo sumergida en el Mar Muerto durante 2000 años
Crean un software para tocar la guitarra aérea
Instrucción vaticana sobre homosexualidad y admisión a seminarios y a las
Ordenes Sagradas
Carlos Pellegrini (1846-1906) 189

Diciembre 2005

La información en sombras
Los cristianos de Belén se sienten en una “prisión a cielo abierto”
La OMS no contratará a fumadores
Golpes de sorpresas, por Marcos Aguinis
Cuando llamar no cuesta nada
Lanzan un plan para achicar la brecha digital
La Argentina y los lobos, por Abel Posse
El arte de curar, por José R. Dávalos
Premian en Alemania un desarrollo argentino
Receta para ser feliz
Naturaleza en directo: pingüinos de Punta Tombo
Cábala ¿Pasión de multitudes?
Unos 5.700 pacientes tendrán ahora más posibilidades de recibir órganos
¿Qué es la justicia social?
Yoga urbano o cómo buscar paz en la oficina
Aprende a orar en 10 minutos
Bellísima historia: Albretch Durero
Pesó más la opinión pública
Denuncia el Banco Mundial desvíos en el Plan Jefes de Familias
Campaña de difusión del libro parlante
Hola, estoy tratando de conseguir ayuda
Ver no es un requisito excluyente
Un pueblo patagónico que funciona sólo a base de hidrógeno
Thierry Nataf: “Sin locura no hay grandeza”
El nómade y la siembra, de Mamerto Menapace
Un manual para liquidar capital político, por Joaquín Morales Sola
Buscan incorporar tecnología diesel a las motocicletas
Uno de cada cuatro argentinos padece acidez estomacal
El número PI y el por qué de las investigaciones en ciencia básica
Amplían la moratoria para que se jubilen quienes aún deben aportes
Redes, creatividad e innovación: los casos Google y FON
Las amas de casa podrán jubilarse a los 60 años, aunque les falten aportes
Lanzan una campaña para frenar cambios en la Magistratura
Episcopado argentino: La Navidad, tiempo para deponer rencores
Estudian a”Rain Man” para develar los secretos de la mente
Google incorporó un buscador de música
Un telescopio indispensable, por Marcos Aguinis
Carta a Kirchner
El pago argentino al FMI
Microcréditos, Amalita y docencia, Alfonso Prat-Gay vuelve a la docencia
Una calumnia gravísima contra los sacerdotes en Brasil
Las parejas del mismo sexo se abren camino
Violencia audiovisual entre lo que se ve y lo que se hace
Trabajo infantil: el fin de la inocencia
Entrevista al Obispo de San Isidro y Titular de la Pastoral Social
Una exitosa experiencia de inclusión social para adolescentes y jóvenes
Pagando de un tirón
La iglesia ve un retroceso en el muro proyectado para dividir la
frontera entre México y Estados Unidos
Feliz Navidad
Joaquín V. González
Crece grupo antiinmigrantes en Estados Unidos
Oscuros acuerdos con el sindicalismo
Consejo de la Magistratura: no retroceder en el camino recorrido
La cultura wichi y la ley común
Los tres espíritus, de Mamerto Menapace
Cristina se enojó con Scioli
Los grandes anuncios K que terminaron en la nada
Obispos de Estados Unidos contra el muro fronterizo con México
Los líderes enfermos, por Nelson Castro
Secretos para sacarle provecho a Google
El país debe avanzar hacia la reconciliación, dijo Casaretto
Las constantes diatribas de la Senadora Kirchner
La sembradora, por Mamerto Menapace
Víctimas sin voz ni voto
El próximo paso de los servidores digitales
Proponen rediseñar los calefactores para ahorrar energía
Buenos Aires unplugged
¿Comes cómo un chancho? 257

Enero de 2006-01-27

El muro y el misterio, de Marcos Aguinis
Mamá del corazón
No molesta la ideología, sino la independencia, de Joaquín Morales Solá
El precio de los errores políticos, de Joaquín Morales Solá
El año que prescribieron varias causas por corrupción
Sistema de posicionamiento global y telefonía satelital
Entrevista a Mons. Eduardo Mirás
Algunos empresarios son los nuevos indeseables
Se planea crear un polo acuícola
Zona de peligro, de James Neilson
No existe la democracia de uno
Carta a los cristianos para ayudar a pensar la Nación de Mons. Carmelo Giaquinta
Ser feliz
Agro + Industria: hay equipo
Esposo, amordace a su mujer
No acostumbrarnos a la pobreza
Un largo sueño incumplido
Los errores más grandes se han hecho con el aplauso de….
Un muro para contener a Méjico, de Marcos Aguinis
Mientras duerme la Casa Blanca, de Tomás Eloy Martínez
Justicia: reforma equivocada
Expedientes judiciales en la PC
Grandes Bibliotecas Digitales
La bicicleta del futuro
Carta Encíclica Deus Carita Est
Cuando tener hijas es un mal negocio
El futuro del periodismo: controlados por los blogs
Un Dios para los demócratas
Web 2.0, usuarios 2.0 286
Crece el movimiento de los que eligen “vivir lento” para estar mejor
Reseña histórica de “Primavera en Otoño”
CENTRO DE JUBILADOS, PENSIONADOS Y TERCERA EDAD
“PRIMAVERA EN OTOÑO”

RESEÑA HISTÓRICA

Esta reseña comienza el 1º de Octubre de 2003 y abarca hasta la fecha. Al haberse constituido legalmente la Institución, los representantes de quienes iniciaron las actividades del Centro, pusieron a disposición de la entidad la cantidad de $ 6.690,58, cifra esta fue la recaudación neta lograda través del desarrollo de distintas actividades sociales y culturales. Ese importe se encuentra depositado en el Banco de la Provincia de Buenos Aires, Sucursal San Fernando, amparado por un Certificado de Depósito a Plazo Fijo. Hicieron entrega también de un Certificado por títulos Boden 2013, por un valor nominal de mil dólares estadounidenses, depositado en el mismo banco.

La Dirección Provincial de Personas Jurídicas la Resolución 7665 del 3 de diciembre de 2003, ha procedido a inscribir nuestro Estatuto con el N° 27.121. De esta manera hemos logrado dar este paso tan importante en la vida de la Institución.

También nos hemos inscripto en la Dirección General Impositiva el 12 del mes de enero del 2004 y nos han dado el N° 30-70862532-5 como CUIT, Clave Única de Identificación Tributaria. El 23 de febrero se rubricaron los libros sociales del Centro de Jubilados.

El 27 de febrero del 2004 se realizó un viaje de vacaciones a Mar del Plata con un grupo de 50 personas de nuestro Centro de Jubilados. Se utilizó el Hotel Malvinas Argentinas, que está a una cuadra y media del Casino, con pensión completa. Las personas que hicieron la excursión quedaron muy contentas de la atención y de todo lo vivido.

Nuestro Institución ha sido centro de vacunación antigripal y doble adultos (difteria y tétanos) de nuestra zona de influencia y centro de distribución de 5 Centros de Jubilados del distrito y de uno de Pacheco y también de la Agencia 3 del PAMI. Se vacunó a mayores de 65 años Jubilados y pensionados del PAMI y también a menores de 65 años con indicación médica de vacunación. Se vacunó en abril y mayo de 2004.

El 8 de agosto presentamos la Bandera de Ceremonias del Centro, que hicimos según un diseño especial y en setiembre la Senadora Provincial Mónica Pellegata nos donó dos banderas de ceremonias: una de la Provincia de Buenos Aires y la otra la Bandera Nacional. Oportunamente, en la reunión del día del Jubilado realizada el 19 de setiembre, hicimos entrega a la mencionada funcionaria de un Plato Grabado, recordatorio de la muy cálida celebración de presentación de las Banderas.

Se realizaron dos festivales: el Festival de Folklore, el sábado 13 de noviembre a las 19 horas, con gran afluencia de público, y el Festival de Tango, el sábado siguiente 20 de noviembre. Asimismo, merced a una gestión personal realizada por la Presidencia, se obtuvo la donación de cuatro equipos de aire acondicionados (1 split y 3 de ventana), que esperamos tener funcionando en los próximos meses.

Asimismo, nuestro Centro de Jubilados y Pensionados, desfiló con nuestras banderas de ceremonias, el 18 de Diciembre, aniversario de la fundación de San Fernando, celebración esta con que se dio comienzo a los actos del festejo del Bicentenario de la Ciudad de San Fernando. En la ceremonia participaron los niños del conjunto de Folklore, con la vestimenta gauchesca que le dio gran colorido al desfile.

Se siguieron realizando los Talleres de Folklore, Tango, Gimnasia Aeróbica, como así también el servicio de Pedicuría. También como es costumbre se continuó con el tradicional Ñoquis del 29 con gran aceptación del público presente. Asimismo, en las fechas patrias es costumbre hacer el “locro” como parte de los festejos.

Se realizaron gestiones para adecuar las instalaciones a las nuevas normas de seguridad que está implementando la MSF a través del Departamento de Orden Urbano, Defensa Civil y los Bomberos Voluntarios de San Fernando, para conocer y realizar los carteles identificatorios necesarios, la cantidad y tipo de matafuegos para cubrir la superficie del Centro, los seguros que debemos tener para prevenir posibles siniestros y cuál sería el costo de contar con un servicio de Emergencias Médicas. De acuerdo a las sugerencias de Orden Urbano y Defensa Civil, se señalizaron y colocaron tres matafuegos Categoría ABC, uno de 10 kgs. y dos de 5 kgs. Se cambiaron también los sentidos de apertura de dos puertas metálicas; y se pusieron carteles de señalización de orientación de salida (flechadas) en todas las puertas. Asimismo se aumentaron las luces de emergencia en los salones y dependencias.

Nuestra Institución ha sido centro de vacunación antigripal de nuestra zona de influencia. Se vacunó a mayores de 65 años Jubilados y pensionados del PAMI y también a menores de 65 años con indicación médica de vacunación. Fue también centro de distribución de 10 Centros de Jubilados del distrito y de la Agencia PAMI y Cruz Roja San Fernando. En total se distribuyeron 3.000 vacunas en el distrito y se vacunó durante mayo y junio de 2005.

Deseamos dejar constancia que la designación por parte de la Filial San Fernando del PAMI como sede de distribución debe considerarse una distinción para nuestro Centro de Jubilados. Tal nominación se originó en haber cumplido, en tareas similares realizadas con anterioridad, con todas las normas de seguridad y haber satisfecho la totalidad de los controles realizados por el organismo, a tal punto que este año fuimos centro de referencia para otras instituciones.

Entre las normas de mayor importancia cumplidas se encuentra el mantenimiento de la cadena frío y el haber rendido en tiempo y forma toda la documentación pertinente, demostrando el correcto uso de todas las dosis de vacunas que se hallaban a nuestro cargo.

El Sr. De Marco, en representación del Centro de Jubilados ha concurrido a dos Congresos de PAMI y un Cabildo Abierto de la misma institución, realizados en José C. Paz, referidos a los “Derechos de la Ancianidad”.

Algo muy importante para nuestro Centro: con fecha 20-04-2005 la AFIP nos extendió el Certificado de Exención a las Ganancias con el Nº 066-000116.

Se han fabricado e instalado dos estructuras metálicas que tienen como quemadores sendas hornallas triples de gran dimensión, y se conectaron a la red de gas; y se compró una cacerola de 50 litros. También se reparó un escritorio y con un grupo de colaboradores se decidió retapizar 60 sillas. Asimismo, se contrató con la Mercantil Andina Cía. de Seguros, el seguro integral de la Institución que cubre el incendio y robo del edificio, instalaciones y contenido, y además la responsabilidad civil.

Se reparó y puso en funcionamiento la heladera que nos habían donado y se mandó a reparar el aire acondicionado de 15.000 frigorías donado.

Con fecha 15 de diciembre de 2005 nos hemos inscripto en el Centro Nacional de Organizaciones de la Comunidad, bajo el número 12964 del Registro Nacional Obligatorio de Organizaciones no Gubernamentales, teniendo vigencia hasta el 30 de diciembre de este año.

También que han culminado las gestiones para abrir la Cuenta Corriente Nº 50170/1 en el Banco de la Provincia de Buenos Aires, que tiene como lo indica el Estatuto, la firma conjunta de dos de cuatro entre el Presidente, Vicepresidente, Tesorero y Protesorero.

Habiéndonos registrado en el CENOC, esto nos posibilita poder solicitar un subsidio al FONDO NACIONAL DE LAS ARTES, con el objeto de poder comprar un equipo de audio para utilizar en los tallares de folklore y de tango.

lunes, enero 30, 2006

Crece el movimiento de los que eligen "vivir lento" para estar mejor

Los seguidores se basan en el "slow food", que preconiza la vuelta a los sabores y comidas tradicionales. Pero la filosofía se extendió a otros aspectos de la vida, como el sexo y el trabajo, y ya llegó a la Argentina.

Un fantasma recorre el mundo: es la revolución del caracol. Un movimiento lento, claro está, que apareció en 1986 en Roma para oponerse a la instalación de un Mc'Donalds en medio de Plaza Di Spagna. El impulso contra el fast food se transformó en el movimiento mundial del "slow food"
«. Una propuesta de una nueva/vieja forma de vivir: recuperar el derecho al placer por la buena comida. Pero a ritmo de tortuga, la tendencia se extendió a otros aspectos de la vida y ya se habla del slow sex, de ciudades slow y del slow laboral.

En síntesis, de vivir en cámara lenta.Entre los cultores del fenómeno se encuentran gerentes que dicen que el mail se debe revisar sólo dos veces por día; empresas de telefonía celular que recomienda apagar el aparato porque en esos momentos pasan las buenas cosas y hasta un periodista estresado y británico que acaba de escribir "Elogio a la lentitud", un libro ya publicado aquí. Y en esta lenta vorágine aparecieron hasta pueblos, como Mar de las Pampas, que quieren ser declarados slow para que lo único que corra en sus calles sea el viento.

¿Pero qué une a este grupo tan variopinto que suma a 100.000 miembros en todo el mundo y a muchos menos en Buenos Aires pero tan convencidos como aquellos? Un objetivo: provocar una transformación que promueva un cambio social, económico y ambiental que permita mejorar la calidad de vida.

Basta de chicos estresados con celulares; de japoneses que sufren karoshi o muerte por exceso de trabajo; de cuentos infantiles para leer en dos minutos o de revista que dan recetas para llegar al orgasmo en treinta segundos.El movimiento slow tiene una piedra fundacional el "Slow Food", un organismo no gubernamental cuyo símbolo es un caracol, y que es una red que tiene sus representantes argentinos.

Fue creado por un periodista italiano que un día se hizo esta pregunta: "¿Te acordás cuando la comida tenía gusto a comida?"La pregunta movilizó a varios argentinos. Ellos se reunieron durante dos días en Buenos Aires en diciembre pasado. Querían celebrar la buena mesa y mostrar qué era lo que salía de sus cocinas y de sus producciones.

Así funciona parte de esta red internacional. El encuentro fue un salón de la antigua residencia de Juárez Celman. Ahí, entre delicias a fuego lento, Santiago Abarca explicaba que es "una ONG sin fines de lucro. Es un movimiento que tiene su base en la alimentación. La comida es el motor porque es pura cultura e implica compartir y recuperar las tradiciones".

Actualmente, la ONG se abre paso con un motor esencial: la educación. En Argentina funciona una escuela de sabores para educar el gusto por la que pasaron mil personas y en Italia hay más de 1.200 escuelas y una universidad de principios slow. En las aulas lentas y con platos para saborear se ofrecen degustaciones para experimentar alimentos o se organizan catas dirigidas a expertos en alimentación. El objetivo es saborear.

La otra pata slow en Argentina es el apoyo a los pequeños productores. "No estamos en contra de la industria alimenticia —aclaró Abarca—. Pero tampoco queremos que desaparezcan los que se dedican a preparar alimentos en pequeñas cantidades y con materia prima y recetas tradicionales.", señaló.

Cuentas a la mesa. Según Slow Food hoy son menos de 30 plantas las que proporcionan la materia prima para el 95% de la nutrición mundial. En el siglo pasado se extinguieron 250.000 especies de plantas. Y desde el principio del siglo XX, América perdió el 93% de sus productos agrícolas y Europa, casi el 85 por ciento.

Pero el movimiento no se limita y ya pasó de la mesa a las calles. Hay muchas ciudades en el mundo que se definen slow. Este urbanismo aconseja que el centro sea peatonal, que los negocios cierren jueves y domingos. Ahora, tómese un minuto y apriete el botón de "Pause", según explican los cultores del slow para esta época hay un diagnóstico: "la enfermedad del tiempo".

Un término que, en 1982, acuñó Larry Dossey, un médico de EE.UU., y cuyo principal síntoma es creer hasta la obsesión que el tiempo se aleja, que no alcanza y de que hay que pedalear cada más rápido.Para combatirlo surgió la filosofía de la lentitud, que aseguran es, en realidad, sinónimo de equilibrio. Sus cultores no comen vidrios cuando dicen que hay que andar por la vía lenta y usan la tecnología para cuando se deben apurar. Para disfrutar, comer, compartir y estar con la familia. En fin, dicen: "para vivir y bien".

viernes, enero 27, 2006

Web Educativa 2.0

Anibal de la Torre
Coordinador TIC I.E.S. Antonio Gala de Palma del Río.
anibal@adelat.org


Resumen: Paralelamente al comienzo de la incorporación de las TICs a las prácticas educativas, se ha debatido bastante sobre las competencias tecnológicas que los docentes debían adquirir en sus diferentes procesos formativos. Sobre todo por ser necesarias determinadas destrezas en el uso y, sobre todo, en la generación de recursos para la Web.

En los últimos meses estamos asistiendo a una amplia extensión del concepto de Web 2.0, cuya principal característica podría ser la sustitución del concepto de Web de lectura, por el de lectura-escritura. Multitud de herramientas están ayudando a que, los procesos productivos de información que se desarrollan en torno a la Red, se puedan poner en marcha sin casi ningún tipo de conocimiento técnico, y sin un excesivo gasto de tiempo.

Por ello, poner en marcha actos educativos en torno a Internet (Web educativa 2.0), resulta hoy en día una tarea mucho más fácil desde el punto de vista de los recursos lógicos necesarios, con lo que podemos hacer prevalecer nuestro perfil docente sobre roles más cercanos al mundo de la Informática.Herramientas, conceptos y marcas como blog, bitácora, agregador, RSS, wiki, Bloglines, Flick, Wikipedia, folcsonomías, tags, del.icio.us, etc. nos proporcionan un potencial educativo a los docentes que no deberíamos dejar escapar.

