miércoles, julio 26, 2006

Un año sin Julio

El 27 de julio se cumple un año del fallecimiento del periodista Julio Nudler. El DsD publica un mensaje de su esposa y su hijo. Y a la vez, un texto inédito que se transforma en la última vez que Nudler habló públicamente sobre la actual situación del periodismo argentino.

“Siempre es demasiado pronto cuando el que se va es un ser querido que ama la vida y tiene una mente joven. Pero qué se puede hacer frente a la muerte. Julio estaba lúcido cuando pocas horas antes de entrar en coma, un médico, intentando entrar en confianza, le preguntó: ‘¿Qué tal?’ ‘¡Ya lo ve, fenómeno!’, respondió. Era una manera muy suya ponerle humor a una situación jodida. La ironía era tan natural en él como el gusto por hallar la frase que mejor definiera un concepto o investigar sobre el mundo del tango. Se alegraba como un chico con juguete nuevo cuando lograba escribir una nota bien fundamentada y con estilo. No hubo quien creyera la invención de un complot suyo en contra del diario al que aportó reflexión y crítica, pero el episodio lo entristeció. Como lo entristeció ver que el tema de la censura a su nota ‘De títeres y titiriteros’ servía para distraer la atención del hecho que la había provocado. Nosotros agradecemos a todo el equipo de DsD por acompañarlo cuando se intentó opacar su tarea de periodista y por recordarlo ahora con tanto afecto. Lo recordamos y lo extrañamos todos los días.
Hilda Cabrera y Darío Nudler Cabrera”


El 18 de noviembre de 2004 en los momentos en que se estaba debatiendo el episodio que lo tocó vivir en el diario Página/12, Julio Nudler realizó una exposición ante la Comisión de Libertad de Expresión de la Cámara de Diputados. Su testimonio no fue publicado por ningún medio periodístico. Bien temprano DsD lo encontró en el registro que dicha Comisión publica en la página web de la Cámara de Diputados de la Nación. Los lectores de diarios han tenido oportunidad de leer a Nudler escribiendo de los más diversos temas económicos, políticos y hasta musicales.

Sin embargo, son escasos sus escritos en los que reflexiona sobre el periodismo argentino, los problemas que enfrentan los profesionales que se dedican a ello, la libertad de expresión, la censura y el contexto del trabajo periodístico en nuestro país.En esta exposición de Nudler ante los diputados, relata claramente los principales desafíos del periodismo de hoy.

También incurre con precisión en temas de fondo que hacen a la construcción de la información y a la influencia que ejercen en los medios los sectores de poder tanto políticos como económicos. Como era su estilo, no se guardó nada. Habló en forma concreta de la actividad periodística y puso nombres y apellidos a la hora de dar ejemplos. Sólo una frase de su exposición da una pauta su pensamiento.

“No es sorprendente que si uno se fija en el staff de los medios, los editores y los responsables de la redacción sean periodistas que han abandonado la pretensión de preservar su libertad de conciencia y hasta su dignidad”.

Pero Nudler no se queda en la descripción general de los problemas que enfrenta el periodismo, sino que además aporta posibles soluciones. En su extensa exposición, plantea algunos de los dilemas más importantes de esta profesión, que lamentablemente no son los que tratan con mayor asiduidad las asociaciones de prensa o de periodistas en nuestro país. Por ello, la importancia de este documento.

Para leer, disfrutar, polemizar y, sobre todo, reflexionar. Y para que también valga como homenaje a uno de los mejores periodistas surgidos de nuestro país.A los efectos de hacer más ágil la lectura, el DsD sacó del documento original la intervención de algunos diputados miembros de esa comisión y le agregó algunos subtítulos al texto, que a continuación se reproduce.

