viernes, agosto 16, 2013



Foto: CUANDO  YO  ME  VAYA

Cuando yo me vaya, no quiero que llores, 
quédate en silencio, sin decir palabras, 
y vive recuerdos, reconforta el alma. 

Cuando yo me duerma, respeta mi sueño, 
por algo me duermo; por algo me he ido. 

Si sientes mi ausencia, no pronuncies nada, 
y casi en el aire, con paso muy fino, 
búscame en mi casa, 
búscame en mis libros, 
búscame en mis cartas, 
y entre los papeles que he escrito apurado. 

Ponte mis camisas, mi sweater, mi saco 
y puedes usar todos mis zapatos. 

Te presto mi cuarto, mi almohada, mi cama, 
y cuando haga frío, ponte mis bufandas. 
Te puedes comer todo el chocolate 
y beberte el vino que dejé guardado. 
Escucha ese tema que a mí me gustaba, 
usa mi perfume y riega mis plantas. 

Si tapan mi cuerpo, no me tengas lástima, 
corre hacia el espacio, libera tu alma, 
palpa la poesía, la música, el canto 
y deja que el viento juegue con tu cara. 
Besa bien la tierra, toma toda el agua 
y aprende el idioma vivo de los pájaros. 

Si me extrañas mucho, disimula el acto, 
búscame en los niños, el café, la radio 
y en el sitio ése donde me ocultaba. 

No pronuncies nunca la palabra muerte. 
A veces es más triste vivir olvidado 
que morir mil veces y ser recordado. 

Cuando yo me duerma, 
no me lleves flores a una tumba amarga, 
grita con la fuerza de toda tu entraña 
que el mundo está vivo y sigue su marcha. 

La llama encendida no se va a apagar 
por el simple hecho de que no esté más. 

Los hombres que «viven»  no se mueren nunca, 
se duermen de a ratos, de a ratos pequeños, 
y el sueño infinito es sólo una excusa. 

Cuando yo me vaya, extiende tu mano, 
y estarás conmigo sellada en contacto, 
y aunque no me veas, 
y aunque no me palpes, 
sabrás que por siempre estaré a tu lado. 

Entonces, un día, sonriente y vibrante, 
sabrás que volví para no marcharme. 


Carlos Alberto Boaglio


CUANDO YO ME VAYA
Cuando yo me vaya, no quiero que llores, 
quédate en silencio, sin decir palabras, 
y vive recuerdos, reconforta el alma. 

Cuando yo me duerma, respeta mi sueño,
por algo me duermo; por algo me he ido.

Si sientes mi ausencia, no pronuncies nada,
y casi en el aire, con paso muy fino,
búscame en mi casa,
búscame en mis libros,
búscame en mis cartas,
y entre los papeles que he escrito apurado.

Ponte mis camisas, mi sweater, mi saco
y puedes usar todos mis zapatos.

Te presto mi cuarto, mi almohada, mi cama,
y cuando haga frío, ponte mis bufandas.
Te puedes comer todo el chocolate
y beberte el vino que dejé guardado.
Escucha ese tema que a mí me gustaba,
usa mi perfume y riega mis plantas.

Si tapan mi cuerpo, no me tengas lástima,
corre hacia el espacio, libera tu alma,
palpa la poesía, la música, el canto
y deja que el viento juegue con tu cara.
Besa bien la tierra, toma toda el agua
y aprende el idioma vivo de los pájaros.

Si me extrañas mucho, disimula el acto,
búscame en los niños, el café, la radio
y en el sitio ése donde me ocultaba.

No pronuncies nunca la palabra muerte.
A veces es más triste vivir olvidado
que morir mil veces y ser recordado.

Cuando yo me duerma,
no me lleves flores a una tumba amarga,
grita con la fuerza de toda tu entraña
que el mundo está vivo y sigue su marcha.

La llama encendida no se va a apagar
por el simple hecho de que no esté más.

Los hombres que «viven» no se mueren nunca,
se duermen de a ratos, de a ratos pequeños,
y el sueño infinito es sólo una excusa.

Cuando yo me vaya, extiende tu mano,
y estarás conmigo sellada en contacto,
y aunque no me veas,
y aunque no me palpes,
sabrás que por siempre estaré a tu lado.

Entonces, un día, sonriente y vibrante,
sabrás que volví para no marcharme.


Carlos Alberto Boaglio

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