Abstract: Parallelly to the beginning of the incorporation of the Technologies to the educative practice, many different opinions have arised on the technological skills that teachers have to acquire in their different learning processes. Above all, some determined skills are required in the use and, especially, in the production of resources for the Web.In the last months, we are attending a wide extension of the concept of Web 2,0, whose main characteristic could be the substitution of the concept of read Web, for the one of read-write Web. Multitude of tools are helping to, set the productive processes of information that are developed around the Web in motion; without the need of almost any technical knowledge, and without an excessive cost of time. For that reason, to start up educative acts around the Internet (Educative Web 2.0), is nowadays a much easier easy task from the point of view of necessary logical resources, with which we can make our educational profile prevail over rolls nearer the world of Computer science.Tools, concepts and marks like blog, aggregator, RSS, wiki, Bloglines, Flick, Wikipedia, folksonomy, tags, del.icio.us, etc. provide an educative potential for teachers that we shouldn't let escape.

Palabras clave: Web 2.0, Web educativa 2.0, blog, folcsonomías, RSS, wiki, Web lectura-escritura

Key words: Web 2.0, Educative Web 2.0, blog, folcsonomías, RSS, wiki, Read-Write Web

Cuando es poco el tiempo que transcurre desde la incorporación de un nuevo hábito tecnológico a nuestras vidas, inmediatamente aparece la extraña sensación de que llevamos la mayor parte nuestra existencia conviviendo con el mismo y que sería muy difícil volver atrás. Se podría realizar un ejercicio en el que de forma intuitiva e inmediata intentáramos adivinar el tiempo que ha transcurrido desde que en los bancos se dejó de realizar anotaciones contables a golpe de bolígrafo, o desde que dejamos de reírnos de las personas que hablaban con un móvil por la calle o desde que escuchamos por primera vez el término "Internet".

Pues en estos últimos meses estamos presenciando la llegada de otro cambio focalizado en aspectos tecnológicos, pero con amplias repercusiones sociales en primera instancia y, como consecuencia de ello, con su correspondiente potencial educativo. Si alguien necesita un término que pueda identificar de lo que voy a hablar, sería quizás "Web 2.0", pero lo que no resulta tan fácil es definirlo de una manera más o menos directa; la razón de ello podría ser que otras revoluciones de corte tecnológico que hemos presenciado, llegaron orquestadas perfectamente por no más de dos o tres monstruos empresariales mientras que ahora, lo que se puede apreciar en un primer momento es una lluvia casi diaria de nuevas herramientas para ser usadas en Internet que nos tienen a todos los que nos movemos por esa esfera un poco asustados.

A pesar de todo esto, cuando nos ponemos a analizar de una forma algo más pausada las primeras repercusiones de este cambio, lo que más me gusta de esta nueva Web 2.0 es que Internet ha pasado de ser un espacio de lectura a ser de lectura-escritura.

La Red está siendo llenada de anzuelos en los que tarde o temprano picamos, viéndonos forzados a practicar el ejercicio de la escritura reflexiva, o a jugar a ser periodistas, o a usar la imagen como fuente de debate e intercambio. Hasta hace muy poco, la publicación, edición o revisión de contenidos en la Red era tarea reservada a muy pocos "geeks"; ahora ya no son necesarios amplios conocimientos informáticos ni tampoco dominar estrategias de marketing para que te lean algunos cientos de personas a la semana pudiendo incluso generar debate sobre tus reflexiones o informaciones.

Basta con unos cuantos clics de ratón para generar un espacio en Internet donde tú solo, o acompañado de algunos otros se pueda, de forma tan sencilla crear. Los máximos exponentes de esta nueva Web 2.0 quizás sean los blogs, weblogs o bitácoras, con su correspondiente versión educativa: los edublogs como una muy fácil y gratuita forma de poder escribir periódica, personal o colectivamente en Internet, permitiéndose el debate o los comentarios sobre cada uno de los temas o mensajes que se vayan produciendo.

Mientras que muchos de nosotros comenzamos ahora a conocer el término blog, bastantes de nuestros alumnos y alumnas llevan tiempo manteniendo su propia bitácora en la que, increíblemente, escriben de forma pública. Además podemos encontrar bastantes aplicaciones en educación a través de:

· Blogs de asignaturas, en las que el profesor va publicando noticias sobre la misma, pidiendo comentarios de sus alumnos a algún texto, propuesta de actividades, calendario, etc.

· Weblogs individuales de alumnos en los que se les pide la escritura de entradas periódicas a las que se les realiza un apoyo y seguimiento no solo en los aspectos relacionados con la temática o contenidos tratados, sino también sobre asuntos relacionados con derechos de autor, normas de estilo, citación de fuentes, etc.

· Weblogs grupales de alumnos en los que, de forma colectiva a modo de equipo de redacción, tendrán que publicar entradas relacionadas con las temáticas, estilos y procedimientos establecidos.

Pero este impacto de los blogs es solo una concreción del hecho general que se está extendiendo:
La información o el conocimiento ya no se apoyan solo en las fuentes clásicas, sino que es posible encontrar una diversidad amplia de matices e, incluso, sesgos que los están haciendo más subjetivos o relativos.

Un ejemplo bien claro de esto es el fuerte debate existente ahora mismo en Internet sobre la Wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Portada). Esta es una enciclopedia en Internet donde cualquiera de sus visitantes puede hacer sus aportaciones y escribir los artículos que quiera; esta idea de generación de conocimiento de forma compartida es excelente. No obstante, han surgido multitud de detractores que la ven como una enemiga del rigor y la exactitud necesarios en cualquier fuente de información académica.

Efectivamente, al estar construida por todos, se pueden encontrar errores o informaciones no verificadas, pero este hecho está siendo considerado como positivo para los procesos de aprendizaje pues nuestros alumnos y alumnas deberían tener un acceso racional y crítico a la información, consiguiendo que el verbo contrastar aparezca en nuestras aulas.

Andy Carvin (www.andycarvin.com/) nos muestra una experiencia de cómo se puede hacer esto: Haz en clase pequeños grupos y déjalos que elijan un tema que les interese (delfines, fútbol, etc.). A continuación hazlos visitar la wikipedia para que busquen la información contenida sobre el tema elegido; una vez que les ayudemos a seleccionar trozos de información de tamaño manejable y relevantes sobre la cuestión, tendrán que seleccionar los datos o hechos que necesitarían ser contrastados e investigar sobre ellos. En este proceso tendrán además que dejar rastro de las fuentes adicionales consultadas creando así un banco de recursos excelente. Una vez hecho y expuesto el trabajo, crea una cuenta de usuario de Wikipedia y haz que los alumnos corrijan lo necesario o que completen las informaciones correctas con las fuentes encontradas.

Así no solo conseguirás mejorar en algo la Wikipedia (cosa imposible con un libro de texto o enciclopedia clásica), además tu alumnado empezará a comprender que San Google no existe y que las grandes fuentes de información no son siempre fidedignas pudiendo contener errores e informaciones concienzudamente alteradas.

Otro de los aspectos importantes de la Web 2.0 que está comenzando a irrumpir en las aulas, es las nuevas formas de clasificación de la información. Hasta ahora los bancos de información (materiales educativos, programas, enlaces, artículos, etc.) que se podían encontrar en la Red se basaban en un sistema de tipo jerárquico o mediante facetas; se trataba de intentar clasificar la información mediante unos aspectos determinados, que son accesibles por los usuarios. De esta forma, los visitantes pueden buscar la información según los criterios determinados por los proveedores de la misma, construyéndose de esa forma un sistema de múltiples estructuras de árbol; por ejemplo, si visitamos algún directorio de contenidos educativos podremos acceder a los mismos atendiendo a criterios de nivel, área o tipo de material. Este tipo de clasificaciones presentan dos problemas fundamentales:

En primer lugar la elección del vocabulario específico de clasificación no suele ser universal y eso presenta problemas de acceso en muchos casos. Además, son normales los solapamientos de los elementos en más de un sitio.

Por otro lado, estos sistemas de clasificación requieren de un muy amplio esfuerzo de actualización y revisión, que vaya adecuando el vocabulario usado y procure mantener vivas las estructuras jerárquicas y los contenidos que se ofrecen.

Intentado dar un giro importante a la forma en la que se clasifica la información se ha introducido, en la Web 2.0, el uso de las folcsonomías. Taxonomía procede del griego "taxis" y "nomos": Taxis significa clasificación y nomos (o nomia), ordenar, gestionar; por su parte, "folc" proviene del alemán "pueblo" (volks). Luego etimológicamente, folcsonomía (folc+taxo+nomía) significa "clasificación gestionada por el pueblo". De una forma sencilla, la Red se está llenando de sitios donde los usuarios guardan o clasifican, pero de una forma simple: a cada elemento almacenado, el usuario le asigna una o varias palabras clave (tags) que incluso pueden ser compartidas con otros usuarios.

Este sistema, que puede resultar anárquico y poco efectivo en principio, está dando resultados no esperados, sobre todo por la cantidad de personas que terminan interviniendo en el procesamiento de la información y el alto grado de coincidencia que aparece. Es prácticamente imposible que un equipo de editores españoles asignara a una página web sobre el uso de móviles en la enseñanza el tag "celular" (que es como se les conoce en buena parte de Sudamérica). Pero con el uso de folcsonomías, resulta muy probable que otro lejano hispanohablante en algún momento descubra el mismo recurso y lo clasifique asignándole el tag mencionado.

Muchas herramientas de las que aparecen a diario se apoyan en los conceptos de Redes Sociales e intentan incluir las folcsonomías como criterio organizativo. Por ejemplo, Flickr es una herramienta Web gratuita que te permite almacenar on-line tus archivos fotográficos, pero que va más allá: puedes asignar títulos a las mismas, incluir comentarios, permitir que los demás también lo hagan generando así un debate en torno a una imagen, asignarles tags, crear círculos de personas que comparten los mismos tags y mucho más.

Todas estas novedades tecnológicas tienen un nexo de unión común, que supone una forma diferente de acceder a los contenidos: el RSS. A veces accedemos a la información que se nos ofrece por una necesidad puntual y para ello tenemos que dominar alguna herramienta y estrategia de búsqueda en la Red; pero lo que muchos de nosotros teníamos abandonado era la navegación por sitios de contenido afín a nuestros gustos o necesidades, sobre todo por la inversión en tiempo tan enorme que se debía realizar para movernos por las muchas Webs que disponían de esa información.

Ahora, con la aparición del RSS, ya no tenemos que navegar entre cantidades no asumibles de información, es ésta la que viene hasta nosotros: muchos proveedores de información (públicos, privados, individuales o colectivos) ofrecen sus informaciones o producciones en un formato estándar que luego puede ser interpretado por un software o página Web específico. En resumidas cuentas, te instalas un programa en tu ordenador, o usas un servicio Web gratuito, en el que recibes a diario todas las novedades aparecidas en los sitios que te interesan sin tener que estar moviéndote incómodamente de un lado para otro.

Web 1.0(1993-2003)
Muchas páginas web bonitas para ser vistas a través de un navegador.

Web 2.0(2003- )
Multitud de contenidos compartidos a través de servicios de alta interactividad

Lectura Modo Escritura compartida

Página Mínima unidad de contenido Mensaje - Artículo - Post Estático

Estado Dinámico Navegador Modo visualización Navegador, Lector RSS
Cliente - Servidor Arquitectura Servicio Web Webmasters Editores
Todos "geeks" Protagonistas Aficionados

La propia facilidad de uso que se nos ofrece para incorporarnos a esta nueva versión dela Web genera un nuevo reto educativo: el salto tecnológico ya no puede ser excusa para que iniciemos procesos de intercambio y reflexión. Son los contenidos los que están robando el protagonismo a los aspectos tecnológicos o de diseño. Y no cabe duda, que en la formación del profesorado, en torno a la integración de las TICs, de los próximos meses la variable "contenidos" tiene que aparecer en 4 aspectos fundamentales:

Acceder a los contenidos: Ya sabemos que Internet es la mayor fuente de información y conocimiento que nunca ha pasado por nuestras manos. Luego dos son las variables a poner en juego: el acceso lo más universal posible (con sensibilidades administrativas hacia proyectos como “un ordenador por niño” – ver http://laptop.media.mit.edu/) y la formación sobre procesos eficientes de búsqueda.

Crear contenidos: Hasta ahora, esta creación de contenidos por parte del profesorado ha seguido caminos, en muchos casos, erróneos pues se ha incidido en la creación de multimedias, redundantes en ocasiones y sin ninguna interactividad casi siempre. La creación o producción verdaderamente efectiva es la de procesos educativos en los que los alumnos y alumnas accedan a la información existente, reflexiones e, incluso, lleguen a sus propias conclusiones.

Recopilar contenidos: Independientemente de que los profesores adquiramos destrezas en la búsqueda de contenidos educativos en Internet, ha llegado la hora de que las administraciones e instituciones aúnen esfuerzos en la recopilación, clasificación y estandarización de los recursos digitales existentes. A los educadores se nos escapa la idea de protocolizar o estandarizar los contenidos digitales, y mucho menos los procesos necesarios para ello, pero existen ya mecanismos eficientes y universalmente aceptados (IMS, SCORM, LAMS, etc.) para que cada Comunidad Autónoma, Universidad o Institución no tenga que montar su propio chiringuito tecnológico reinventando cíclicamente la rueda.

Conectar contenidos: El aprendizaje es un acto o proceso social, y muy poco de lo que aprendemos es estático o absoluto. Por ello tendremos que encontrar caminos que conecten lo que sabemos con la gran base de datos que es la Web y aprender a partir de esas conexiones.
En estos momentos, para mí, y cada vez para más docentes, no son tan importantes los contenidos en sí mismos como los mecanismos mediante los cuales accedemos, creamos, recopilamos o los conectamos.

Hasta ahora no creo que la incorporación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación haya contribuido mucho a mejorar este aspecto en las aulas, pero en la medida que la Web 2.0 se vaya extendiendo (y vaya que lo está haciendo) sí tendremos una buena oportunidad de hacerlo.

Más información: Social Bookmarking - Compartiendo enlaces de Internet

BARBA, C. (2002). La investigación en Internet con las WebQuest. Comunicación y Pedagogía. 2002; nº. 185, pp. 62-66.

DAVIS, A. Lessons learned

DE LA TORRE, A. Wiki: Web Educativa 2.0

ESCRAPBOOKING. Blogs and Blogging: A Homerun for Teaching, Learning, and Technology

ESCRAPBOOKING. E-Photography to E-Scrapbooking: Thinking, Test Scores, & Beyond

FOUNTAIN, R. Wiki Pedagogy

LARA, T. Weblogs y Educación

MUÑOZ DE LA PEÑA CASTRILLO, F. Anatomía de un weblog

pop-page.com: Tutorial de Flickr en español

ROBLES, R. Aprendiendo a expresarse con weblogs

SANTAMARÍA, F. Herramientas colaborativas para la enseñanza usando tecnologías Web: Weblogs, Redes Sociales, Wikis, Web 2.0
Web 2.0., usuarios 2.0.

Por Cecilia Sagol

Las nuevas herramientas de internet –que están definiendo una nueva etapa en la historia de la Web- se basan en gran medida en la lectura, la escritura y otras habilidades elementales. ¿Qué competencias debe tener hoy el usuario de la red para incorporarse a estas tendencias?
La civilización de la escritura

Es difícil siempre definir las etapas por las que se está transitando. Sin embargo, hay cierto acuerdo en la comunidad mundial respecto de que estamos entrando en una nueva etapa de internet, a la que se le ha puesto un nombre: Web 2.0.

Así lo define Aníbal de la Torre en una excelente nota “Web Educativa 2.0”, publicada en Edutec , donde, además, avanza sobre las posibilidades educativas que se abren:
“En los últimos meses estamos asistiendo a una amplia extensión del concepto de Web 2.0, cuya principal característica podría ser la sustitución del concepto de Web de lectura, por el de lectura-escritura. Multitud de herramientas están ayudando a que los procesos productivos de información que se desarrollan en torno a la Red se puedan poner en marcha sin casi ningún tipo de conocimiento técnico, y sin un excesivo gasto de tiempo. Por ello, poner en marcha actos educativos en torno a internet (Web educativa 2.0), resulta hoy en día una tarea mucho más fácil desde el punto de vista de los recursos lógicos necesarios, con lo que podemos hacer prevalecer nuestro perfil docente sobre roles más cercanos al mundo de la Informática.
Herramientas, conceptos y marcas como blog, bitácora, agregador, RSS, wiki, Bloglines, Flick, Wikipedia, folcsonomías, tags, del.icio.us, etc., nos proporcionan un potencial educativo a los docentes que no deberíamos dejar escapar.”

Los cambios en esta nueva etapa tienen que ver con dos movimientos profundamente relacionados: una nueva organización de la información y una participación diferente del usuario. Así como hablamos de la Web 2.0 podríamos hablar de "usuario 2.0".

Esta nueva Web se va definiendo con las siguientes características:

·La Web 2..0 propone un cambio de dirección: es la Web la que se acerca al usuario y no el usuario a la Web. Listas, blogs, lectores definibles “a medida” acercan periódicamente información, sitios, notas, que serían de difícil o trabajoso acceso de otra manera. La cantidad de información de la Web y su exponencial crecimiento –medible en segundos– hacen ya muy dificultoso el acceso a la información tal como se viene dando: sitios, directorios, buscadores generales. La búsqueda en la Web, que conservaba cierto carácter digital, y analógico, adquiere en la Web 2.0. una automatización racional y seleccionada.

Para esto, el usuario 2.0 tiene que inscribirse, definir parámetros, leer formularios, bajarse programas y utilizar –en palabras de Torres– “una lluvia casi diaria de nuevas herramientas para ser usadas en internet”. Gracias a desarrollos técnicos –que se traducen en siglas extrañas como Ajax, DHTML, XML, Soap, RSS– hoy manejamos herramientas de la Web con la misma facilidad y rapidez que las de escritorio.

·Los mecanismos de organización de la Web 2.0 requieren espacios para la voz de los usuarios. Blogs, wikis, tacs (folcsonomías ) no funcionarían sin el aporte de los lectores: "No obtengo información sin participación".

·La intervención de los usuarios se realiza a partir de la sustancia escrita. Los usuarios 2.0 son escritores, y escritores públicos. Han generado nuevos códigos de escritura –que han levantado polvareda entre los puristas del lenguaje–, pero el lenguaje escrito es el medio de comunicación.
Estos dos últimos puntos implican que hay un cambio básico del canal fundamental de la información: de lo oral a lo escrito. Venimos de décadas en las que la radio y la televisión dominaron el panorama informativo; en que los altoparlantes anunciaban los vuelos en los aeropuertos. Hoy, la cantidad de información hace imposible que este tipo de canal sea suficiente: los vuelos se anuncian a través de grillas, los noticieros sobreimprimen información, internet se maneja básicamente con información escrita.