“Los hechos y los medios ‘comprables’

Señor presidente, señores diputados: los hechos consistieron en la no publicación de una nota debido a su contenido crítico respecto del gobierno. No es que esto haya representado un hecho nuevo; tal vez se trate de algo un poco más extremo en la medida en que implicó la no publicación absoluta de la nota, pero tampoco en este sentido consistió en una absoluta novedad porque también hubo notas mías o de otros periodistas que corrieron la misma suerte, coherente con un estado de cosas en que se ha generado una fuerte dependencia -en este caso, de Página 12, pero que es extensible a muchos otros medios- respecto del poder político.En este caso me refiero al gobierno nacional.

Por lo que uno sabe, el comportamiento de los gobiernos provinciales, e incluso del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, no es del todo diferente en cuanto a la utilización de mecanismos de presión y de condicionamiento a la libertad de expresión. Esa dependencia a la que son llevados los medios tienen características diferentes según la situación de cada uno de ellos. Obviamente, hay medios que son económicamente vulnerables y, en consecuencia, son de algún modo comprables, por ejemplo, con la pauta oficial de publicidad.

Los más poderosos

Otros no son económicamente vulnerables sino mucho más poderosos, como el caso de holdings como Clarín y La Nación, en los que la gravitación de la pauta oficial es relativamente marginal o directamente marginal.Frente a ello caben dos razonamientos. Por un lado, las empresas tratan de maximizar ingresos; aunque los ingresos prodigados por la publicidad oficial no son decisivos, son ingresos adicionales y son importantes, de modo que aun con esa solidez económica esos medios procuran obviamente captar esa publicidad oficial.

Por otro lado, hay otras cosas que el poder político puede brindar a cambio de una línea editorial favorable de los medios, o bien de la omisión de temas que son poco gratos para el poder político. Otros recursos, otras armas de presión, están referidos a medidas del poder político que afectan en un sentido o en otro los negocios de esos grupos.

Como en la Argentina desde hace bastante tiempo -sobre todo desde los 90- tenemos un fenómeno de concentración de medios, y además un derrame de esas empresas en principio periodísticas hacia otra clase de negocios, siempre en cada uno de estos conglomerados económicos hay varias cuestiones en juego sobre las cuales el poder político puede influir con decisiones en un sentido u otro.

Un caso típico ha sido el de la modificación de la ley de quiebras, que finalmente desembocó en la introducción de ese nuevo tipo de sector llamado “industrias culturales”, que obviamente es una creación ad hoc dirigida a otorgar a ese sector, y en particular a algunas empresas de ese sector, una posición ventajosa frente a sus acreedores externos.

Ante deudas que habían sido contraídas en el exterior y no se podían pesificar, por esta vía indirecta se aprobó darles un régimen del que no gozan empresas de otros sectores.Obviamente, por definición, lo de las empresas culturales es un régimen dirigido a empresas periodísticas concentradas, que son las únicas que podrían tener acceso a financiación del exterior, porque un pequeño diario o una pequeña revista no pueden conseguir financiación externa.

Es una medida absolutamente dirigida. Además, para esta clase de medios, en el modus operandi normal -que no es normal pero que es habitual en la Argentina- del poder político, estas medidas no son gratuitas.Francamente, por lo menos yo no sé si ha habido algún pago y si uno podría pensar en otra reforma laboral, en un pago de esa naturaleza, pero sin duda algún pago, por lo menos en especie, ha habido; digamos un contrapago ligado a la línea editorial, y no sólo a la línea editorial sino también al contenido concreto del material publicado por esos diarios.

La línea editorial en realidad marca una actitud general frente a un gobierno o área. Quiero aclarar que tal vez el término sea un poco vago o que refiere sólo a una cuestión más general, pero luego hay cuestiones mucho más puntuales, es decir, si determinado tema, un contrato o una política sectorial concretamente son tratados o no por un medio.

Allí ya no está en juego la línea editorial sino en qué medida ese medio puede interferir con objetivos u operaciones gubernamentales que el gobierno no tiene interés en que salgan a la luz pública. Esto determina cuál es la relación de los medios con el poder político, pero en los medios trabajamos periodistas.

¿En qué lugar quedamos los periodistas?

