sábado, diciembre 16, 2006

El escándalo del hambre

LA NACION dedica una buena parte del suplemento Comunidad que acompaña la edición de hoy a reiterar un urgente llamado para que se solucione una cuestión que no admite más dilaciones. Quizá se necesite que ese grito sea hecho por una figura del prestigio y la autoridad del papa Benedicto XVI para que los gobiernos del mundo presten por fin atención y decidan obrar en consecuencia, para intentar terminar con el escándalo que significa que buena parte de la humanidad sufra hoy hambre.

Nadie puede alegar desconocimiento porque abundan las estadísticas sobre el drama del hambre: de los 850 millones de personas en el mundo que padecen hambre (una de cada siete personas), 54 millones viven en América latina (una de cada nueve) y 2.100.000 en la Argentina (una cada veinte), país productor de alimentos para más de 300 millones de personas. Un verdadero escándalo.

Además, en nuestro país las frías estadísticas señalan que 260.000 niños menores de cinco años, uno de cada 153 argentinos, padecen desnutrición. Tal vez el problema de quienes padecen hambre y desnutrición es, como se repite ahora, su "invisibilidad".

Quizá por eso los dirigentes no piensan en ellos en el momento de tomar decisiones que los involucran de manera inexorable. Como bien lo recuerda Juan Carr, de la Red Solidaria, los pobres no son sólo pobres porque carezcan de recursos económicos, sino también porque carecen de cultura, de relaciones interpersonales, de transporte y, a veces, hasta del manejo de un idioma porque no pueden expresarse por escrito o hablar correctamente. De manera que su indefensión es casi absoluta y están realmente en las manos de aquellos que, si quisieran, podrían contribuir a poner fin a su situación.

Ahora bien, es evidente que terminar con el hambre y la pobreza en la Argentina será un proceso largo y deberá desarrollarse en varias etapas. Sin embargo, si no hay políticas de Estado que busquen la creación de trabajo, además de restituir el equilibrio en la distribución de alimentos, poco será cuanto se avance.

Es fundamental recordar que la Argentina no carece de la legislación apropiada que podría constituirse en el principio de solución para este grave y urgente problema. A fines de 2005, la Red Argentina de Bancos de Alimentos determinó que se pierden por día unas 500.000 raciones totalmente aptas para el consumo, desechadas por los fabricantes a causa de fallas en el etiquetado, por errores en el gramaje o por hallarse cercanas a la fecha de vencimiento. Esos alimentos, según lo determinado por la ley del régimen especial para la donación de alimentos (Donal), están en condiciones de ser donados para las personas con hambre.

Pero, como muchas veces lo recordamos desde estas columnas y en el suplemento Comunidad que acompaña esta edición, esa ley fue vetada parcialmente poco después de su aprobación, en enero de 2005, justamente en el artículo que hacía posibles las donaciones. Desde entonces, permanece en ese limbo legal al que parecen estar condenadas las normas que van en contra del monopolio de repartir comida como medio de comprar voluntades.

Da la impresión de que el poder público no admite competencia en el reparto de comida, desconfiando tozudamente de la enorme mano que en este campo está dispuesto a dar el sector privado por medio de organizaciones como Cáritas, Red Solidaria o los mismos Bancos de Alimentos.

Queda, así, la lamentable sensación de que no hay voluntad política para recuperar la ley vetada. Efectivamente, no la hubo ni la hay. En los casi dos años de aquel veto bochornoso el número de argentinos que padece hambre no ha disminuido de manera destacable. De poco valdrán todos los gestos solidarios de organizaciones y particulares si el Estado no asume su indelegable función de incluir socialmente a todos los ciudadanos, sin distinciones.

Esa ley, tal como fue aprobada por el Congreso, era una valiosa herramienta para contribuir a ayudar a los sectores más carecientes de la sociedad. La Argentina no puede seguir tolerando que haya hambre, desnutrición e inseguridad alimentaria. El escándalo del hambre sigue siendo la gran "asignatura pendiente" de los argentinos con capacidad dirigencial para cambiar esta realidad que, mal que nos pese, se ha enquistado en nuestra comunidad.

http://www.lanacion.com.ar/867981

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