Si todo sigue así, estaríamos saliendo de la fuerte tendencia audiovisual para –sumar, cambiar, ponderar...: el tiempo lo dirá– la escritura. Seguramente, este cambio de sustancia tendrá consecuencias. Ya Barthes había advertido que la oposición oral/escrito no es simplemente material sino que pone en juego dos imaginarios, que llamó imaginario del contacto e imaginario del pensamiento.
La competencia comunicativa del usuario 2.0 está compuesta entonces por habilidades básicas y antiguas entre las tecnologías de la comunicación: la lectura y la escritura, que hoy por hoy –y tal vez por las décadas hegemonizadas por lo audiovisual– no están actualizadas y activas. Se ha registrado en varios test que muchos adultos carecen de las competencias básicas para afrontar los mensajes escritos que hoy organizan las actividades de la sociedad (ver al respecto la nota “Literacy: words count” en OECO Observer . Día a día en educ.ar recibimos mails y llamados telefónicos de usuarios que buscan información –que está escrita en el portal y en formularios– y que sencillamente no han leído. El analfabetismo funcional (saber leer y escribir pero no usarlo) es uno de los problemas de las sociedades de todos los países del mundo.

Pero lo más interesante es que se trata de una escritura pública, una escritura de opinión, de expresión de ideas, permeable a la polémica, que diseña un nuevo espacio de intercambio de pensamientos como hace siglos que no se daba en la historia. En el siglo XVIII la apertura de espacios urbanos –plazas, cafés, tertulias- en las ciudades de Europa –y “de rebote” en América- combinada con los insumos de noticias de Estados que hacían pública alguna información y periódicos dio lugar –junto con otros factores, por supuesto– al nacimiento de la opinión pública, al ascenso de la burguesía, a la consagración de los regímenes democráticos liberales, al surgimiento del capitalismo. Nada menos.

El otro aspecto importante en la competencia del usuario 2.0 es el manejo del inglés. Las múltiples herramientas que ofrece la Web 2.0 –necesarias para aprovechar las ventajas de internet– están en un inglés básico y estándar pero que muchas veces funciona como una barrera para ciertos usuarios. No se trata de leer a Shakespeare sino de seguir instrucciones con un vocabulario muy limitado pero que es percibido como imposible por muchos. Hace unos meses, publicamos en educ.ar una nota sobre el programa Google Earth y recibimos cientos de comentarios que pedían una traducción del mismo.

Lectura, escritura, inglés, el campo educativo ya tiene trabajo para preparar usuarios con este perfil. Sin embargo, debe ir más allá. Hay que definir y especificar el sentido educativo de las herramientas, opciones y procesos que ofrece la W.2 y seducir a docentes alumnos y miembros de la comunidad educativa sobre sus ventajas.

No va a ser muy difícil desentrañar las potencialidades que ofrecen actividades como compartir información, escribir ideas propias, socializar lecturas o participar en una enciclopedia colectiva. Son actividades que se fundan en redes sociales, y desde el aspecto práctico, ético, académico, no pueden ser más que bienvenidas en el mundo de la educación.

jueves, enero 26, 2006

Iván Petrella: un Dios para los demócratas

Considerado en EE.UU. como una de las figuras más destacadas de la nueva generación de teólogos, Iván Petrella propone una suerte de guía para que los sectores más progresistas norteamericanos no vuelvan a cometer el error de regalarles a los republicanos el campo de la religión

Considerado en los EE.UU. una de las figuras más destacadas de la nueva generación de teólogos latinoamericanos, Iván Petrella ha dedicado buena parte de sus investigaciones al estudio de la Teoría de la Liberación, sus orígenes y su futuro posible. Sus dos libros -The Future of Liberation Theology: an Argument and Manifesto (2004) y Latin American Liberation Theology: the Next Generation (2005)- fueron incluidos en las listas de las mejores publicaciones académicas de sus respectivos años.

Pero si su cara resulta conocida para un público más amplio es porque, además de su labor académica, Petrella es analista de temas políticos y religiosos para las cadenas televisivas Telemundo, Univision y PBT. Este marcado interés por salir de la torre de marfil de la vida universitaria está presente también en un nuevo libro -Dios: manual de uso para demócratas-, que se publicará este año y que se propone como una guía para que los sectores más progresistas del espectro político norteamericano pierdan el miedo a acercarse a la religión. "Después de las últimas elecciones, el cómico estadounidense Jon Stewart decía que los republicanos habían ganado con un discurso de familia, valores y Dios; y que eso era una pésima noticia para los demócratas, ya que es casi imposible ganar una elección en ese país con un discurso antifamilia, antimoral y de culto al diablo", explica sonriendo.

Petrella, doctorado en religión en la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad de Miami, donde vive, cree que el progresismo religioso está en crisis en todo el mundo, pero el caso americano es particularmente interesante. "EE.UU. vive un auge de lo religioso centrado en las corrientes conservadoras del cristianismo. Esas corrientes son hoy la base electoral del Partido Republicano, que arma sus campañas alrededor de un discurso abiertamente cristiano con tendencia a borrar cada vez más la división entre Iglesia y Estado. Y los demócratas responden a esto de tres maneras, las tres muy erradas", sostiene. -¿Cuáles son esas tres respuestas? -La que predomina en el partido es la de evitar hablar de religión y política como si fuera la plaga. Dentro de todas las respuestas posibles, ésta por lo menos emerge de la convicción de que es jugar con fuego. Pero es una postura que fracasa en el mundo real porque significa apelar a un discurso secular que aleja a los demócratas de la mayor parte del pueblo. Y al usar un discurso secular se le entrega en bandeja a los republicanos el campo de la religión. Dios se vuelve republicano. La segunda respuesta es la de políticos que, al ver que con el uso de la religión un adversario les quita votos, saltan con un: "ey, yo también soy religioso". El ejemplo más patético es el de Kerry: cuando le pedían durante los debates que articulara la relación entre su fe y sus políticas, contestaba que él había sido monaguillo, como si eso fuera argumento de algo. Hillary Clinton se ha inventado una tercera posición, que yo llamo "si no puedes ganarles, únete a ellos". Esta posición es mejor que la primera en cuanto a que reconoce que un político en EE.UU. hoy no puede hacer a un lado la conexión entre religión y política.

También es mejor que la posición de Kerry en cuanto trata de encontrar sustancia para los argumentos y no sólo declamar la fe en el poder de la plegaria o decir que se va a misa. Para un demócrata, sin embargo, el problema fatal es que, al adoptar esa posición, se vuelve un republicano. -¿Cómo es eso? -Hillary se reunió hace dos semanas, por ejemplo, con el grupo de judíos más ortodoxos de la ciudad para congraciarse con el lobby pro Israel más de derecha. Por supuesto que Hillary jamás fue anti-judía ni anti Israel, pero sus aliados siempre fueron lo grupos judíos progresistas.

Más sorprendente aún fue su giro de 180 grados respecto al aborto. Quien fue la defensora más emblemática del derecho absoluto de la mujer a elegir, ahora hace comentarios que la acercan a los grupos antiabortistas. Todo esto para acercarse a los círculos evangélicos que son tan poderosos en el sur de los EE.UU. El precio de esta estrategia es, claramente entonces, la abdicación de las ideas propias: el demócrata se vuelve un republicano.

-¿Y, desde su punto de vista, cuál sería la estrategia correcta? -La estrategia correcta sería armar un discurso netamente religioso y progresista para contrarrestar el discurso religioso conservador.

-¿Pero cómo se arma un discurso religioso progresista? -Hay que empezar por desarticular el dualismo simplista del discurso religioso conservador que, en el tema de la homosexualidad, por ejemplo, pone a Dios y la moralidad de un lado y la práctica homosexual del otro lado; y que en el tema del aborto, nuevamente, pone a Dios y la moralidad de un lado y a la mujer del otro lado.

Pero el tema no es tan simple. La postura antihomosexual en Estados Unidos generalmente se basa en algunos pocos versos bíblicos. Pero si seguimos la Biblia tampoco deberíamos comer langosta ni mejillones. Muchos creen que la literalidad bíblica es el gran enemigo del progresismo religioso, yo no creo que sea tan así. La Biblia se ha usado para fundamentar la esclavitud y para abolirla; es un texto que se contradice una y otra vez y que se puede usar para articular varias posiciones, incluso opuestas. Los demócratas podrían aprovechar estas ambigüedades para construir una posición progresista, especialmente en materia económica, donde la Biblia es de hecho progresista. La postura antiaborto tiende a ser más compleja, y en Estados Unidos es contradictoria, ya que los mismos que defienden la vida del feto, en muchos casos, también defienden la pena de muerte.

-¿Cuál es el futuro de la teología de la liberación, tradicionalmente la línea más progresista dentro del cristianismo? -Aunque genera grandes controversias, la teología de la liberación es el movimiento teológico más importante del siglo veinte. Tuvo y sigue teniendo una influencia enorme en el mundo entero, incluso en otras disciplinas. En sus comienzos en América latina, tuvo incluso apoyo del Vaticano. Desde hace tiempo ya ese apoyo no existe; por eso el futuro desarrollo de la teología de la liberación está en manos de los laicos, que no tienen por qué temer las presiones del Vaticano.

-¿Se debería estudiar religión en las universidades y en las escuelas? -No me cabe ninguna duda. En primer lugar, no se puede ser medianamente educado hoy y no tener un conocimiento de las religiones mundiales más importantes. No saber nada del budismo, por ejemplo, no es lo mismo que no saber nada del neoplatonismo. Hoy hay pocos neoplatónicos, pero millones de personas viven sus vidas como budistas. Es un tema de cultura general, pero, insisto, no de cultura general de libros sino cultura general sobre qué creen y cómo viven otras personas. En segundo lugar, gran parte de los conflictos del mundo de hoy tienen un fuerte contenido religioso.

Me resulta inconcebible que programas de estudio de relaciones internacionales o ciencias políticas no tengan por lo menos una materia de religiones comparadas y después otra materia de religión, violencia y paz donde se estudien -de manera conceptual y con ejemplos específicos- las ideas dentro de las distintas religiones que dan lugar a la violencia y las ideas que dan lugar a la paz. La secularización es un mito, reconozcámoslo. El filósofo John Dewey decía que la educación es la emancipación del individuo del accidente de su lugar de nacimiento. El estudio de las religiones es una de las herramientas por las cuales se nos presentan otros mundos y se nos abren otras definiciones del ser humano.

-¿Pero uno puede ir y tomar de cada una de ellas la parte que prefiera? -Generalmente pensamos en distintas religiones como si fueran Estados soberanos que guardan celosamente sus fronteras, como si no se pudiera pertenecer a más de una o usar las ideas de otra sin traicionar la propia fe. Pero las religiones son parte de la herencia colectiva de la humanidad.

Por Juana Libedinsky

El perfil

Teología y Religión

Iván Petrella nació en Buenos Aires en 1969, hijo del ex vicecanciller Fernando Petrella. Estudió en la Escuela del Servicio Exterior de la Universidad de Georgetown. Realizó un posgrado en Teología y un doctorado en Religión en Harvard. Analista televisivo Actualmente es profesor de Religión en la Universidad de Miami y analista de temas políticos y religiosos. Sus libros sobre el futuro de la teología de la liberación estuvieron en las listas de los mejores textos académicos de los últimos años.

http://www.lanacion.com.ar/774133
El futuro del periodismo: controlados por los blogs

La enorme expansión de los sitios web está produciendo profundas modificaciones en la tarea de informar. Ahora ya no sólo los periodistas tienen la palabra sino que los distintos protagonistas de la información difunden su versión de los hechos, cuestionan y obligan a los medios tradicionales a interactuar con su público

NUEVA YORK.- Nunca entable una pelea con alguien que compra la tinta por barril, aconseja un antiguo dicho. Durante décadas, tanto los famosos como los desconocidos siguieron ese consejo. Aun cuando los protagonistas de las noticias periodísticas se sintieran malentendidos o maltratados, era improbable que reaccionaran contra los periodistas o los editores, porque creían que el poder de la prensa le garantizaba (a la prensa) la última palabra.

Pero Internet, especialmente con la potencia amplificadora de los blogs, está cambiando todo eso. Los protagonistas descontentos descubrieron hace una década que podían usar la web para poner las cosas en claro o para analizar los artículos y exponer la actitud tendenciosa de un periodista o un comentario desatinado.

Y ahora se ha ido un paso más allá. Los protagonistas -tanto de los artículos de los periódicos como de las emisiones televisivas- responden con los mismos métodos que emplean los periodistas para generar artículos o programas -entrevistas grabadas, intercambios de e-mail, registros escritos de llamadas telefónicas- y los publican en sus sitios web. Esta nueva arma de la guerra de los medios está cambiando el centro de gravedad respecto de la manera en que se elaboran y presentan las noticias, y tiene consecuencias para el futuro del periodismo.

Fue el caso de "Nightline", el programa de ABC News, que en agosto pasado emitió un segmento sobre el diseño inteligente que al Discovery Institute, un conservador centro de intercambio de información de los defensores del diseño inteligente, no le gustó nada. Al día siguiente, el instituto publicó en su sitio web la transcripción de la entrevista realizada por "Nightline" pocos días antes a uno de los directores de la institución, con el objetivo de corregir las breves citas difundidas por televisión.

El instituto no acusó a "Nightline" de haber cometido errores. En cambio, instó a los lectores a examinar la entrevista íntegra porque la transcripción revelaría "el tono predecible de algunas de las preguntas" formuladas por el equipo del programa. "Esta es su oportunidad de ver lo que ocurre entre bastidores con los guardianes de los medios nacionales, de ver cómo filtran y dejan afuera nuestros puntos de vista y la información que no coincide con sus estereotipos", escribió en el sitio web Rob Crowther, vocero de la institución.

Hacia nuevas normas

La impresión de transcripciones, mensajes de e-mail y conversaciones, y la posibilidad de conseguir información a partir de motores de búsqueda como Google, ha dado poder a aquellos a los que Jay Rosen, blogger y profesor de periodismo de la Universidad de Nueva York, denomina "la gente antes conocida por el nombre de público".

"En este nuevo mundo, el público y la fuente de la información son editores", dijo Rosen. "Ahora les dicen a los periodistas: ?Nosotros también somos productores. De modo que la entrevista es un punto intermedio entre nosotros. Ustedes producen a partir de ella, y nosotros también´. De ahora en adelante, en una situación de entrevista potencialmente hostil, ésta será la norma".

Todos estos acontecimientos han obligado a los periodistas a responder de distintas maneras, incluyendo una mayor franqueza acerca de sus métodos y técnicas y una mayor conciencia en cuanto a la manera en que filtran la información. "En la medida en que uno sabe que hay alguien que monitorea cada palabra, se ve obligado a ser aún más cuidadoso, lo cual es bueno", dijo Chris Bury, el corresponsal de "Nightline" cuya entrevista fue publicada por el Discovery Institute. "Pero los lectores y espectadores deben advertir que una entrevista es sólo parte de la historia".

Publicar en la web material original se está convirtiendo en una estrategia de relaciones públicas de los grupos de interés, las empresas y el gobierno. Ahora el Pentágono y el Departamento de Estado publican en Internet transcripciones de las entrevistas a los altos funcionarios o las envían por e-mail a los periodistas, tal como lo hace el despacho del vicepresidente Dick Cheney. Un ejemplo temprano del cambio que había experimentado la situación se produjo en 2001, cuando David Kirkpatrick, quien entonces cubría las noticias de la industria editorial para The New York Times, escribió un artículo sobre Dave Eggers, autor de "A Heartbreaking Work of Staggering Genius". Eggers publicó en su sitio web una respuesta de 10.000 palabras quejándose del tono del artículo, e incluyó los intercambios que ambos habían mantenido por e-mail, y que Kirkpatrick le había pedido que permanecieran en privado.

Los periódicos y las emisoras de TV en general llegan a un público más amplio que los blogs, y Eggers se ocupó de esa asimetría cuando explicó en su sitio web por qué reproducía los mensajes por e-mail de Kirkpatrick: "Es el único remedio conmensurado con el impacto que me causó el artículo original". Pero el poder de los blogs es exponencial: los artículos de los blogs pueden vincularse y reproducirse instantáneamente en la web, creando un efecto bola de nieve que con frecuencia se abre paso hasta los medios tradicionales. Más aún, los blogs tienen una vida más larga que los artículos de los medios tradicionales. Un artículo original de un periódico desaparece habitualmente del sitio web gratuito de ese medio a los pocos días de publicado, y se hace inaccesible a menos que se lo compre a los archivos del periódico, mientras que la versión del blogger sigue estando disponible eternamente.

En otro caso que involucró al Times, Andrew Ross Sorkin, periodista de finanzas, entrevistó a Mark Cuban, el millonario de la industria tecnológica, vía e-mail, para hacer una columna sobre la inversión que Cuban había hecho en una empresa de Internet. Cuban quedó descontento con la columna y publicó el intercambio de e-mails, provocando una amplia discusión en Internet acerca de, entre otras cosas, el valor de ver el material en bruto de un periodista.

Muchos bloggers dijeron que los periodistas debían publicar habitualmente ese material, otros cuestionaron la necesidad de verse bombardeados con cada fragmento de información cruda y sin editar, preguntándose dónde acabaría la cosa. Aunque la publicación del material en crudo suele apuntar a dejar mal parado al periodista, a veces suele tener un efecto de bumerán. En 2004, el Pentágono se embarcó en una disputa con Bob Woodward, del Washington Post, por unas citas de su libro "Plan of Attack", que eran atribuidas al Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, acerca de la invasión de Irak. Esas citas no habían aparecido en la transcripción oficial que el Pentágono había difundido de la entrevista, pero sí aparecían en la transcripción de Woodward, y el Pentágono tuvo que admitir que había borrado esas partes.

A veces, los protagonistas de los artículos incluso publican el material en la web antes de que el artículo sea publicado, adelantándose al periodista y difundiendo antes su propia versión. Eso ocurrió en 1999, cuando "20/20", el programa de ABC News, entrevistó a funcionarios de una empresa llamada Metabolife International. La empresa consiguió la filmación de la entrevista y la publicó en su sitio web antes de que se emitiera el programa. Era algo tan inusual en ese momento que la empresa compró espacio publicitario en los diarios para instar a los lectores a ver la entrevista en Internet.

"Se hace eso todo el tiempo", dijo Rebecca MacKinnon, una ex corresponsal de CNN que es ahora investigadora del Berkman Center for Internet and society en la Escuela de Leyes de Harvard, donde estudia el efecto de los blogs sobre el periodismo. "Los entrevistados -observó- se disgustan por ser citados fuera de contexto o si les hicieron una entrevista de media hora y sólo se usa de ella una oración. Si uno es alguien de los cada vez más numerosos bloggers, tiene un lugar donde poner las cosas en claro."