Entonces, la pregunta es: ¿en qué lugar quedamos los periodistas? Obviamente, como en la Argentina no existe un régimen ni un código al que se pueda sujetar un periodista para reivindicar sus derechos, de lo único que uno se entera es de que puede reservarse las fuentes. Uno tiene el derecho de no identificar las fuentes si hay un juicio o una demanda, pero esto es de una significación relativa en la vida cotidiana del periodista ya que estas cosas aparecen de vez en cuando.

Mucha más significación tiene el saber cómo preservar su derecho de conciencia y su derecho a la dignidad. En general, los periodistas recurrimos a algunos mecanismos de autopreservación, como puede ser el retiro de la firma en una nota. De todos modos, si esa nota va a ser modificada por el editor no en cuanto a su gramática u ortografía sino en cuanto a su contenido más profundo, es decir, su sentido, el periodista teóricamente -porque no está demasiado claro, y si fuera una norma se estaría violando sistemáticamente- puede decirle al editor que tiene que retirar su firma, quedando la nota sin rúbrica alguna.

Esto no es nada sencillo porque hay notas que deben salir firmadas. Hay espacios, como las columnas, que no son concebibles sin firma. En consecuencia, esto ya produce una situación conflictiva. Por ejemplo, los columnistas no tendrían posibilidad de negar su firma, porque esto es negar su propia columna; sin embargo, las columnas son intervenidas y censuradas como cualquier otra nota.

Por otro lado, el hecho de negar la firma crea una situación tensa y conflictiva. No es que sea una medida que el periodista pueda tomar con la seguridad de que no va a traer consecuencias en su relación con el medio. Lo más probable es que sí traiga consecuencias en el sentido de que los medios y los editores vean esto como una medida no amistosa y hostil, porque lo que se espera es que el periodista se identifique con los móviles del editor y del medio y no que reivindique su derecho personal, su derecho de conciencia y su derecho de independencia.

Esto no está bien visto, y el hecho de reivindicar los derechos propios seguramente va a traer costos en cuanto a su ulterior carrera en el medio. No es sorprendente que si uno se fija en el staff de los medios, los editores y los responsables de la redacción sean periodistas que han abandonado la pretensión de preservar su libertad de conciencia y hasta su dignidad. Es decir, son correas de transmisión de las instrucciones que bajan desde la empresa.

La ‘muralla china’

Por otro lado, aquí hay involucrado otro tema muy importante, que de algún modo es el mismo que se plantea en empresas de otra naturaleza, por lo menos en la banca de inversión, que se ha planteado mucho en los últimos años a propósito de crisis como la de Enron y otros, y es que si una empresa, una banca, un broker brindan diversos servicios, que no haya contacto ni filtraciones entre esos servicios.

Por ejemplo, si una empresa acude a un departamento de Merrill Lynch para que la ayude a colocar un papel en el mercado, se espera que otro departamento de Merrill Lynch que se ocupa de asesorar a la gente que tiene dinero y quiere invertirlo no vaya a recomendarle ese papel por el simple hecho de que es otro departamento de esa firma el que lo coloca.Allí se habla de la Muralla China, de la separación estricta que debe haber entre esos departamentos. Se habla mucho de que en muchas empresas financieras esa Muralla China está totalmente perforada y en su lugar existe una cortina de bambú.

El que mandaba era Magnetto

En la prensa debería haber una hermética Muralla China entre la parte empresaria propiamente dicha y la parte periodística. En general la experiencia es que si bien a veces en el organigrama el responsable periodístico -el director periodístico- tiene la misma jerarquía que el gerente general, sistemáticamente está subordinado a él.

Por ejemplo, en Clarín, cuando el director periodístico era Roberto Pablo Guareschi y el gerente general, Héctor Magnetto, todo el mundo en Clarín tenía claro que el que mandaba era Magnetto, no Guareschi, cuando teóricamente Guareschi tenía tanto poder, y por ende independencia, como Magnetto; pero esto en la Argentina no es así.