Danny Schechter, editor ejecutivo de MediaChannel.org y ex productor de ABC News y CNN, dijo que, aunque la participación activa de tantos lectores era muy saludable para la democracia y para el periodismo, también ha permitido que el partidismo se disfrace de crítica contra los medios y ha dado lugar a una nueva forma de virulencia. "Ahora está bien demonizar al mensajero", dijo. "Eso ha producido un discurso muy descortés e incivilizado, donde resulta aceptable gritar más fuerte, desacreditar, quitar legitimidad y denigrar a las personas dedicadas a informar, cuestionando su metodología y atribuyéndoles motivaciones que suelen ser injustas".

Los periodistas dicen que esta situación los obliga a cambiar el estilo de trabajo, y algunos han empezado a preguntarse si pueden justificar la manera en que filtran la información. "Tenemos que ser más transparentes sobre la manera en que conseguimos el material", dijo Craig Crawford, columnista de Congressional Quarterly y autor de "Attack the Messenger: How Politicians Turn You Against the Media". "Hemos pretendido ser como sacerdotes que convierten el agua en vino, como si fuera un proceso secreto. Esa época ya terminó".

Algunas agencias publican en la web transcripciones de sus entrevistas y algunos periodistas hacen lo mismo con sus materiales. Stephen Baker, redactor especial de BusinessWeek, ha publicado en la web no sólo transcripciones de sus entrevistas sino también los artículos de su sitio web, afirmando que le gusta involucrar a sus lectores en el proceso periodístico. "A veces les digo: ?ésta es mi entrevista. ¿qué historia hubieran escrito ustedes?´", dijo Baker. El periodismo, agregó, solía ser un proceso del tipo "antes y después", algo muy parecido a preparar la comida: se cocinaba privadamente en la cocina, y después se servía la comida. Ahora, concluyó, "se vigila el proceso en todos sus aspectos".

Aunque algunos dicen que están aprendiendo a aceptar esta interacción, también les preocupa que la opinión de muchos bloggers -que afirman que los periodistas deberían publicar sus materiales crudos porque si no filtran la información según sus propias tendencias- ignoran el valor de la función tradicional del periodismo: moldear una red amplia de información, conseguirla de fuentes reticentes, condensarla y presentarla de manera ordenada. Jamie McIntyre, corresponsal de CNN en el Pentágono, dijo que la capacidad de tamizar la información y presentarla en su contexto es especialmente vital ahora debido a la proliferación de otras fuentes de información. "Con Internet, los blogs, los mensajes de texto, los soldados que escriben sus propias versiones desde el frente, mucha gente trata de presentar las cosas según su propia realidad", dijo. "Ya no me preocupa averiguar cada detalle cinco minutos antes que cualquier otro. Es más importante conseguir la información y decirle a la gente qué significa".

McIntyre predijo sin embargo que el periodismo tradicional y el arte de destilar la información no desaparecerán. "La mayoría de la gente -explicó- no tiene tantas horas diarias para leer la web, y quieren que alguien les diga rápida y sucintamente lo que necesita saber".

Por Katharine O. Sleeye
© The New York Times y LA NACION

Traducción: Mirta Rosenberg



http://www.lanacion.com.ar/774115
Cuando tener hijas es un mal negocio

Muchísimo es lo que se escribe y dice, en los días que corren, acerca del protagonismo que vienen alcanzando China e India en rubros tales como el económico y el tecnológico. Y bien fundada está por cierto tal profusión de comentarios si acotamos el concepto de progreso y nos empeñamos en limitar su alcance a esas u otras áreas específicas. Pero si aspiramos a dar a ese concepto una proyección más honda y un sentido más integrador, bien pronto se advertirá que, al igual que muchas de las que forman parte del llamado mundo occidental, estas dos naciones mencionadas presentan, junto con ciertos signos vitales como los referidos, otros que no sólo las inscriben en el campo del atraso, sino incluso en el escenario del horror.

De China bastará decir, por el momento, que es un país políticamente arcaico. De la India, y en lo que hace a los aspectos negativos, cabe sumar a cuanto ya se sabe una evidencia más reciente. La difundió, a principios del mes en curso, la revista británica de medicina The Lancet. Según ella, cerca de 10 millones de fetos femeninos podrían haber sido abortados en la India durante las dos últimas décadas.

El motivo de esa catástrofe es, al parecer, el preeminente deseo de muchas familias de asegurarse un heredero varón. A juicio del profesor Shirish Shneth, del Hospital Breach Candy de Bombay, los esposos que optan por este modo de liberarse de sus hijas estiman que las mujeres, concebidas como fuente de inversión, ofrecen a mediano y largo plazo escasa rentabilidad. "Con el tiempo, explica, pasarán a formar parte de las familias de sus futuros maridos y los gastos que insuman terminarán por beneficiar a otros. En algunas comunidades donde prevalece la costumbre de la dote, su monto puede llegar a ser extraordinario".

El planteo no deja lugar a dudas. Tener hijas es un mal negocio. Y si no se puede impedir de entrada que aparezcan, puede en cambio lograrse, en un segundo momento, que desaparezcan. ¿Y la ley? ¿Dónde hay una ley que permita desbaratar este criterio retrógrado y criminal? Existe desde 1994, en la India, una ley que prohíbe revelar el sexo de un feto. No obstante, esa ley es frecuentemente violada. Violada, cabe subrayarlo, por las familias más adineradas y de mejor nivel de educación. Entre ellas, la selección prenatal del género se ejercita con la naturalidad de un hábito.

Para proceder con la eficacia que lo hacen, esas familias de inmejorable posición cuentan con un recurso técnico infalible: los equipos de ultrasonido. Ellos brindan la información que permite dictaminar quién vivirá y quién no. En los periódicos de todo el mundo se difundió recientemente esta noticia: "En la India, durante los próximos cinco años, se podría llegar a abortar anualmente más de un millón de fetos femeninos".

Lo dicho basta y sobra para resaltar el problema de fondo. Caracterizaciones como "aborto selectivo" o "selección prenatal de género" no remiten a otra cosa, como práctica social consensuada, que a un procedimiento genocida. Una variante más, entre las muchas que suele tomar, el exterminio programado de la vida. En este caso, de la vida femenina.

El empleo sin restricciones éticas de recursos tecnológicos en áreas que atañen al valor de la vida tergiversa y envilece el sentido del progreso. Los equipos de ultrasonido, en manos de quienes proceden de manera descarnadamente utilitaria, terminan por convertirse en un arma letal. La voluntad de exterminio que promueve su uso responde a un concepto totalmente enajenado del desarrollo y la eficacia.

Bueno sería no olvidarlo a la hora de aplaudir la incorporación al Mercado (así, con mayúscula) de los nuevos gigantes de la invención y el consumo. Pero, para ello, quienes acogen con reverencias a los recién llegados deberían preguntarse por la índole moral de sus propios procedimientos, es decir por la idiosincrasia de sus propios valores.

En un mundo cada vez más proclive a alcanzar la integración económica a cualquier precio, la vida humana pierde sustancia y se convierte en un elemento pretextual para las buenas operaciones financieras. Se consolida como medio y se diluye como fin.

Por Santiago Kovadloff
http://www.lanacion.com.ar/774107

miércoles, enero 25, 2006

CARTA ENCÍCLICA DEUS CARITAS EST DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI

A LOS OBISPOS, A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS, A LAS PERSONAS CONSAGRADAS
Y A TODOS LOS FIELES LAICOS: SOBRE EL AMOR CRISTIANO

INTRODUCCIÓN

1. « Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él » (1 Jn 4, 16). Estas palabras de la Primera carta de Juan expresan con claridad meridiana el corazón de la fe cristiana: la imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del hombre y de su camino. Además, en este mismo versículo, Juan nos ofrece, por así decir, una formulación sintética de la existencia cristiana: « Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él ».

Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva. En su Evangelio, Juan había expresado este acontecimiento con las siguientes palabras: « Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todos los que creen en él tengan vida eterna » (cf. 3, 16). La fe cristiana, poniendo el amor en el centro, ha asumido lo que era el núcleo de la fe de Israel, dándole al mismo tiempo una nueva profundidad y amplitud. En efecto, el israelita creyente reza cada día con las palabras del Libro del Deuteronomio que, como bien sabe, compendian el núcleo de su existencia: « Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas » (6, 4-5). Jesús, haciendo de ambos un único precepto, ha unido este mandamiento del amor a Dios con el del amor al prójimo, contenido en el Libro del Levítico:
« Amarás a tu prójimo como a ti mismo » (19, 18; cf. Mc 12, 29- 31). Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4, 10), ahora el amor ya no es sólo un « mandamiento », sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro.

En un mundo en el cual a veces se relaciona el nombre de Dios con la venganza o incluso con la obligación del odio y la violencia, éste es un mensaje de gran actualidad y con un significado muy concreto. Por eso, en mi primera Encíclica deseo hablar del amor, del cual Dios nos colma, y que nosotros debemos comunicar a los demás. Quedan así delineadas las dos grandes partes de esta Carta, íntimamente relacionadas entre sí. La primera tendrá un carácter más especulativo, puesto que en ella quisiera precisar —al comienzo de mi pontificado— algunos puntos esenciales sobre el amor que Dios, de manera misteriosa y gratuita, ofrece al hombre y, a la vez, la relación intrínseca de dicho amor con la realidad del amor humano. La segunda parte tendrá una índole más concreta, pues tratará de cómo cumplir de manera eclesial el mandamiento del amor al prójimo. El argumento es sumamente amplio; sin embargo, el propósito de la Encíclica no es ofrecer un tratado exhaustivo. Mi deseo es insistir sobre algunos elementos fundamentales, para suscitar en el mundo un renovado dinamismo de compromiso en la respuesta humana al amor divino.

PRIMERA PARTE

LA UNIDAD DEL AMOR EN LA CREACIÓN Y EN LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

Un problema de lenguaje

2. El amor de Dios por nosotros es una cuestión fundamental para la vida y plantea preguntas decisivas sobre quién es Dios y quiénes somos nosotros. A este respecto, nos encontramos de entrada ante un problema de lenguaje. El término « amor » se ha convertido hoy en una de las palabras más utilizadas y también de las que más se abusa, a la cual damos acepciones totalmente diferentes. Aunque el tema de esta Encíclica se concentra en la cuestión de la comprensión y la praxis del amor en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia, no podemos hacer caso omiso del significado que tiene este vocablo en las diversas culturas y en el lenguaje actual.

En primer lugar, recordemos el vasto campo semántico de la palabra « amor »: se habla de amor a la patria, de amor por la profesión o el trabajo, de amor entre amigos, entre padres e hijos, entre hermanos y familiares, del amor al prójimo y del amor a Dios. Sin embargo, en toda esta multiplicidad de significados destaca, como arquetipo por excelencia, el amor entre el hombre y la mujer, en el cual intervienen inseparablemente el cuerpo y el alma, y en el que se le abre al ser humano una promesa de felicidad que parece irresistible, en comparación del cual palidecen, a primera vista, todos los demás tipos de amor. Se plantea, entonces, la pregunta: todas estas formas de amor ¿se unifican al final, de algún modo, a pesar de la diversidad de sus manifestaciones, siendo en último término uno solo, o se trata más bien de una misma palabra que utilizamos para indicar realidades totalmente diferentes?

« Eros » y « agapé », diferencia y unidad

3. Los antiguos griegos dieron el nombre de eros al amor entre hombre y mujer, que no nace del pensamiento o la voluntad, sino que en cierto sentido se impone al ser humano. Digamos de antemano que el Antiguo Testamento griego usa sólo dos veces la palabra eros, mientras que el Nuevo Testamento nunca la emplea: de los tres términos griegos relativos al amor —eros, philia (amor de amistad) y agapé—, los escritos neotestamentarios prefieren este último, que en el lenguaje griego estaba dejado de lado. El amor de amistad (philia), a su vez, es aceptado y profundizado en el Evangelio de Juan para expresar la relación entre Jesús y sus discípulos. Este relegar la palabra eros, junto con la nueva concepción del amor que se expresa con la palabra agapé, denota sin duda algo esencial en la novedad del cristianismo, precisamente en su modo de entender el amor. En la crítica al cristianismo que se ha desarrollado con creciente radicalismo a partir de la Ilustración, esta novedad ha sido valorada de modo absolutamente negativo. El cristianismo, según Friedrich Nietzsche, habría dado de beber al eros un veneno, el cual, aunque no le llevó a la muerte, le hizo degenerar en vicio.[1] El filósofo alemán expresó de este modo una apreciación muy difundida: la Iglesia, con sus preceptos y prohibiciones, ¿no convierte acaso en amargo lo más hermoso de la vida? ¿No pone quizás carteles de prohibición precisamente allí donde la alegría, predispuesta en nosotros por el Creador, nos ofrece una felicidad que nos hace pregustar algo de lo divino?

4. Pero, ¿es realmente así? El cristianismo, ¿ha destruido verdaderamente el eros? Recordemos el mundo precristiano. Los griegos —sin duda análogamente a otras culturas— consideraban el eros ante todo como un arrebato, una « locura divina » que prevalece sobre la razón, que arranca al hombre de la limitación de su existencia y, en este quedar estremecido por una potencia divina, le hace experimentar la dicha más alta. De este modo, todas las demás potencias entre cielo y tierra parecen de segunda importancia: « Omnia vincit amor », dice Virgilio en las Bucólicas —el amor todo lo vence—, y añade: « et nos cedamus amori », rindámonos también nosotros al amor.[2] En el campo de las religiones, esta actitud se ha plasmado en los cultos de la fertilidad, entre los que se encuentra la prostitución « sagrada » que se daba en muchos templos. El eros se celebraba, pues, como fuerza divina, como comunión con la divinidad.

A esta forma de religión que, como una fuerte tentación, contrasta con la fe en el único Dios, el Antiguo Testamento se opuso con máxima firmeza, combatiéndola como perversión de la religiosidad. No obstante, en modo alguno rechazó con ello el eros como tal, sino que declaró guerra a su desviación destructora, puesto que la falsa divinización del eros que se produce en esos casos lo priva de su dignidad divina y lo deshumaniza. En efecto, las prostitutas que en el templo debían proporcionar el arrobamiento de lo divino, no son tratadas como seres humanos y personas, sino que sirven sólo como instrumentos para suscitar la « locura divina »: en realidad, no son diosas, sino personas humanas de las que se abusa. Por eso, el eros ebrio e indisciplinado no es elevación, « éxtasis » hacia lo divino, sino caída, degradación del hombre. Resulta así evidente que el eros necesita disciplina y purificación para dar al hombre, no el placer de un instante, sino un modo de hacerle pregustar en cierta manera lo más alto de su existencia, esa felicidad a la que tiende todo nuestro ser.

5. En estas rápidas consideraciones sobre el concepto de eros en la historia y en la actualidad sobresalen claramente dos aspectos. Ante todo, que entre el amor y lo divino existe una cierta relación: el amor promete infinidad, eternidad, una realidad más grande y completamente distinta de nuestra existencia cotidiana. Pero, al mismo tiempo, se constata que el camino para lograr esta meta no consiste simplemente en dejarse dominar por el instinto. Hace falta una purificación y maduración, que incluyen también la renuncia. Esto no es rechazar el eros ni « envenenarlo », sino sanearlo para que alcance su verdadera grandeza.

Esto depende ante todo de la constitución del ser humano, que está compuesto de cuerpo y alma. El hombre es realmente él mismo cuando cuerpo y alma forman una unidad íntima; el desafío del eros puede considerarse superado cuando se logra esta unificación. Si el hombre pretendiera ser sólo espíritu y quisiera rechazar la carne como si fuera una herencia meramente animal, espíritu y cuerpo perderían su dignidad. Si, por el contrario, repudia el espíritu y por tanto considera la materia, el cuerpo, como una realidad exclusiva, malogra igualmente su grandeza. El epicúreo Gassendi, bromeando, se dirigió a Descartes con el saludo: « ¡Oh Alma! ». Y Descartes replicó: « ¡Oh Carne! ».[3] Pero ni la carne ni el espíritu aman: es el hombre, la persona, la que ama como criatura unitaria, de la cual forman parte el cuerpo y el alma. Sólo cuando ambos se funden verdaderamente en una unidad, el hombre es plenamente él mismo. Únicamente de este modo el amor —el eros— puede madurar hasta su verdadera grandeza.

Hoy se reprocha a veces al cristianismo del pasado haber sido adversario de la corporeidad y, de hecho, siempre se han dado tendencias de este tipo. Pero el modo de exaltar el cuerpo que hoy constatamos resulta engañoso. El eros, degradado a puro « sexo », se convierte en mercancía, en simple « objeto » que se puede comprar y vender; más aún, el hombre mismo se transforma en mercancía. En realidad, éste no es propiamente el gran sí del hombre a su cuerpo. Por el contrario, de este modo considera el cuerpo y la sexualidad solamente como la parte material de su ser, para emplearla y explotarla de modo calculador. Una parte, además, que no aprecia como ámbito de su libertad, sino como algo que, a su manera, intenta convertir en agradable e inocuo a la vez. En realidad, nos encontramos ante una degradación del cuerpo humano, que ya no está integrado en el conjunto de la libertad de nuestra existencia, ni es expresión viva de la totalidad de nuestro ser, sino que es relegado a lo puramente biológico. La aparente exaltación del cuerpo puede convertirse muy pronto en odio a la corporeidad. La fe cristiana, por el contrario, ha considerado siempre al hombre como uno en cuerpo y alma, en el cual espíritu y materia se compenetran recíprocamente, adquiriendo ambos, precisamente así, una nueva nobleza. Ciertamente, el eros quiere remontarnos « en éxtasis » hacia lo divino, llevarnos más allá de nosotros mismos, pero precisamente por eso necesita seguir un camino de ascesis, renuncia, purificación y recuperación.

6. ¿Cómo hemos de describir concretamente este camino de elevación y purificación? ¿Cómo se debe vivir el amor para que se realice plenamente su promesa humana y divina? Una primera indicación importante podemos encontrarla en uno de los libros del Antiguo Testamento bien conocido por los místicos, el Cantar de los Cantares. Según la interpretación hoy predominante, las poesías contenidas en este libro son originariamente cantos de amor, escritos quizás para una fiesta nupcial israelita, en la que se debía exaltar el amor conyugal. En este contexto, es muy instructivo que a lo largo del libro se encuentren dos términos diferentes para indicar el
« amor ». Primero, la palabra « dodim », un plural que expresa el amor todavía inseguro, en un estadio de búsqueda indeterminada. Esta palabra es reemplazada después por el término
« ahabá », que la traducción griega del Antiguo Testamento denomina, con un vocablo de fonética similar, « agapé », el cual, como hemos visto, se convirtió en la expresión característica para la concepción bíblica del amor. En oposición al amor indeterminado y aún en búsqueda, este vocablo expresa la experiencia del amor que ahora ha llegado a ser verdaderamente descubrimiento del otro, superando el carácter egoísta que predominaba claramente en la fase anterior. Ahora el amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro. Ya no se busca a sí mismo, sumirse en la embriaguez de la felicidad, sino que ansía más bien el bien del amado: se convierte en renuncia, está dispuesto al sacrificio, más aún, lo busca.