Frente a las consecuencias de esto no hay ningún amparo establecido para los periodistas. Uno menciona mucho al poder político en torno de estos temas, pero también es una visión parcial, porque la censura en los medios no surge sólo de las relaciones empresarias de esa empresa con el poder político; hay mucha censura que se refiere a otras empresas, por ejemplo, por la estrecha relación entre la pauta publicitaria y el contenido editorial.

Los grandes avisadores en general están protegidos en los medios precisamente por ser grandes avisadores, y a veces ni siquiera tienen que ser grandes. Ser avisadores les da una cobertura o una especie de salvoconducto.A veces tampoco siquiera tienen que ser avisadores; pueden ser simplemente grandes empresas ante las cuales otra gran empresa -que es el medio- adopta una actitud de buena vecindad, y por allí de autopreservación.

Por ejemplo, si el empresario equis es un gran evasor, el medio no va a cubrir ese tema, quizás no porque ese empresario evasor sea un avisador importante sino porque ello forma parte de las relaciones de buena vecindad entre los empresarios y porque de algún modo es probable que el medio también tenga su legajo en cuanto a evasión fiscal.Entonces, es un terreno donde los medios prefieren no ser beligerantes.

En realidad, al periodista le da lo mismo que la censura provenga de un arreglo del medio con el gobierno o de un arreglo empresario del medio ya que la consecuencia es la misma: no poder escribir ni publicar sobre ciertos temas y, con el tiempo, teniendo en cuenta que esto va sedimentando la actitud de los periodistas, produce aletargamiento.

‘Eso no va’

El periodista sabe que determinados trabajos e investigaciones no valen la pena porque el medio no va a publicar esa nota. Es más, es posible que sus jefes se molesten porque se van a ver en el apuro de tener que llevar más arriba el planteo de una nota sobre la cual nadie quiere oír, y esto genera una situación de fricción. Por otro lado, aunque la lleven, la respuesta va a ser inexorablemente la misma: que eso no va.

Es posible que el periodista intente esta vía obcecadamente, pero no por mucho tiempo, porque finalmente se acomoda a las reglas de juego ineludibles en el sentido de que hay determinados temas que no van. En realidad, esos determinados temas forman un círculo cada vez más amplio, sobre todo con un panorama de negocios muy volátil donde las sociedades entre capitales son muy cambiantes.Incluso cuesta mucho trabajo estar al día para saber quién es hoy el socio o el dueño del medio en donde uno trabaja, porque ayer podía ser Fulano pero tal vez hoy esté en un emprendimiento con Mengano.

No hay listas taxativas que establezcan quiénes son los intocables y sobre qué no se puede escribir y, por ende, sobre lo que sí se puede. Esas listas no existen. Entonces, los demás llegan a tener una dimensión difusa, tanto de aquellos que están prohibidos como de los que no lo están. Ante esa indefinición el periodista termina cortando más tejido del necesario y ya no escribe sobre absolutamente nada. Así es como vemos que hay temas que nunca aparecen.

Los supermercados

Tomando un ejemplo al azar podemos citar el caso de las cadenas de supermercados. Obviamente que allí pasan muchas cosas noticiables, porque no sólo hay ofertas sino que la vida de esas cadenas está llena de noticias que probablemente a los dueños no les interesa que se vean reflejadas en la prensa. Por otro lado, son avisadores sistemáticos. Sin embargo, en los medios es muy raro encontrar una información sobre algo que haya pasado en la cadena Coto, Norte o Wal Mart. Hay que ir a medios muy marginales para enterarse de qué pasa con las condiciones laborales en estos lugares. En los medios grandes esto no existe porque la realidad está tremendamente recortada.

Para los periodistas esto implica una gran frustración profesional y el choque contra una falta absoluta de derechos. En ningún lado está escrito que el periodista deba abstenerse de trabajar sobre los temas que tienen gravitación económica, social o política. Esto surge simplemente de una práctica que desincentiva. ¿Es algo que atañe sólo a los periodistas?

En realidad, si uno piensa en la función de la información en una sociedad democrática no puede considerar que esto concierne sólo a un gremio o sector; esto concierne al funcionamiento mismo de la democracia, que es un sistema que necesita el flujo de información, porque la gente tiene que formarse una opinión y votar en consecuencia.

En la Argentina de hoy esa opinión es muy difícil de elaborar a partir de la información que brindan los medios, que es una información sesgada, condicionada. Recalco que esto sucede no sólo por el poder político sino también por el poder económico. Por supuesto, esto crea un espacio para medios relativamente marginales, espacios que muchos de esos medios aprovechan, pero por algo son marginales: no tienen la llegada ni el impacto de los grandes medios, incluso en cuanto a los sectores a los que llegan.

Los sectores que toman decisiones que gravitan sobre todos los demás son consumidores de algunos medios, en los que estas cuestiones vedadas no aparecen. En consecuencia, es posible que los medios marginales lleguen a otras napas de la población, pero que no tienen capacidad política ni económica de tomar decisiones que graviten sobre los demás.

Una consecuencia interesante, que surge de los contactos, es que cuando uno habla con un empresario a veces sorprende que el conocimiento que tiene de la realidad, aparte de sus experiencias personales, es muy recortado, que no esté enterado de cosas que han salido en medios que él no consume ni consulta.

De algún modo el empresario lee La Nación, entonces su visión de la realidad está determinada en gran medida por la política editorial de ese diario; entonces, si una noticia ha salido en otro diario directamente ni se entera. Se supone que un empresario es alguien que debería tener una visión un poco más amplia. Lo que ocurre es que no hay ideas democráticas ni republicanas en el manejo de la información. Acá hay un problema de apropiación de la información. Los medios en general tienen algo curioso, que es que consideran que aquello que ellos no dan, no existe, y se guían por esa pauta, incluso medios bastante marginales como Página 12.

‘Si yo no lo digo no existe’

Porque ellos no digan algo eso no va a dejar de existir, pero la actitud ‘si yo no lo digo no existe’ es casi una necesidad del que censura. Por supuesto, también está la otra actitud, la de aquel que piensa que si no dice algo, el que lo mantiene no se va a enojar con él, etcétera. Pero ni siquiera se llega a eso. Se apropian de la información; la información existe o no en la medida que ellos la reflejen; si no, no existe

En resumen, creo que esta clase de situaciones no se pueden resolver desde los medios, porque involucran comportamientos del poder político y del establishment empresario, que son tanto o más determinantes que los de los propios medios.

Tampoco es algo que los periodistas puedan resolver, porque pueden tener aptitudes y reacciones pero realmente la capacidad de modificar el estado de las cosas es prácticamente nula, entre otras cosas porque no pueden recurrir a ningún código establecido.

Es más, se ha visto cómo recientemente la agrupación ‘Periodistas’, que llevaba nueve años, no se pone de acuerdo acerca de qué es la censura. La degradación de la profesión llega a un punto tal que no se pronuncia en un sentido ni en el otro, y antes de poder intentar ponerse de acuerdo sobre qué es la censura, se disuelve.

¿Qué es un periodista?

Es muy peligroso tratar de ver qué es la censura. ¿Por qué es peligroso? Porque eso atacaría las bases mismas del ejercicio de la profesión. Por ejemplo, ¿qué es un periodista? Un periodista puede ser muchas cosas; puede ser un pequeño empresario, teniendo en cuenta la forma en que están estructurados los medios.

El periodista que tiene un programa que se emite por cable debe comprar un espacio y a su vez venderlo de modo tal que le deje una ganancia. ¿A quién se lo va a vender? A auspiciantes. ¿Por qué esos anunciantes lo auspiciarían? ¿Porque les interesa el impacto sobre sus ventas? Realmente, no. ¿Uno ve los anuncios y los auspicios y piensa que Aguas Argentinas va a tener mayores ingresos porque publicita en determinado programa económico de cable? Obviamente, no. ¿Lo hacen por imagen? No. ¿Por qué lo hacen? Porque como el periodista que explota ese programa depende de los anunciantes para que su emprendimiento sea rentable, en lo último que va a pensar es en hablar adversamente de alguno de ellos, habiendo muchos otros que no son anunciantes.