El desarrollo del amor hacia sus más altas cotas y su más íntima pureza conlleva el que ahora aspire a lo definitivo, y esto en un doble sentido: en cuanto implica exclusividad —sólo esta persona—, y en el sentido del « para siempre ». El amor engloba la existencia entera y en todas sus dimensiones, incluido también el tiempo. No podría ser de otra manera, puesto que su promesa apunta a lo definitivo: el amor tiende a la eternidad. Ciertamente, el amor es
« éxtasis », pero no en el sentido de arrebato momentáneo, sino como camino permanente, como un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí y, precisamente de este modo, hacia el reencuentro consigo mismo, más aún, hacia el descubrimiento de Dios: « El que pretenda guardarse su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará » (Lc 17, 33), dice Jesús en una sentencia suya que, con algunas variantes, se repite en los Evangelios (cf. Mt 10, 39; 16, 25; Mc 8, 35; Lc 9, 24; Jn 12, 25). Con estas palabras, Jesús describe su propio itinerario, que a través de la cruz lo lleva a la resurrección: el camino del grano de trigo que cae en tierra y muere, dando así fruto abundante. Describe también, partiendo de su sacrificio personal y del amor que en éste llega a su plenitud, la esencia del amor y de la existencia humana en general.

7. Nuestras reflexiones sobre la esencia del amor, inicialmente bastante filosóficas, nos han llevado por su propio dinamismo hasta la fe bíblica. Al comienzo se ha planteado la cuestión de si, bajo los significados de la palabra amor, diferentes e incluso opuestos, subyace alguna unidad profunda o, por el contrario, han de permanecer separados, uno paralelo al otro. Pero, sobre todo, ha surgido la cuestión de si el mensaje sobre el amor que nos han transmitido la Biblia y la Tradición de la Iglesia tiene algo que ver con la común experiencia humana del amor, o más bien se opone a ella. A este propósito, nos hemos encontrado con las dos palabras fundamentales: eros como término para el amor « mundano » y agapé como denominación del amor fundado en la fe y plasmado por ella. Con frecuencia, ambas se contraponen, una como amor « ascendente », y como amor « descendente » la otra. Hay otras clasificaciones afines, como por ejemplo, la distinción entre amor posesivo y amor oblativo (amor concupiscentiae – amor benevolentiae), al que a veces se añade también el amor que tiende al propio provecho.

A menudo, en el debate filosófico y teológico, estas distinciones se han radicalizado hasta el punto de contraponerse entre sí: lo típicamente cristiano sería el amor descendente, oblativo, el agapé precisamente; la cultura no cristiana, por el contrario, sobre todo la griega, se caracterizaría por el amor ascendente, vehemente y posesivo, es decir, el eros. Si se llevara al extremo este antagonismo, la esencia del cristianismo quedaría desvinculada de las relaciones vitales fundamentales de la existencia humana y constituiría un mundo del todo singular, que tal vez podría considerarse admirable, pero netamente apartado del conjunto de la vida humana. En realidad, eros y agapé —amor ascendente y amor descendente— nunca llegan a separarse completamente. Cuanto más encuentran ambos, aunque en diversa medida, la justa unidad en la única realidad del amor, tanto mejor se realiza la verdadera esencia del amor en general. Si bien el eros inicialmente es sobre todo vehemente, ascendente —fascinación por la gran promesa de felicidad—, al aproximarse la persona al otro se planteará cada vez menos cuestiones sobre sí misma, para buscar cada vez más la felicidad del otro, se preocupará de él, se entregará y deseará « ser para » el otro. Así, el momento del agapé se inserta en el eros inicial; de otro modo, se desvirtúa y pierde también su propia naturaleza. Por otro lado, el hombre tampoco puede vivir exclusivamente del amor oblativo, descendente. No puede dar únicamente y siempre, también debe recibir. Quien quiere dar amor, debe a su vez recibirlo como don. Es cierto —como nos dice el Señor— que el hombre puede convertirse en fuente de la que manan ríos de agua viva (cf. Jn 7, 37-38). No obstante, para llegar a ser una fuente así, él mismo ha de beber siempre de nuevo de la primera y originaria fuente que es Jesucristo, de cuyo corazón traspasado brota el amor de Dios (cf. Jn 19, 34).

En la narración de la escalera de Jacob, los Padres han visto simbolizada de varias maneras esta relación inseparable entre ascenso y descenso, entre el eros que busca a Dios y el agapé que transmite el don recibido. En este texto bíblico se relata cómo el patriarca Jacob, en sueños, vio una escalera apoyada en la piedra que le servía de cabezal, que llegaba hasta el cielo y por la cual subían y bajaban los ángeles de Dios (cf. Gn 28, 12; Jn 1, 51). Impresiona particularmente la interpretación que da el Papa Gregorio Magno de esta visión en su Regla pastoral. El pastor bueno, dice, debe estar anclado en la contemplación. En efecto, sólo de este modo le será posible captar las necesidades de los demás en lo más profundo de su ser, para hacerlas suyas: « per pietatis viscera in se infirmitatem caeterorum transferant ».[4] En este contexto, san Gregorio menciona a san Pablo, que fue arrebatado hasta el tercer cielo, hasta los más grandes misterios de Dios y, precisamente por eso, al descender, es capaz de hacerse todo para todos (cf. 2 Co 12, 2-4; 1 Co 9, 22). También pone el ejemplo de Moisés, que entra y sale del tabernáculo, en diálogo con Dios, para poder de este modo, partiendo de Él, estar a disposición de su pueblo. « Dentro [del tabernáculo] se extasía en la contemplación, fuera [del tabernáculo] se ve apremiado por los asuntos de los afligidos: intus contemplationem rapitur, foris infirmantium negotiis urgetur ».[5]

8. Hemos encontrado, pues, una primera respuesta, todavía más bien genérica, a las dos preguntas formuladas antes: en el fondo, el « amor » es una única realidad, si bien con diversas dimensiones; según los casos, una u otra puede destacar más. Pero cuando las dos dimensiones se separan completamente una de otra, se produce una caricatura o, en todo caso, una forma mermada del amor. También hemos visto sintéticamente que la fe bíblica no construye un mundo paralelo o contrapuesto al fenómeno humano originario del amor, sino que asume a todo el hombre, interviniendo en su búsqueda de amor para purificarla, abriéndole al mismo tiempo nuevas dimensiones. Esta novedad de la fe bíblica se manifiesta sobre todo en dos puntos que merecen ser subrayados: la imagen de Dios y la imagen del hombre.

La novedad de la fe bíblica

9. Ante todo, está la nueva imagen de Dios. En las culturas que circundan el mundo de la Biblia, la imagen de dios y de los dioses, al fin y al cabo, queda poco clara y es contradictoria en sí misma. En el camino de la fe bíblica, por el contrario, resulta cada vez más claro y unívoco lo que se resume en las palabras de la oración fundamental de Israel, la Shema: « Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno » (Dt 6, 4). Existe un solo Dios, que es el Creador del cielo y de la tierra y, por tanto, también es el Dios de todos los hombres. En esta puntualización hay dos elementos singulares: que realmente todos los otros dioses no son Dios y que toda la realidad en la que vivimos se remite a Dios, es creación suya. Ciertamente, la idea de una creación existe también en otros lugares, pero sólo aquí queda absolutamente claro que no se trata de un dios cualquiera, sino que el único Dios verdadero, Él mismo, es el autor de toda la realidad; ésta proviene del poder de su Palabra creadora. Lo cual significa que estima a esta criatura, precisamente porque ha sido Él quien la ha querido, quien la ha « hecho ». Y así se pone de manifiesto el segundo elemento importante: este Dios ama al hombre. La potencia divina a la cual Aristóteles, en la cumbre de la filosofía griega, trató de llegar a través de la reflexión, es ciertamente objeto de deseo y amor por parte de todo ser —como realidad amada, esta divinidad mueve el mundo[6]—, pero ella misma no necesita nada y no ama, sólo es amada. El Dios único en el que cree Israel, sin embargo, ama personalmente. Su amor, además, es un amor de predilección: entre todos los pueblos, Él escoge a Israel y lo ama, aunque con el objeto de salvar precisamente de este modo a toda la humanidad. Él ama, y este amor suyo puede ser calificado sin duda como eros que, no obstante, es también totalmente agapé.[7]

Los profetas Oseas y Ezequiel, sobre todo, han descrito esta pasión de Dios por su pueblo con imágenes eróticas audaces. La relación de Dios con Israel es ilustrada con la metáfora del noviazgo y del matrimonio; por consiguiente, la idolatría es adulterio y prostitución. Con eso se alude concretamente —como hemos visto— a los ritos de la fertilidad con su abuso del eros, pero al mismo tiempo se describe la relación de fidelidad entre Israel y su Dios. La historia de amor de Dios con Israel consiste, en el fondo, en que Él le da la Torah, es decir, abre los ojos de Israel sobre la verdadera naturaleza del hombre y le indica el camino del verdadero humanismo. Esta historia consiste en que el hombre, viviendo en fidelidad al único Dios, se experimenta a sí mismo como quien es amado por Dios y descubre la alegría en la verdad y en la justicia; la alegría en Dios que se convierte en su felicidad esencial: « ¿No te tengo a ti en el cielo?; y contigo, ¿qué me importa la tierra?... Para mí lo bueno es estar junto a Dios » (Sal 73 [72], 25. 28).

10. El eros de Dios para con el hombre, como hemos dicho, es a la vez agapé. No sólo porque se da del todo gratuitamente, sin ningún mérito anterior, sino también porque es amor que perdona. Oseas, de modo particular, nos muestra la dimensión del agapé en el amor de Dios por el hombre, que va mucho más allá de la gratuidad. Israel ha cometido « adulterio », ha roto la Alianza; Dios debería juzgarlo y repudiarlo. Pero precisamente en esto se revela que Dios es Dios y no hombre: « ¿Cómo voy a dejarte, Efraím, cómo entregarte, Israel?... Se me revuelve el corazón, se me conmueven las entrañas. No cederé al ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraím; que yo soy Dios y no hombre, santo en medio de ti » (Os 11, 8-9). El amor apasionado de Dios por su pueblo, por el hombre, es a la vez un amor que perdona. Un amor tan grande que pone a Dios contra sí mismo, su amor contra su justicia. El cristiano ve perfilarse ya en esto, veladamente, el misterio de la Cruz: Dios ama tanto al hombre que, haciéndose hombre él mismo, lo acompaña incluso en la muerte y, de este modo, reconcilia la justicia y el amor.

El aspecto filosófico e histórico-religioso que se ha de subrayar en esta visión de la Biblia es que, por un lado, nos encontramos ante una imagen estrictamente metafísica de Dios: Dios es en absoluto la fuente originaria de cada ser; pero este principio creativo de todas las cosas —el Logos, la razón primordial— es al mismo tiempo un amante con toda la pasión de un verdadero amor. Así, el eros es sumamente ennoblecido, pero también tan purificado que se funde con el agapé. Por eso podemos comprender que la recepción del Cantar de los Cantares en el canon de la Sagrada Escritura se haya justificado muy pronto, porque el sentido de sus cantos de amor describen en el fondo la relación de Dios con el hombre y del hombre con Dios. De este modo, tanto en la literatura cristiana como en la judía, el Cantar de los Cantares se ha convertido en una fuente de conocimiento y de experiencia mística, en la cual se expresa la esencia de la fe bíblica: se da ciertamente una unificación del hombre con Dios —sueño originario del hombre—, pero esta unificación no es un fundirse juntos, un hundirse en el océano anónimo del Divino; es una unidad que crea amor, en la que ambos —Dios y el hombre— siguen siendo ellos mismos y, sin embargo, se convierten en una sola cosa: « El que se une al Señor, es un espíritu con él », dice san Pablo (1 Co 6, 17).

11. La primera novedad de la fe bíblica, como hemos visto, consiste en la imagen de Dios; la segunda, relacionada esencialmente con ella, la encontramos en la imagen del hombre. La narración bíblica de la creación habla de la soledad del primer hombre, Adán, al cual Dios quiere darle una ayuda. Ninguna de las otras criaturas puede ser esa ayuda que el hombre necesita, por más que él haya dado nombre a todas las bestias salvajes y a todos los pájaros, incorporándolos así a su entorno vital. Entonces Dios, de una costilla del hombre, forma a la mujer. Ahora Adán encuentra la ayuda que precisa: « ¡Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! " (Gn 2, 23). En el trasfondo de esta narración se pueden considerar concepciones como la que aparece también, por ejemplo, en el mito relatado por Platón, según el cual el hombre era originariamente esférico, porque era completo en sí mismo y autosuficiente. Pero, en castigo por su soberbia, fue dividido en dos por Zeus, de manera que ahora anhela siempre su otra mitad y está en camino hacia ella para recobrar su integridad.[8] En la narración bíblica no se habla de castigo; pero sí aparece la idea de que el hombre es de algún modo incompleto, constitutivamente en camino para encontrar en el otro la parte complementaria para su integridad, es decir, la idea de que sólo en la comunión con el otro sexo puede considerarse
« completo ». Así, pues, el pasaje bíblico concluye con una profecía sobre Adán: « Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne » (Gn 2, 24).

En esta profecía hay dos aspectos importantes: el eros está como enraizado en la naturaleza misma del hombre; Adán se pone a buscar y « abandona a su padre y a su madre » para unirse a su mujer; sólo ambos conjuntamente representan a la humanidad completa, se convierten en
« una sola carne ». No menor importancia reviste el segundo aspecto: en una perspectiva fundada en la creación, el eros orienta al hombre hacia el matrimonio, un vínculo marcado por su carácter único y definitivo; así, y sólo así, se realiza su destino íntimo. A la imagen del Dios monoteísta corresponde el matrimonio monógamo. El matrimonio basado en un amor exclusivo y definitivo se convierte en el icono de la relación de Dios con su pueblo y, viceversa, el modo de amar de Dios se convierte en la medida del amor humano. Esta estrecha relación entre eros y matrimonio que presenta la Biblia no tiene prácticamente paralelo alguno en la literatura fuera de ella.

Jesucristo, el amor de Dios encarnado

12. Aunque hasta ahora hemos hablado principalmente del Antiguo Testamento, ya se ha dejado entrever la íntima compenetración de los dos Testamentos como única Escritura de la fe cristiana. La verdadera originalidad del Nuevo Testamento no consiste en nuevas ideas, sino en la figura misma de Cristo, que da carne y sangre a los conceptos: un realismo inaudito. Tampoco en el Antiguo Testamento la novedad bíblica consiste simplemente en nociones abstractas, sino en la actuación imprevisible y, en cierto sentido inaudita, de Dios. Este actuar de Dios adquiere ahora su forma dramática, puesto que, en Jesucristo, el propio Dios va tras la « oveja perdida », la humanidad doliente y extraviada. Cuando Jesús habla en sus parábolas del pastor que va tras la oveja descarriada, de la mujer que busca el dracma, del padre que sale al encuentro del hijo pródigo y lo abraza, no se trata sólo de meras palabras, sino que es la explicación de su propio ser y actuar. En su muerte en la cruz se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es amor en su forma más radical. Poner la mirada en el costado traspasado de Cristo, del que habla Juan (cf. 19, 37), ayuda a comprender lo que ha sido el punto de partida de esta Carta encíclica: « Dios es amor » (1 Jn4, 8). Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir ahora qué es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar.

13. Jesús ha perpetuado este acto de entrega mediante la institución de la Eucaristía durante la Última Cena. Ya en aquella hora, Él anticipa su muerte y resurrección, dándose a sí mismo a sus discípulos en el pan y en el vino, su cuerpo y su sangre como nuevo maná (cf. Jn 6, 31-33). Si el mundo antiguo había soñado que, en el fondo, el verdadero alimento del hombre —aquello por lo que el hombre vive— era el Logos, la sabiduría eterna, ahora este Logos se ha hecho para nosotros verdadera comida, como amor. La Eucaristía nos adentra en el acto oblativo de Jesús. No recibimos solamente de modo pasivo el Logos encarnado, sino que nos implicamos en la dinámica de su entrega. La imagen de las nupcias entre Dios e Israel se hace realidad de un modo antes inconcebible: lo que antes era estar frente a Dios, se transforma ahora en unión por la participación en la entrega de Jesús, en su cuerpo y su sangre. La « mística » del Sacramento, que se basa en el abajamiento de Dios hacia nosotros, tiene otra dimensión de gran alcance y que lleva mucho más alto de lo que cualquier elevación mística del hombre podría alcanzar.

14. Pero ahora se ha de prestar atención a otro aspecto: la « mística » del Sacramento tiene un carácter social, porque en la comunión sacramental yo quedo unido al Señor como todos los demás que comulgan: « El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan », dice san Pablo (1 Co 10, 17). La unión con Cristo es al mismo tiempo unión con todos los demás a los que él se entrega. No puedo tener a Cristo sólo para mí; únicamente puedo pertenecerle en unión con todos los que son suyos o lo serán. La comunión me hace salir de mí mismo para ir hacia Él, y por tanto, también hacia la unidad con todos los cristianos. Nos hacemos « un cuerpo », aunados en una única existencia. Ahora, el amor a Dios y al prójimo están realmente unidos: el Dios encarnado nos atrae a todos hacia sí. Se entiende, pues, que el agapé se haya convertido también en un nombre de la Eucaristía: en ella el agapé de Dios nos llega corporalmente para seguir actuando en nosotros y por nosotros. Sólo a partir de este fundamento cristológico-sacramental se puede entender correctamente la enseñanza de Jesús sobre el amor. El paso desde la Ley y los Profetas al doble mandamiento del amor de Dios y del prójimo, el hacer derivar de este precepto toda la existencia de fe, no es simplemente moral, que podría darse autónomamente, paralelamente a la fe en Cristo y a su actualización en el Sacramento: fe, culto y ethos se compenetran recíprocamente como una sola realidad, que se configura en el encuentro con el agapé de Dios. Así, la contraposición usual entre culto y ética simplemente desaparece. En el « culto » mismo, en la comunión eucarística, está incluido a la vez el ser amados y el amar a los otros. Una Eucaristía que no comporte un ejercicio práctico del amor es fragmentaria en sí misma. Viceversa —como hemos de considerar más detalladamente aún—, el « mandamiento » del amor es posible sólo porque no es una mera exigencia: el amor puede ser « mandado » porque antes es dado.