Vemos sistemáticamente que hay empresas que tienen muy en cuenta esto. Hay auspicios masivos; por ejemplo, Aeropuertos Argentina 2000 está por todos lados. ¿Por qué? No vayamos a la visión infantil de que ponen la condición de que no se los critique. Esto no es así: está implícito, es algo tácito. Por otro lado, hay periodistas que tienen una imagen de insobornables, pero desde el momento en que pasan a ser empresarios operan con otra lógica, porque no quieren perder a los anunciantes. Frente a eso, ¿quién asume la responsabilidad? ¿De quién es la información? Obviamente, esto queda como un planteo totalmente abstracto.

En ese caso el periodista ocupa el papel del editor y el censor en otro medio en donde tal vez él mismo trabaja. Entonces, si él piensa que hay algo que afecta a la empresa Aguas Argentinas o a Eduardo Eurnekián decide que eso no va. Eso forma parte de la libertad de expresión: se puede decidir qué va y qué no va. Incluso, la agrupación ‘Periodistas’ reivindica que el editor puede decidir qué va y qué no va.

Sobre los móviles, sobre las razones a partir de las cuales se decide qué va y qué no va, no se dice nada, pero si uno tiene la visión de que la información es un derecho de la gente, los móviles de esa decisión son muy importantes. Si la decisión de omitir o suprimir una información parte de consideraciones económicas o consideraciones ‘non sanctas’, allí hay una violación al derecho de la gente a informarse.

Las ‘interferencias’

El problema no es que el criterio periodístico le ha dictado a ese editor que esa información es irrelevante o trivial. Obviamente entramos en un terreno muy pantanoso. No es que uno esté proponiendo castigar, pero sí discernir los mecanismos según los cuales funciona todo este sector y que están absolutamente desvirtuados.

El sector periodístico no está consagrado a informar. Entre el sector periodístico y la información, y su llegada a la gente, hay una cantidad de interferencias que distorsionan absolutamente esos mecanismos, y que están vinculadas al ejercicio del poder político y al ejercicio del poder económico. Esto es lo fundamental, y creo que cualquier intento por superar este estado de cosas tiene que partir de analizarlo en su conjunto y no de hechos particulares o de establecer una regla de juego sobre cuándo se puede censurar y cuándo no en un medio dado; va a ser muy difícil solucionar algo desde un medio o desde un periodista.

Hay un problema de funcionamiento global de este servicio que afecta un derecho básico en una sociedad democrática, que es el derecho a la información. Desde ese punto de vista me parece que lo más importante es tratar de ver cómo se puede garantizar el ejercicio de ese derecho a la información, cómo se puede tratar de bloquear o dificultar los mecanismos por los cuales ese derecho no puede ser ejercido por los argentinos en este momento, dada la configuración del sector y las actitudes del poder político y del poder económico.

‘Inmadurez democrática’

La situación que tenemos en la Argentina es de una gran -por llamarlo de algún modo- inmadurez democrática. No tenemos principios republicanos; quienes ocupan cargos públicos no se sienten obligados a rendir cuentas. Esa es nuestra práctica habitual. El hecho mismo de que los gobiernos siempre tengan gente encargada de presionar o condicionar a los medios y de que manejen arbitrariamente las pautas publicitarias, etcétera, da cuenta de una realidad en la que es muy difícil insertar otra realidad distinta y que ese Estado sea propietario de medios y sin embargo se comporte de una manera absolutamente democrática.

El Ombudsman

Sí hay otros mecanismos -que son importantes- que se podrían intentar desde la legislación. Estos mecanismos producen verdadera urticaria entre las empresas periodísticas: por ejemplo, el ombudsman del lector.Si la información es un derecho del ciudadano, tiene que haber algún mecanismo que represente al ciudadano en los medios. Esto no es un invento, es algo que ocurre en otros países.