15. Las grandes parábolas de Jesús han de entenderse también a partir de este principio. El rico epulón (cf. Lc 16, 19-31) suplica desde el lugar de los condenados que se advierta a sus hermanos de lo que sucede a quien ha ignorado frívolamente al pobre necesitado. Jesús, por decirlo así, acoge este grito de ayuda y se hace eco de él para ponernos en guardia, para hacernos volver al recto camino. La parábola del buen Samaritano (cf. Lc 10, 25-37) nos lleva sobre todo a dos aclaraciones importantes. Mientras el concepto de « prójimo » hasta entonces se refería esencialmente a los conciudadanos y a los extranjeros que se establecían en la tierra de Israel, y por tanto a la comunidad compacta de un país o de un pueblo, ahora este límite desaparece. Mi prójimo es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar. Se universaliza el concepto de prójimo, pero permaneciendo concreto. Aunque se extienda a todos los hombres, el amor al prójimo no se reduce a una actitud genérica y abstracta, poco exigente en sí misma, sino que requiere mi compromiso práctico aquí y ahora. La Iglesia tiene siempre el deber de interpretar cada vez esta relación entre lejanía y proximidad, con vistas a la vida práctica de sus miembros. En fin, se ha de recordar de modo particular la gran parábola del Juicio final (cf. Mt 25, 31-46), en el cual el amor se convierte en el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de una vida humana. Jesús se identifica con los pobres: los hambrientos y sedientos, los forasteros, los desnudos, enfermos o encarcelados. « Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis » (Mt 25, 40). Amor a Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios.

Amor a Dios y amor al prójimo

16. Después de haber reflexionado sobre la esencia del amor y su significado en la fe bíblica, queda aún una doble cuestión sobre cómo podemos vivirlo: ¿Es realmente posible amar a Dios aunque no se le vea? Y, por otro lado: ¿Se puede mandar el amor? En estas preguntas se manifiestan dos objeciones contra el doble mandamiento del amor. Nadie ha visto a Dios jamás, ¿cómo podremos amarlo? Y además, el amor no se puede mandar; a fin de cuentas es un sentimiento que puede tenerse o no, pero que no puede ser creado por la voluntad. La Escritura parece respaldar la primera objeción cuando afirma: « Si alguno dice: ‘‘amo a Dios'', y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve » (1 Jn 4, 20). Pero este texto en modo alguno excluye el amor a Dios, como si fuera un imposible; por el contrario, en todo el contexto de la Primera carta de Juan apenas citada, el amor a Dios es exigido explícitamente. Lo que se subraya es la inseparable relación entre amor a Dios y amor al prójimo. Ambos están tan estrechamente entrelazados, que la afirmación de amar a Dios es en realidad una mentira si el hombre se cierra al prójimo o incluso lo odia. El versículo de Juan se ha de interpretar más bien en el sentido de que el amor del prójimo es un camino para encontrar también a Dios, y que cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios.

17. En efecto, nadie ha visto a Dios tal como es en sí mismo. Y, sin embargo, Dios no es del todo invisible para nosotros, no ha quedado fuera de nuestro alcance. Dios nos ha amado primero, dice la citada Carta de Juan (cf. 4, 10), y este amor de Dios ha aparecido entre nosotros, se ha hecho visible, pues « Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él » (1 Jn 4, 9). Dios se ha hecho visible: en Jesús podemos ver al Padre (cf. Jn 14, 9). De hecho, Dios es visible de muchas maneras. En la historia de amor que nos narra la Biblia, Él sale a nuestro encuentro, trata de atraernos, llegando hasta la Última Cena, hasta el Corazón traspasado en la cruz, hasta las apariciones del Resucitado y las grandes obras mediante las que Él, por la acción de los Apóstoles, ha guiado el caminar de la Iglesia naciente. El Señor tampoco ha estado ausente en la historia sucesiva de la Iglesia: siempre viene a nuestro encuentro a través de los hombres en los que Él se refleja; mediante su Palabra, en los Sacramentos, especialmente la Eucaristía. En la liturgia de la Iglesia, en su oración, en la comunidad viva de los creyentes, experimentamos el amor de Dios, percibimos su presencia y, de este modo, aprendemos también a reconocerla en nuestra vida cotidiana. Él nos ha amado primero y sigue amándonos primero; por eso, nosotros podemos corresponder también con el amor. Dios no nos impone un sentimiento que no podamos suscitar en nosotros mismos. Él nos ama y nos hace ver y experimentar su amor, y de este « antes » de Dios puede nacer también en nosotros el amor como respuesta.

En el desarrollo de este encuentro se muestra también claramente que el amor no es solamente un sentimiento. Los sentimientos van y vienen. Pueden ser una maravillosa chispa inicial, pero no son la totalidad del amor. Al principio hemos hablado del proceso de purificación y maduración mediante el cual el eros llega a ser totalmente él mismo y se convierte en amor en el pleno sentido de la palabra. Es propio de la madurez del amor que abarque todas las potencialidades del hombre e incluya, por así decir, al hombre en su integridad. El encuentro con las manifestaciones visibles del amor de Dios puede suscitar en nosotros el sentimiento de alegría, que nace de la experiencia de ser amados. Pero dicho encuentro implica también nuestra voluntad y nuestro entendimiento. El reconocimiento del Dios viviente es una vía hacia el amor, y el sí de nuestra voluntad a la suya abarca entendimiento, voluntad y sentimiento en el acto único del amor. No obstante, éste es un proceso que siempre está en camino: el amor nunca se da por « concluido » y completado; se transforma en el curso de la vida, madura y, precisamente por ello, permanece fiel a sí mismo. Idem velle, idem nolle,[9] querer lo mismo y rechazar lo mismo, es lo que los antiguos han reconocido como el auténtico contenido del amor: hacerse uno semejante al otro, que lleva a un pensar y desear común. La historia de amor entre Dios y el hombre consiste precisamente en que esta comunión de voluntad crece en la comunión del pensamiento y del sentimiento, de modo que nuestro querer y la voluntad de Dios coinciden cada vez más: la voluntad de Dios ya no es para mí algo extraño que los mandamientos me imponen desde fuera, sino que es mi propia voluntad, habiendo experimentado que Dios está más dentro de mí que lo más íntimo mío.[10] Crece entonces el abandono en Dios y Dios es nuestra alegría (cf. Sal 73 [72], 23-28).

18. De este modo se ve que es posible el amor al prójimo en el sentido enunciado por la Biblia, por Jesús. Consiste justamente en que, en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Esto sólo puede llevarse a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo. Más allá de la apariencia exterior del otro descubro su anhelo interior de un gesto de amor, de atención, que no le hago llegar solamente a través de las organizaciones encargadas de ello, y aceptándolo tal vez por exigencias políticas. Al verlo con los ojos de Cristo, puedo dar al otro mucho más que cosas externas necesarias: puedo ofrecerle la mirada de amor que él necesita. En esto se manifiesta la imprescindible interacción entre amor a Dios y amor al prójimo, de la que habla con tanta insistencia la Primera carta de Juan. Si en mi vida falta completamente el contacto con Dios, podré ver siempre en el prójimo solamente al otro, sin conseguir reconocer en él la imagen divina. Por el contrario, si en mi vida omito del todo la atención al otro, queriendo ser sólo « piadoso » y cumplir con mis « deberes religiosos », se marchita también la relación con Dios. Será únicamente una relación « correcta », pero sin amor. Sólo mi disponibilidad para ayudar al prójimo, para manifestarle amor, me hace sensible también ante Dios. Sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a lo que Dios hace por mí y a lo mucho que me ama. Los Santos —pensemos por ejemplo en la beata Teresa de Calcuta— han adquirido su capacidad de amar al prójimo de manera siempre renovada gracias a su encuentro con el Señor eucarístico y, viceversa, este encuentro ha adquirido realismo y profundidad precisamente en su servicio a los demás. Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero. Así, pues, no se trata ya de un « mandamiento » externo que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de amor nacida desde dentro, un amor que por su propia naturaleza ha de ser ulteriormente comunicado a otros. El amor crece a través del amor. El amor es « divino » porque proviene de Dios y a Dios nos une y, mediante este proceso unificador, nos transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea « todo para todos » (cf. 1 Co 15, 28).

SEGUNDA PARTE

CARITAS

EL EJERCICIO DEL AMOR POR PARTE DE LA IGLESIA COMO « COMUNIDAD DE AMOR »
La caridad de la Iglesia como manifestación del amor trinitario

19. « Ves la Trinidad si ves el amor », escribió san Agustín.[11] En las reflexiones precedentes hemos podido fijar nuestra mirada sobre el Traspasado (cf. Jn 19, 37; Za 12, 10), reconociendo el designio del Padre que, movido por el amor (cf. Jn 3, 16), ha enviado el Hijo unigénito al mundo para redimir al hombre. Al morir en la cruz —como narra el evangelista—, Jesús « entregó el espíritu » (cf. Jn 19, 30), preludio del don del Espíritu Santo que otorgaría después de su resurrección (cf. Jn 20, 22). Se cumpliría así la promesa de los « torrentes de agua viva » que, por la efusión del Espíritu, manarían de las entrañas de los creyentes (cf. Jn 7, 38-39). En efecto, el Espíritu es esa potencia interior que armoniza su corazón con el corazón de Cristo y los mueve a amar a los hermanos como Él los ha amado, cuando se ha puesto a lavar los pies de sus discípulos (cf. Jn 13, 1-13) y, sobre todo, cuando ha entregado su vida por todos (cf. Jn 13, 1; 15, 13).

El Espíritu es también la fuerza que transforma el corazón de la Comunidad eclesial para que sea en el mundo testigo del amor del Padre, que quiere hacer de la humanidad, en su Hijo, una sola familia. Toda la actividad de la Iglesia es una expresión de un amor que busca el bien integral del ser humano: busca su evangelización mediante la Palabra y los Sacramentos, empresa tantas veces heroica en su realización histórica; y busca su promoción en los diversos ámbitos de la actividad humana. Por tanto, el amor es el servicio que presta la Iglesia para atender constantemente los sufrimientos y las necesidades, incluso materiales, de los hombres. Es este aspecto, este servicio de la caridad, al que deseo referirme en esta parte de la Encíclica.

La caridad como tarea de la Iglesia

20. El amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial, y esto en todas sus dimensiones: desde la comunidad local a la Iglesia particular, hasta abarcar a la Iglesia universal en su totalidad. También la Iglesia en cuanto comunidad ha de poner en práctica el amor. En consecuencia, el amor necesita también una organización, como presupuesto para un servicio comunitario ordenado. La Iglesia ha sido consciente de que esta tarea ha tenido una importancia constitutiva para ella desde sus comienzos: « Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían sus posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno » (Hch 2, 44-45). Lucas nos relata esto relacionándolo con una especie de definición de la Iglesia, entre cuyos elementos constitutivos enumera la adhesión a la « enseñanza de los Apóstoles », a la « comunión » (koinonia), a la « fracción del pan » y a la « oración » (cf. Hch 2, 42).
La « comunión » (koinonia), mencionada inicialmente sin especificar, se concreta después en los versículos antes citados: consiste precisamente en que los creyentes tienen todo en común y en que, entre ellos, ya no hay diferencia entre ricos y pobres (cf. también Hch 4, 32-37). A decir verdad, a medida que la Iglesia se extendía, resultaba imposible mantener esta forma radical de comunión material. Pero el núcleo central ha permanecido: en la comunidad de los creyentes no debe haber una forma de pobreza en la que se niegue a alguien los bienes necesarios para una vida decorosa.

21. Un paso decisivo en la difícil búsqueda de soluciones para realizar este principio eclesial fundamental se puede ver en la elección de los siete varones, que fue el principio del ministerio diaconal (cf. Hch 6, 5-6). En efecto, en la Iglesia de los primeros momentos, se había producido una disparidad en el suministro cotidiano a las viudas entre la parte de lengua hebrea y la de lengua griega. Los Apóstoles, a los que estaba encomendado sobre todo « la oración » (Eucaristía y Liturgia) y el « servicio de la Palabra », se sintieron excesivamente cargados con el « servicio de la mesa »; decidieron, pues, reservar para sí su oficio principal y crear para el otro, también necesario en la Iglesia, un grupo de siete personas. Pero este grupo tampoco debía limitarse a un servicio meramente técnico de distribución: debían ser hombres « llenos de Espíritu y de sabiduría » (cf. Hch 6, 1-6). Lo cual significa que el servicio social que desempeñaban era absolutamente concreto, pero sin duda también espiritual al mismo tiempo; por tanto, era un verdadero oficio espiritual el suyo, que realizaba un cometido esencial de la Iglesia, precisamente el del amor bien ordenado al prójimo. Con la formación de este grupo de los Siete, la « diaconía » —el servicio del amor al prójimo ejercido comunitariamente y de modo orgánico— quedaba ya instaurada en la estructura fundamental de la Iglesia misma.

22. Con el paso de los años y la difusión progresiva de la Iglesia, el ejercicio de la caridad se confirmó como uno de sus ámbitos esenciales, junto con la administración de los Sacramentos y el anuncio de la Palabra: practicar el amor hacia las viudas y los huérfanos, los presos, los enfermos y los necesitados de todo tipo, pertenece a su esencia tanto como el servicio de los Sacramentos y el anuncio del Evangelio. La Iglesia no puede descuidar el servicio de la caridad, como no puede omitir los Sacramentos y la Palabra. Para demostrarlo, basten algunas referencias. El mártir Justino († ca. 155), en el contexto de la celebración dominical de los cristianos, describe también su actividad caritativa, unida con la Eucaristía misma. Los que poseen, según sus posibilidades y cada uno cuanto quiere, entregan sus ofrendas al Obispo; éste, con lo recibido, sustenta a los huérfanos, a las viudas y a los que se encuentran en necesidad por enfermedad u otros motivos, así como también a los presos y forasteros.[12] El gran escritor cristiano Tertuliano († después de 220), cuenta cómo la solicitud de los cristianos por los necesitados de cualquier tipo suscitaba el asombro de los paganos.[13] Y cuando Ignacio de Antioquía († ca. 117) llamaba a la Iglesia de Roma como la que « preside en la caridad (agapé) »,[14] se puede pensar que con esta definición quería expresar de algún modo también la actividad caritativa concreta.

23. En este contexto, puede ser útil una referencia a las primitivas estructuras jurídicas del servicio de la caridad en la Iglesia. Hacia la mitad del siglo IV, se va formando en Egipto la llamada « diaconía »; es la estructura que en cada monasterio tenía la responsabilidad sobre el conjunto de las actividades asistenciales, el servicio de la caridad precisamente. A partir de esto, se desarrolla en Egipto hasta el siglo VI una corporación con plena capacidad jurídica, a la que las autoridades civiles confían incluso una cantidad de grano para su distribución pública. No sólo cada monasterio, sino también cada diócesis llegó a tener su diaconía, una institución que se desarrolla sucesivamente, tanto en Oriente como en Occidente. El Papa Gregorio Magno († 604) habla de la diaconía de Nápoles; por lo que se refiere a Roma, las diaconías están documentadas a partir del siglo VII y VIII; pero, naturalmente, ya antes, desde los comienzos, la actividad asistencial a los pobres y necesitados, según los principios de la vida cristiana expuestos en los Hechos de los Apóstoles, era parte esencial en la Iglesia de Roma. Esta función se manifiesta vigorosamente en la figura del diácono Lorenzo († 258). La descripción dramática de su martirio fue conocida ya por san Ambrosio († 397) y, en lo esencial, nos muestra seguramente la auténtica figura de este Santo. A él, como responsable de la asistencia a los pobres de Roma, tras ser apresados sus compañeros y el Papa, se le concedió un cierto tiempo para recoger los tesoros de la Iglesia y entregarlos a las autoridades. Lorenzo distribuyó el dinero disponible a los pobres y luego presentó a éstos a las autoridades como el verdadero tesoro de la Iglesia.[15] Cualquiera que sea la fiabilidad histórica de tales detalles, Lorenzo ha quedado en la memoria de la Iglesia como un gran exponente de la caridad eclesial.

24. Una alusión a la figura del emperador Juliano el Apóstata († 363) puede ilustrar una vez más lo esencial que era para la Iglesia de los primeros siglos la caridad ejercida y organizada. A los seis años, Juliano asistió al asesinato de su padre, de su hermano y de otros parientes a manos de los guardias del palacio imperial; él imputó esta brutalidad —con razón o sin ella— al emperador Constancio, que se tenía por un gran cristiano. Por eso, para él la fe cristiana quedó desacreditada definitivamente. Una vez emperador, decidió restaurar el paganismo, la antigua religión romana, pero también reformarlo, de manera que fuera realmente la fuerza impulsora del imperio. En esta perspectiva, se inspiró ampliamente en el cristianismo. Estableció una jerarquía de metropolitas y sacerdotes. Los sacerdotes debían promover el amor a Dios y al prójimo. Escribía en una de sus cartas[16] que el único aspecto que le impresionaba del cristianismo era la actividad caritativa de la Iglesia. Así pues, un punto determinante para su nuevo paganismo fue dotar a la nueva religión de un sistema paralelo al de la caridad de la Iglesia. Los « Galileos » —así los llamaba— habían logrado con ello su popularidad. Se les debía emular y superar. De este modo, el emperador confirmaba, pues, cómo la caridad era una característica determinante de la comunidad cristiana, de la Iglesia.

25. Llegados a este punto, tomamos de nuestras reflexiones dos datos esenciales:

a) La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los Sacramentos (leiturgia) y servicio de la caridad (diakonia). Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra. Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia.[17]

b) La Iglesia es la familia de Dios en el mundo. En esta familia no debe haber nadie que sufra por falta de lo necesario. Pero, al mismo tiempo, la caritas-agapé supera los confines de la Iglesia; la parábola del buen Samaritano sigue siendo el criterio de comportamiento y muestra la universalidad del amor que se dirige hacia el necesitado encontrado « casualmente » (cf. Lc 10, 31), quienquiera que sea. No obstante, quedando a salvo la universalidad del amor, también se da la exigencia específicamente eclesial de que, precisamente en la Iglesia misma como familia, ninguno de sus miembros sufra por encontrarse en necesidad. En este sentido, siguen teniendo valor las palabras de la Carta a los Gálatas: « Mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe » (6, 10).

Justicia y caridad

26. Desde el siglo XIX se ha planteado una objeción contra la actividad caritativa de la Iglesia, desarrollada después con insistencia sobre todo por el pensamiento marxista. Los pobres, se dice, no necesitan obras de caridad, sino de justicia. Las obras de caridad —la limosna— serían en realidad un modo para que los ricos eludan la instauración de la justicia y acallen su conciencia, conservando su propia posición social y despojando a los pobres de sus derechos. En vez de contribuir con obras aisladas de caridad a mantener las condiciones existentes, haría falta crear un orden justo, en el que todos reciban su parte de los bienes del mundo y, por lo tanto, no necesiten ya las obras de caridad. Se debe reconocer que en esta argumentación hay algo de verdad, pero también bastantes errores. Es cierto que una norma fundamental del Estado debe ser perseguir la justicia y que el objetivo de un orden social justo es garantizar a cada uno, respetando el principio de subsidiaridad, su parte de los bienes comunes. Eso es lo que ha subrayado también la doctrina cristiana sobre el Estado y la doctrina social de la Iglesia. La cuestión del orden justo de la colectividad, desde un punto de vista histórico, ha entrado en una nueva fase con la formación de la sociedad industrial en el siglo XIX. El surgir de la industria moderna ha desbaratado las viejas estructuras sociales y, con la masa de los asalariados, ha provocado un cambio radical en la configuración de la sociedad, en la cual la relación entre el capital y el trabajo se ha convertido en la cuestión decisiva, una cuestión que, en estos términos, era desconocida hasta entonces. Desde ese momento, los medios de producción y el capital eran el nuevo poder que, estando en manos de pocos, comportaba para las masas obreras una privación de derechos contra la cual había que rebelarse.