En el diario El País, de Madrid, hay un ombudsman del lector, que es alguien que tiene inmunidad y una duración de dos años en el cargo; no puede ser removido, no responde a los mandos naturales del medio y tiene un espacio asignado en el medio. El se encarga de reflejar lo que opina, apoya o denuncia la gente en el medio mismo.

De hecho, ha habido casos bastante resonantes de lectores denunciando a determinado periodista, redactor o manejos del medio. No sé si ha sido tan útil como se esperaba, pero sin duda lo es. De esta manera, se quita esta sensación de impunidad que tiene el editor, que hace lo que tiene ganas con una absoluta impunidad porque nadie lo va a poder contradecir.

Cartas de lectores

Por otro lado, las únicas secciones que existen aquí para tratar estos temas son las de “Cartas de lectores”, que en general son muy pobres. Sabemos que hay medios que diariamente reciben centenares de mensajes -especialmente con los e-mails- y les asignan un espacio donde sólo se pueden publicar dos o tres. Por otro lado, "La Nación" -un caso excepcional- tiene un espacio más amplio, pero también vemos que hay una selección muy cuidadosa de que lo que allí se publica, que no es nada representativo, ni siquiera de los lectores del diario.

Entonces, si la información es un derecho del ciudadano en tanto consume medios de prensa, ¿por qué no establecer que en los medios tiene que haber un representante de ese ciudadano? Esto no invade la propiedad privada del medio ni lo afecta, obviamente dentro del límite en cuanto al espacio, porque no se puede asignar la mitad de las páginas de un diario a esto. En general esto tiene el tremendo valor de acabar con la impunidad del editor.

Aquí hubo un ensayo con el diario “Perfil”, pero fue una experiencia rápidamente frustrada, y además tampoco amparada. Hay que ver cuáles son los mecanismos de elección de ese ombudsman, porque si el dueño del medio o el director elige al sobrino, al cuñado o a un amigo esto no tiene sentido. Por otro lado tenemos que considerar que voluntariamente los diarios no van a ocuparse de hacer esto porque no quieren; ni se les ocurre hacerlo. Obviamente, sólo lo harían a través de la compulsión de una ley, ¿pero cómo lo harían? Bueno, de la mejor manera para sus intereses.

El mecanismo de elección tiene que estar muy bien reglamentado, al igual que las garantías y los deberes del ombudsman. Es claro que el ombudsman se debe a los lectores y a nadie más, y de algún modo tiene que responder a esa misión. Aun sin ilusionarse respecto del grado de perfección con que esa institución finalmente se plasme, el hecho de que exista implicaría un cambio muy importante en la relación de la ciudadanía con los medios. Por supuesto que no en todos los medios puede haber un ombudsman.

Habría muchos problemas por resolver, sobre todo en circunstancias en que los medios electrónicos son tan importantes. No se podría poner un ombudsman en cada programa de televisión. En fin, hay problemas de implementación que en principio aparecen mucho más simples en la prensa gráfica. Pero además de esto lo importante sería establecer de algún modo la idea de que el lector, el consumidor de información, el ciudadano, tiene palabra y un derecho sobre el proveedor de ese servicio de información. Este sería un concepto bastante revolucionario respecto de cómo se maneja la cuestión en la Argentina”.

Para saber más y recordar
A continuación, lo necesario para saber más y recordar el Caso Nudler

La nota de Nudler que Página se negó a publicar
La explicación del director de Página, Ernesto Tiffenberg
El debate en el periodismo del Caso Nudler
La disolución de la Asociación Periodistas
El intento de Horacio Verbitsky de refutar la nota de Nudler
La carta de Nudler a Verbitsky
El homenaje del DsD por la muerte de Nudler
El informe sobre “El caso Página/12” del sitio La Vaca
La exposición de Nudler en el Congreso completa

DsD 26 - 7 - 2006

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