27. Se debe admitir que los representantes de la Iglesia percibieron sólo lentamente que el problema de la estructura justa de la sociedad se planteaba de un modo nuevo. No faltaron pioneros: uno de ellos, por ejemplo, fue el Obispo Ketteler de Maguncia († 1877). Para hacer frente a las necesidades concretas surgieron también círculos, asociaciones, uniones, federaciones y, sobre todo, nuevas Congregaciones religiosas, que en el siglo XIX se dedicaron a combatir la pobreza, las enfermedades y las situaciones de carencia en el campo educativo. En 1891, se interesó también el magisterio pontificio con la EncíclicaRerum novarum de León XIII. Siguió con la Encíclica de Pío XIQuadragesimo anno, en 1931. En 1961, el beato Papa Juan XXIII publicó la Encíclica Mater et Magistra, mientras que Pablo VI, en la Encíclica Populorum progressio (1967) y en la Carta apostólicaOctogesima adveniens (1971), afrontó con insistencia la problemática social que, entre tanto, se había agudizado sobre todo en Latinoamérica. Mi gran predecesor Juan Pablo II nos ha dejado una trilogía de Encíclicas sociales: Laborem exercens(1981), Sollicitudo rei socialis (1987) y Centesimus annus(1991). Así pues, cotejando situaciones y problemas nuevos cada vez, se ha ido desarrollando una doctrina social católica, que en 2004 ha sido presentada de modo orgánico en el Compendio de la doctrina social de la Iglesia, redactado por el Consejo Pontificio Iustitia et Pax. El marxismo había presentado la revolución mundial y su preparación como la panacea para los problemas sociales: mediante la revolución y la consiguiente colectivización de los medios de producción —se afirmaba en dicha doctrina— todo iría repentinamente de modo diferente y mejor. Este sueño se ha desvanecido. En la difícil situación en la que nos encontramos hoy, a causa también de la globalización de la economía, la doctrina social de la Iglesia se ha convertido en una indicación fundamental, que propone orientaciones válidas mucho más allá de sus confines: estas orientaciones —ante el avance del progreso— se han de afrontar en diálogo con todos los que se preocupan seriamente por el hombre y su mundo.

28. Para definir con más precisión la relación entre el compromiso necesario por la justicia y el servicio de la caridad, hay que tener en cuenta dos situaciones de hecho:

a) El orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política. Un Estado que no se rigiera según la justicia se reduciría a una gran banda de ladrones, dijo una vez Agustín: « Remota itaque iustitia quid sunt regna nisi magna latrocinia? ».[18] Es propio de la estructura fundamental del cristianismo la distinción entre lo que es del César y lo que es de Dios (cf. Mt 22, 21), esto es, entre Estado e Iglesia o, como dice el Concilio Vaticano II, el reconocimiento de la autonomía de las realidades temporales.[19] El Estado no puede imponer la religión, pero tiene que garantizar su libertad y la paz entre los seguidores de las diversas religiones; la Iglesia, como expresión social de la fe cristiana, por su parte, tiene su independencia y vive su forma comunitaria basada en la fe, que el Estado debe respetar. Son dos esferas distintas, pero siempre en relación recíproca.

La justicia es el objeto y, por tanto, también la medida intrínseca de toda política. La política es más que una simple técnica para determinar los ordenamientos públicos: su origen y su meta están precisamente en la justicia, y ésta es de naturaleza ética. Así, pues, el Estado se encuentra inevitablemente de hecho ante la cuestión de cómo realizar la justicia aquí y ahora. Pero esta pregunta presupone otra más radical: ¿qué es la justicia? Éste es un problema que concierne a la razón práctica; pero para llevar a cabo rectamente su función, la razón ha de purificarse constantemente, porque su ceguera ética, que deriva de la preponderancia del interés y del poder que la deslumbran, es un peligro que nunca se puede descartar totalmente.

En este punto, política y fe se encuentran. Sin duda, la naturaleza específica de la fe es la relación con el Dios vivo, un encuentro que nos abre nuevos horizontes mucho más allá del ámbito propio de la razón. Pero, al mismo tiempo, es una fuerza purificadora para la razón misma. Al partir de la perspectiva de Dios, la libera de su ceguera y la ayuda así a ser mejor ella misma. La fe permite a la razón desempeñar del mejor modo su cometido y ver más claramente lo que le es propio. En este punto se sitúa la doctrina social católica: no pretende otorgar a la Iglesia un poder sobre el Estado. Tampoco quiere imponer a los que no comparten la fe sus propias perspectivas y modos de comportamiento. Desea simplemente contribuir a la purificación de la razón y aportar su propia ayuda para que lo que es justo, aquí y ahora, pueda ser reconocido y después puesto también en práctica.

La doctrina social de la Iglesia argumenta desde la razón y el derecho natural, es decir, a partir de lo que es conforme a la naturaleza de todo ser humano. Y sabe que no es tarea de la Iglesia el que ella misma haga valer políticamente esta doctrina: quiere servir a la formación de las conciencias en la política y contribuir a que crezca la percepción de las verdaderas exigencias de la justicia y, al mismo tiempo, la disponibilidad para actuar conforme a ella, aun cuando esto estuviera en contraste con situaciones de intereses personales. Esto significa que la construcción de un orden social y estatal justo, mediante el cual se da a cada uno lo que le corresponde, es una tarea fundamental que debe afrontar de nuevo cada generación. Tratándose de un quehacer político, esto no puede ser un cometido inmediato de la Iglesia. Pero, como al mismo tiempo es una tarea humana primaria, la Iglesia tiene el deber de ofrecer, mediante la purificación de la razón y la formación ética, su contribución específica, para que las exigencias de la justicia sean comprensibles y políticamente realizables.

La Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la sociedad más justa posible. No puede ni debe sustituir al Estado. Pero tampoco puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia. Debe insertarse en ella a través de la argumentación racional y debe despertar las fuerzas espirituales, sin las cuales la justicia, que siempre exige también renuncias, no puede afirmarse ni prosperar. La sociedad justa no puede ser obra de la Iglesia, sino de la política. No obstante, le interesa sobremanera trabajar por la justicia esforzándose por abrir la inteligencia y la voluntad a las exigencias del bien.

b) El amor —caritas— siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa. No hay orden estatal, por justo que sea, que haga superfluo el servicio del amor. Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre. Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad. Siempre se darán también situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo.[20] El Estado que quiere proveer a todo, que absorbe todo en sí mismo, se convierte en definitiva en una instancia burocrática que no puede asegurar lo más esencial que el hombre afligido —cualquier ser humano— necesita: una entrañable atención personal. Lo que hace falta no es un Estado que regule y domine todo, sino que generosamente reconozca y apoye, de acuerdo con el principio de subsidiaridad, las iniciativas que surgen de las diversas fuerzas sociales y que unen la espontaneidad con la cercanía a los hombres necesitados de auxilio. La Iglesia es una de estas fuerzas vivas: en ella late el dinamismo del amor suscitado por el Espíritu de Cristo. Este amor no brinda a los hombres sólo ayuda material, sino también sosiego y cuidado del alma, un ayuda con frecuencia más necesaria que el sustento material. La afirmación según la cual las estructuras justas harían superfluas las obras de caridad, esconde una concepción materialista del hombre: el prejuicio de que el hombre vive « sólo de pan » (Mt 4, 4; cf. Dt 8, 3), una concepción que humilla al hombre e ignora precisamente lo que es más específicamente humano.

29. De este modo podemos ahora determinar con mayor precisión la relación que existe en la vida de la Iglesia entre el empeño por el orden justo del Estado y la sociedad, por un lado y, por otro, la actividad caritativa organizada. Ya se ha dicho que el establecimiento de estructuras justas no es un cometido inmediato de la Iglesia, sino que pertenece a la esfera de la política, es decir, de la razón autorresponsable. En esto, la tarea de la Iglesia es mediata, ya que le corresponde contribuir a la purificación de la razón y reavivar las fuerzas morales, sin lo cual no se instauran estructuras justas, ni éstas pueden ser operativas a largo plazo.

El deber inmediato de actuar en favor de un orden justo en la sociedad es más bien propio de los fieles laicos. Como ciudadanos del Estado, están llamados a participar en primera persona en la vida pública. Por tanto, no pueden eximirse de la « multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común ».[21] La misión de los fieles es, por tanto, configurar rectamente la vida social, respetando su legítima autonomía y cooperando con los otros ciudadanos según las respectivas competencias y bajo su propia responsabilidad.[22] Aunque las manifestaciones de la caridad eclesial nunca pueden confundirse con la actividad del Estado, sigue siendo verdad que la caridad debe animar toda la existencia de los fieles laicos y, por tanto, su actividad política, vivida como « caridad social ».[23]

Las organizaciones caritativas de la Iglesia, sin embargo, son un opus proprium suyo, un cometido que le es congenial, en el que ella no coopera colateralmente, sino que actúa como sujeto directamente responsable, haciendo algo que corresponde a su naturaleza. La Iglesia nunca puede sentirse dispensada del ejercicio de la caridad como actividad organizada de los creyentes y, por otro lado, nunca habrá situaciones en las que no haga falta la caridad de cada cristiano individualmente, porque el hombre, más allá de la justicia, tiene y tendrá siempre necesidad de amor.

Las múltiples estructuras de servicio caritativo en el contexto social actual

30. Antes de intentar definir el perfil específico de la actividad eclesial al servicio del hombre, quisiera considerar ahora la situación general del compromiso por la justicia y el amor en el mundo actual.

a) Los medios de comunicación de masas han como empequeñecido hoy nuestro planeta, acercando rápidamente a hombres y culturas muy diferentes. Si bien este « estar juntos » suscita a veces incomprensiones y tensiones, el hecho de que ahora se conozcan de manera mucho más inmediata las necesidades de los hombres es también una llamada sobre todo a compartir situaciones y dificultades. Vemos cada día lo mucho que se sufre en el mundo a causa de tantas formas de miseria material o espiritual, no obstante los grandes progresos en el campo de la ciencia y de la técnica. Así pues, el momento actual requiere una nueva disponibilidad para socorrer al prójimo necesitado. El Concilio Vaticano II lo ha subrayado con palabras muy claras: « Al ser más rápidos los medios de comunicación, se ha acortado en cierto modo la distancia entre los hombres y todos los habitantes del mundo [...]. La acción caritativa puede y debe abarcar hoy a todos los hombres y todas sus necesidades ».[24]

Por otra parte —y éste es un aspecto provocativo y a la vez estimulante del proceso de globalización—, ahora se puede contar con innumerables medios para prestar ayuda humanitaria a los hermanos y hermanas necesitados, como son los modernos sistemas para la distribución de comida y ropa, así como también para ofrecer alojamiento y acogida. La solicitud por el prójimo, pues, superando los confines de las comunidades nacionales, tiende a extender su horizonte al mundo entero. El Concilio Vaticano II ha hecho notar oportunamente que « entre los signos de nuestro tiempo es digno de mención especial el creciente e inexcusable sentido de solidaridad entre todos los pueblos ».[25] Los organismos del Estado y las asociaciones humanitarias favorecen iniciativas orientadas a este fin, generalmente mediante subsidios o desgravaciones fiscales en un caso, o poniendo a disposición considerables recursos, en otro. De este modo, la solidaridad expresada por la sociedad civil supera de manera notable a la realizada por las personas individualmente.

b) En esta situación han surgido numerosas formas nuevas de colaboración entre entidades estatales y eclesiales, que se han demostrado fructíferas. Las entidades eclesiales, con la transparencia en su gestión y la fidelidad al deber de testimoniar el amor, podrán animar cristianamente también a las instituciones civiles, favoreciendo una coordinación mutua que seguramente ayudará a la eficacia del servicio caritativo.[26] También se han formado en este contexto múltiples organizaciones con objetivos caritativos o filantrópicos, que se esfuerzan por lograr soluciones satisfactorias desde el punto de vista humanitario a los problemas sociales y políticos existentes. Un fenómeno importante de nuestro tiempo es el nacimiento y difusión de muchas formas de voluntariado que se hacen cargo de múltiples servicios.[27] A este propósito, quisiera dirigir una palabra especial de aprecio y gratitud a todos los que participan de diversos modos en estas actividades. Esta labor tan difundida es una escuela de vida para los jóvenes, que educa a la solidaridad y a estar disponibles para dar no sólo algo, sino a sí mismos. De este modo, frente a la anticultura de la muerte, que se manifiesta por ejemplo en la droga, se contrapone el amor, que no se busca a sí mismo, sino que, precisamente en la disponibilidad a « perderse a sí mismo » (cf. Lc 17, 33 y par.) en favor del otro, se manifiesta como cultura de la vida.

También en la Iglesia católica y en otras Iglesias y Comunidades eclesiales han aparecido nuevas formas de actividad caritativa y otras antiguas han resurgido con renovado impulso. Son formas en las que frecuentemente se logra establecer un acertado nexo entre evangelización y obras de caridad. Deseo corroborar aquí expresamente lo que mi gran predecesor Juan Pablo II dijo en su Encíclica Sollicitudo rei socialis,[28] cuando declaró la disponibilidad de la Iglesia católica a colaborar con las organizaciones caritativas de estas Iglesias y Comunidades, puesto que todos nos movemos por la misma motivación fundamental y tenemos los ojos puestos en el mismo objetivo: un verdadero humanismo, que reconoce en el hombre la imagen de Dios y quiere ayudarlo a realizar una vida conforme a esta dignidad. La Encíclica Ut unum sint destacó después, una vez más, que para un mejor desarrollo del mundo es necesaria la voz común de los cristianos, su compromiso « para que triunfe el respeto de los derechos y de las necesidades de todos, especialmente de los pobres, los marginados y los indefensos ».[29] Quisiera expresar mi alegría por el hecho de que este deseo haya encontrado amplio eco en numerosas iniciativas en todo el mundo.

El perfil específico de la actividad caritativa de la Iglesia

31. En el fondo, el aumento de organizaciones diversificadas que trabajan en favor del hombre en sus diversas necesidades, se explica por el hecho de que el imperativo del amor al prójimo ha sido grabado por el Creador en la naturaleza misma del hombre. Pero es también un efecto de la presencia del cristianismo en el mundo, que reaviva continuamente y hace eficaz este imperativo, a menudo tan empañado a lo largo de la historia. La mencionada reforma del paganismo intentada por el emperador Juliano el Apóstata, es sólo un testimonio inicial de dicha eficacia. En este sentido, la fuerza del cristianismo se extiende mucho más allá de las fronteras de la fe cristiana. Por tanto, es muy importante que la actividad caritativa de la Iglesia mantenga todo su esplendor y no se diluya en una organización asistencial genérica, convirtiéndose simplemente en una de sus variantes. Pero, ¿cuáles son los elementos que constituyen la esencia de la caridad cristiana y eclesial?

a) Según el modelo expuesto en la parábola del buen Samaritano, la caridad cristiana es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación: los hambrientos han de ser saciados, los desnudos vestidos, los enfermos atendidos para que se recuperen, los prisioneros visitados, etc. Las organizaciones caritativas de la Iglesia, comenzando por Cáritas (diocesana, nacional, internacional), han de hacer lo posible para poner a disposición los medios necesarios y, sobre todo, los hombres y mujeres que desempeñan estos cometidos. Por lo que se refiere al servicio que se ofrece a los que sufren, es preciso que sean competentes profesionalmente: quienes prestan ayuda han de ser formados de manera que sepan hacer lo más apropiado y de la manera más adecuada, asumiendo el compromiso de que se continúe después las atenciones necesarias. Un primer requisito fundamental es la competencia profesional, pero por sí sola no basta. En efecto, se trata de seres humanos, y los seres humanos necesitan siempre algo más que una atención sólo técnicamente correcta. Necesitan humanidad. Necesitan atención cordial. Cuantos trabajan en las instituciones caritativas de la Iglesia deben distinguirse por no limitarse a realizar con destreza lo más conveniente en cada momento, sino por su dedicación al otro con una atención que sale del corazón, para que el otro experimente su riqueza de humanidad. Por eso, dichos agentes, además de la preparación profesional, necesitan también y sobre todo una « formación del corazón »: se les ha de guiar hacia ese encuentro con Dios en Cristo, que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad (cf. Ga 5, 6).

b) La actividad caritativa cristiana ha de ser independiente de partidos e ideologías. No es un medio para transformar el mundo de manera ideológica y no está al servicio de estrategias mundanas, sino que es la actualización aquí y ahora del amor que el hombre siempre necesita. Los tiempos modernos, sobre todo desde el siglo XIX, están dominados por una filosofía del progreso con diversas variantes, cuya forma más radical es el marxismo. Una parte de la estrategia marxista es la teoría del empobrecimiento: quien en una situación de poder injusto ayuda al hombre con iniciativas de caridad —afirma— se pone de hecho al servicio de ese sistema injusto, haciéndolo aparecer soportable, al menos hasta cierto punto. Se frena así el potencial revolucionario y, por tanto, se paraliza la insurrección hacia un mundo mejor. De aquí el rechazo y el ataque a la caridad como un sistema conservador del statu quo. En realidad, ésta es una filosofía inhumana. El hombre que vive en el presente es sacrificado al Moloc del futuro, un futuro cuya efectiva realización resulta por lo menos dudosa. La verdad es que no se puede promover la humanización del mundo renunciando, por el momento, a comportarse de manera humana. A un mundo mejor se contribuye solamente haciendo el bien ahora y en primera persona, con pasión y donde sea posible, independientemente de estrategias y programas de partido. El programa del cristiano —el programa del buen Samaritano, el programa de Jesús— es un « corazón que ve ». Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia. Obviamente, cuando la actividad caritativa es asumida por la Iglesia como iniciativa comunitaria, a la espontaneidad del individuo debe añadirse también la programación, la previsión, la colaboración con otras instituciones similares.

c) Además, la caridad no ha de ser un medio en función de lo que hoy se considera proselitismo. El amor es gratuito; no se practica para obtener otros objetivos.[30] Pero esto no significa que la acción caritativa deba, por decirlo así, dejar de lado a Dios y a Cristo. Siempre está en juego todo el hombre. Con frecuencia, la raíz más profunda del sufrimiento es precisamente la ausencia de Dios. Quien ejerce la caridad en nombre de la Iglesia nunca tratará de imponer a los demás la fe de la Iglesia. Es consciente de que el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en el que creemos y que nos impulsa a amar. El cristiano sabe cuando es tiempo de hablar de Dios y cuando es oportuno callar sobre Él, dejando que hable sólo el amor. Sabe que Dios es amor (1 Jn 4, 8) y que se hace presente justo en los momentos en que no se hace más que amar. Y, sabe —volviendo a las preguntas de antes— que el desprecio del amor es vilipendio de Dios y del hombre, es el intento de prescindir de Dios. En consecuencia, la mejor defensa de Dios y del hombre consiste precisamente en el amor. Las organizaciones caritativas de la Iglesia tienen el cometido de reforzar esta conciencia en sus propios miembros, de modo que a través de su actuación —así como por su hablar, su silencio, su ejemplo— sean testigos creíbles de Cristo.

Los responsables de la acción caritativa de la Iglesia

32. Finalmente, debemos dirigir nuestra atención a los responsables de la acción caritativa de la Iglesia ya mencionados. En las reflexiones precedentes se ha visto claro que el verdadero sujeto de las diversas organizaciones católicas que desempeñan un servicio de caridad es la Iglesia misma, y eso a todos los niveles, empezando por las parroquias, a través de las Iglesias particulares, hasta llegar a la Iglesia universal. Por esto fue muy oportuno que mi venerado predecesor Pablo VI instituyera el Consejo Pontificio Cor unum como organismo de la Santa Sede responsable para la orientación y coordinación entre las organizaciones y las actividades caritativas promovidas por la Iglesia católica. Además, es propio de la estructura episcopal de la Iglesia que los obispos, como sucesores de los Apóstoles, tengan en las Iglesias particulares la primera responsabilidad de cumplir, también hoy, el programa expuesto en los Hechos de los Apóstoles (cf. 2, 42-44): la Iglesia, como familia de Dios, debe ser, hoy como ayer, un lugar de ayuda recíproca y al mismo tiempo de disponibilidad para servir también a cuantos fuera de ella necesitan ayuda. Durante el rito de la ordenación episcopal, el acto de consagración propiamente dicho está precedido por algunas preguntas al candidato, en las que se expresan los elementos esenciales de su oficio y se le recuerdan los deberes de su futuro ministerio. En este contexto, el ordenando promete expresamente que será, en nombre del Señor, acogedor y misericordioso para con los más pobres y necesitados de consuelo y ayuda.[31] El Código de Derecho Canónico, en los cánones relativos al ministerio episcopal, no habla expresamente de la caridad como un ámbito específico de la actividad episcopal, sino sólo, de modo general, del deber del Obispo de coordinar las diversas obras de apostolado respetando su propia índole.[32] Recientemente, no obstante, el Directorio para el ministerio pastoral de los obispos ha profundizado más concretamente el deber de la caridad como cometido intrínseco de toda la Iglesia y del Obispo en su diócesis,[33] y ha subrayado que el ejercicio de la caridad es una actividad de la Iglesia como tal y que forma parte esencial de su misión originaria, al igual que el servicio de la Palabra y los Sacramentos.[34]

33. Por lo que se refiere a los colaboradores que desempeñan en la práctica el servicio de la caridad en la Iglesia, ya se ha dicho lo esencial: no han de inspirarse en los esquemas que pretenden mejorar el mundo siguiendo una ideología, sino dejarse guiar por la fe que actúa por el amor (cf. Ga 5, 6). Han de ser, pues, personas movidas ante todo por el amor de Cristo, personas cuyo corazón ha sido conquistado por Cristo con su amor, despertando en ellos el amor al prójimo. El criterio inspirador de su actuación debería ser lo que se dice en la Segunda carta a los Corintios: « Nos apremia el amor de Cristo » (5, 14). La conciencia de que, en Él, Dios mismo se ha entregado por nosotros hasta la muerte, tiene que llevarnos a vivir no ya para nosotros mismos, sino para Él y, con Él, para los demás. Quien ama a Cristo ama a la Iglesia y quiere que ésta sea cada vez más expresión e instrumento del amor que proviene de Él. El colaborador de toda organización caritativa católica quiere trabajar con la Iglesia y, por tanto, con el Obispo, con el fin de que el amor de Dios se difunda en el mundo. Por su participación en el servicio de amor de la Iglesia, desea ser testigo de Dios y de Cristo y, precisamente por eso, hacer el bien a los hombres gratuitamente.

34. La apertura interior a la dimensión católica de la Iglesia ha de predisponer al colaborador a sintonizar con las otras organizaciones en el servicio a las diversas formas de necesidad; pero esto debe hacerse respetando la fisonomía específica del servicio que Cristo pidió a sus discípulos. En su himno a la caridad (cf. 1 Co 13), san Pablo nos enseña que ésta es siempre algo más que una simple actividad: « Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve » (v. 3). Este himno debe ser la Carta Magna de todo el servicio eclesial; en él se resumen todas las reflexiones que he expuesto sobre el amor a lo largo de esta Carta encíclica. La actuación práctica resulta insuficiente si en ella no se puede percibir el amor por el hombre, un amor que se alimenta en el encuentro con Cristo. La íntima participación personal en las necesidades y sufrimientos del otro se convierte así en un darme a mí mismo: para que el don no humille al otro, no solamente debo darle algo mío, sino a mí mismo; he de ser parte del don como persona.

35. Éste es un modo de servir que hace humilde al que sirve. No adopta una posición de superioridad ante el otro, por miserable que sea momentáneamente su situación. Cristo ocupó el último puesto en el mundo —la cruz—, y precisamente con esta humildad radical nos ha redimido y nos ayuda constantemente. Quien es capaz de ayudar reconoce que, precisamente de este modo, también él es ayudado; el poder ayudar no es mérito suyo ni motivo de orgullo. Esto es gracia. Cuanto más se esfuerza uno por los demás, mejor comprenderá y hará suya la palabra de Cristo: « Somos unos pobres siervos » (Lc 17,10). En efecto, reconoce que no actúa fundándose en una superioridad o mayor capacidad personal, sino porque el Señor le concede este don. A veces, el exceso de necesidades y lo limitado de sus propias actuaciones le harán sentir la tentación del desaliento. Pero, precisamente entonces, le aliviará saber que, en definitiva, él no es más que un instrumento en manos del Señor; se liberará así de la presunción de tener que mejorar el mundo —algo siempre necesario— en primera persona y por sí solo. Hará con humildad lo que le es posible y, con humildad, confiará el resto al Señor. Quien gobierna el mundo es Dios, no nosotros. Nosotros le ofrecemos nuestro servicio sólo en lo que podemos y hasta que Él nos dé fuerzas. Sin embargo, hacer todo lo que está en nuestras manos con las capacidades que tenemos, es la tarea que mantiene siempre activo al siervo bueno de Jesucristo: « Nos apremia el amor de Cristo » (2 Co 5, 14).

36. La experiencia de la inmensa necesidad puede, por un lado, inclinarnos hacia la ideología que pretende realizar ahora lo que, según parece, no consigue el gobierno de Dios sobre el mundo: la solución universal de todos los problemas. Por otro, puede convertirse en una tentación a la inercia ante la impresión de que, en cualquier caso, no se puede hacer nada. En esta situación, el contacto vivo con Cristo es la ayuda decisiva para continuar en el camino recto: ni caer en una soberbia que desprecia al hombre y en realidad nada construye, sino que más bien destruye, ni ceder a la resignación, la cual impediría dejarse guiar por el amor y así servir al hombre. La oración se convierte en estos momentos en una exigencia muy concreta, como medio para recibir constantemente fuerzas de Cristo. Quien reza no desperdicia su tiempo, aunque todo haga pensar en una situación de emergencia y parezca impulsar sólo a la acción. La piedad no escatima la lucha contra la pobreza o la miseria del prójimo. La beata Teresa de Calcuta es un ejemplo evidente de que el tiempo dedicado a Dios en la oración no sólo deja de ser un obstáculo para la eficacia y la dedicación al amor al prójimo, sino que es en realidad una fuente inagotable para ello. En su carta para la Cuaresma de 1996 la beata escribía a sus colaboradores laicos: « Nosotros necesitamos esta unión íntima con Dios en nuestra vida cotidiana. Y ¿cómo podemos conseguirla? A través de la oración ».

37. Ha llegado el momento de reafirmar la importancia de la oración ante el activismo y el secularismo de muchos cristianos comprometidos en el servicio caritativo. Obviamente, el cristiano que reza no pretende cambiar los planes de Dios o corregir lo que Dios ha previsto. Busca más bien el encuentro con el Padre de Jesucristo, pidiendo que esté presente, con el consuelo de su Espíritu, en él y en su trabajo. La familiaridad con el Dios personal y el abandono a su voluntad impiden la degradación del hombre, lo salvan de la esclavitud de doctrinas fanáticas y terroristas. Una actitud auténticamente religiosa evita que el hombre se erija en juez de Dios, acusándolo de permitir la miseria sin sentir compasión por sus criaturas. Pero quien pretende luchar contra Dios apoyándose en el interés del hombre, ¿con quién podrá contar cuando la acción humana se declare impotente?

38. Es cierto que Job puede quejarse ante Dios por el sufrimiento incomprensible y aparentemente injustificable que hay en el mundo. Por eso, en su dolor, dice: « ¡Quién me diera saber encontrarle, poder llegar a su morada!... Sabría las palabras de su réplica, comprendería lo que me dijera. ¿Precisaría gran fuerza para disputar conmigo?... Por eso estoy, ante él, horrorizado, y cuanto más lo pienso, más me espanta. Dios me ha enervado el corazón, el Omnipotente me ha aterrorizado » (23, 3.5-6.15-16). A menudo no se nos da a conocer el motivo por el que Dios frena su brazo en vez de intervenir. Por otra parte, Él tampoco nos impide gritar como Jesús en la cruz: « Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? » (Mt 27, 46). Deberíamos permanecer con esta pregunta ante su rostro, en diálogo orante: « ¿Hasta cuándo, Señor, vas a estar sin hacer justicia, tú que eres santo y veraz? » (cf. Ap6, 10). San Agustín da a este sufrimiento nuestro la respuesta de la fe: « Si comprehendis, non est Deus », si lo comprendes, entonces no es Dios.[35] Nuestra protesta no quiere desafiar a Dios, ni insinuar en Él algún error, debilidad o indiferencia. Para el creyente no es posible pensar que Él sea impotente, o bien que « tal vez esté dormido » (1 R 18, 27). Es cierto, más bien, que incluso nuestro grito es, como en la boca de Jesús en la cruz, el modo extremo y más profundo de afirmar nuestra fe en su poder soberano. En efecto, los cristianos siguen creyendo, a pesar de todas las incomprensiones y confusiones del mundo que les rodea, en la « bondad de Dios y su amor al hombre » (Tt 3, 4). Aunque estén inmersos como los demás hombres en las dramáticas y complejas vicisitudes de la historia, permanecen firmes en la certeza de que Dios es Padre y nos ama, aunque su silencio siga siendo incomprensible para nosotros.

39. Fe, esperanza y caridad están unidas. La esperanza se relaciona prácticamente con la virtud de la paciencia, que no desfallece ni siquiera ante el fracaso aparente, y con la humildad, que reconoce el misterio de Dios y se fía de Él incluso en la oscuridad. La fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo y así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor. De este modo transforma nuestra impaciencia y nuestras dudas en la esperanza segura de que el mundo está en manos de Dios y que, no obstante las oscuridades, al final vencerá Él, como luminosamente muestra el Apocalipsis mediante sus imágenes sobrecogedoras. La fe, que hace tomar conciencia del amor de Dios revelado en el corazón traspasado de Jesús en la cruz, suscita a su vez el amor. El amor es una luz —en el fondo la única— que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar. El amor es posible, y nosotros podemos ponerlo en práctica porque hemos sido creados a imagen de Dios. Vivir el amor y, así, llevar la luz de Dios al mundo: a esto quisiera invitar con esta Encíclica.

CONCLUSIÓN

40. Contemplemos finalmente a los Santos, a quienes han ejercido de modo ejemplar la caridad. Pienso particularmente en Martín de Tours († 397), que primero fue soldado y después monje y obispo: casi como un icono, muestra el valor insustituible del testimonio individual de la caridad. A las puertas de Amiens compartió su manto con un pobre; durante la noche, Jesús mismo se le apareció en sueños revestido de aquel manto, confirmando la perenne validez de las palabras del Evangelio: « Estuve desnudo y me vestisteis... Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis » (Mt 25, 36. 40).[36] Pero ¡cuántos testimonios más de caridad pueden citarse en la historia de la Iglesia! Particularmente todo el movimiento monástico, desde sus comienzos con san Antonio Abad († 356), muestra un servicio ingente de caridad hacia el prójimo. Al confrontarse « cara a cara » con ese Dios que es Amor, el monje percibe la exigencia apremiante de transformar toda su vida en un servicio al prójimo, además de servir a Dios. Así se explican las grandes estructuras de acogida, hospitalidad y asistencia surgidas junto a los monasterios. Se explican también las innumerables iniciativas de promoción humana y de formación cristiana destinadas especialmente a los más pobres de las que se han hecho cargo las Órdenes monásticas y Mendicantes primero, y después los diversos Institutos religiosos masculinos y femeninos a lo largo de toda la historia de la Iglesia. Figuras de Santos como Francisco de Asís, Ignacio de Loyola, Juan de Dios, Camilo de Lelis, Vicente de Paúl, Luisa de Marillac, José B. Cottolengo, Juan Bosco, Luis Orione, Teresa de Calcuta —por citar sólo algunos nombres— siguen siendo modelos insignes de caridad social para todos los hombres de buena voluntad. Los Santos son los verdaderos portadores de luz en la historia, porque son hombres y mujeres de fe, esperanza y amor.

41. Entre los Santos, sobresale María, Madre del Señor y espejo de toda santidad. El Evangelio de Lucas la muestra atareada en un servicio de caridad a su prima Isabel, con la cual permaneció « unos tres meses » (1, 56) para atenderla durante el embarazo. « Magnificat anima mea Dominum », dice con ocasión de esta visita —« proclama mi alma la grandeza del Señor »— (Lc 1, 46), y con ello expresa todo el programa de su vida: no ponerse a sí misma en el centro, sino dejar espacio a Dios, a quien encuentra tanto en la oración como en el servicio al prójimo; sólo entonces el mundo se hace bueno. María es grande precisamente porque quiere enaltecer a Dios en lugar de a sí misma. Ella es humilde: no quiere ser sino la sierva del Señor (cf. Lc 1, 38. 48). Sabe que contribuye a la salvación del mundo, no con una obra suya, sino sólo poniéndose plenamente a disposición de la iniciativa de Dios. Es una mujer de esperanza: sólo porque cree en las promesas de Dios y espera la salvación de Israel, el ángel puede presentarse a ella y llamarla al servicio total de estas promesas. Es una mujer de fe: « ¡Dichosa tú, que has creído! », le dice Isabel (Lc 1, 45). El Magníficat —un retrato de su alma, por decirlo así— está completamente tejido por los hilos tomados de la Sagrada Escritura, de la Palabra de Dios. Así se pone de relieve que la Palabra de Dios es verdaderamente su propia casa, de la cual sale y entra con toda naturalidad. Habla y piensa con la Palabra de Dios; la Palabra de Dios se convierte en palabra suya, y su palabra nace de la Palabra de Dios. Así se pone de manifiesto, además, que sus pensamientos están en sintonía con el pensamiento de Dios, que su querer es un querer con Dios. Al estar íntimamente penetrada por la Palabra de Dios, puede convertirse en madre de la Palabra encarnada. María es, en fin, una mujer que ama. ¿Cómo podría ser de otro modo? Como creyente, que en la fe piensa con el pensamiento de Dios y quiere con la voluntad de Dios, no puede ser más que una mujer que ama. Lo intuimos en sus gestos silenciosos que nos narran los relatos evangélicos de la infancia. Lo vemos en la delicadeza con la que en Caná se percata de la necesidad en la que se encuentran los esposos, y lo hace presente a Jesús. Lo vemos en la humildad con que acepta ser como olvidada en el período de la vida pública de Jesús, sabiendo que el Hijo tiene que fundar ahora una nueva familia y que la hora de la Madre llegará solamente en el momento de la cruz, que será la verdadera hora de Jesús (cf. Jn 2, 4; 13, 1). Entonces, cuando los discípulos hayan huido, ella permanecerá al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25-27); más tarde, en el momento de Pentecostés, serán ellos los que se agrupen en torno a ella en espera del Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14).

42. La vida de los Santos no comprende sólo su biografía terrena, sino también su vida y actuación en Dios después de la muerte. En los Santos es evidente que, quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos. En nadie lo vemos mejor que en María. La palabra del Crucificado al discípulo —a Juan y, por medio de él, a todos los discípulos de Jesús: « Ahí tienes a tu madre » (Jn 19, 27)— se hace de nuevo verdadera en cada generación. María se ha convertido efectivamente en Madre de todos los creyentes. A su bondad materna, así como a su pureza y belleza virginal, se dirigen los hombres de todos los tiempos y de todas las partes del mundo en sus necesidades y esperanzas, en sus alegrías y contratiempos, en su soledad y en su convivencia. Y siempre experimentan el don de su bondad; experimentan el amor inagotable que derrama desde lo más profundo de su corazón. Los testimonios de gratitud, que le manifiestan en todos los continentes y en todas las culturas, son el reconocimiento de aquel amor puro que no se busca a sí mismo, sino que sencillamente quiere el bien. La devoción de los fieles muestra al mismo tiempo la intuición infalible de cómo es posible este amor: se alcanza merced a la unión más íntima con Dios, en virtud de la cual se está embargado totalmente de Él, una condición que permite a quien ha bebido en el manantial del amor de Dios convertirse a sí mismo en un manantial « del que manarán torrentes de agua viva » (Jn 7, 38). María, la Virgen, la Madre, nos enseña qué es el amor y dónde tiene su origen, su fuerza siempre nueva. A ella confiamos la Iglesia, su misión al servicio del amor:

Santa María, Madre de Dios,
tú has dado al mundo la verdadera luz,
Jesús, tu Hijo, el Hijo de Dios.
Te has entregado por completo
a la llamada de Dios
y te has convertido así en fuente
de la bondad que mana de Él.
Muéstranos a Jesús. Guíanos hacia Él.
Enséñanos a conocerlo y amarlo,
para que también nosotros
podamos llegar a ser capaces
de un verdadero amor
y ser fuentes de agua viva
en medio de un mundo sediento.

Dado en Roma, junto a San Pedro, 25 de diciembre, solemnidad de la Natividad del Señor, del año 2005, primero de mi Pontificado.
Benedicto XVI