jueves, mayo 01, 2008

La oración

La oración no es solamente adoración; es también una emanación invisible del espíritu del hombre –la forma de energía más poderosa que el hombre pueda generar-. La influencia de la oración en la mente y cuerpo humano es tan cierta como la secreción de las glándulas. Los resultados pueden ser medidos en términos de mayor salud, mayor vigor intelectual, mayor moralidad y mejor comprensión de la realidad sobre la cual descansan las relaciones humanas.
Si usted forma el hábito de orar con sinceridad, su vida será notable y profundamente alterada. La oración marca con su influencia nuestras acciones y conducta. Una tranquilidad de porte, un reposo de cuerpo y cara se observan en aquellos que se enriquecen con la oración. En lo profundo de sus conciencias brilla la luz. Y el hombre se descubre a sí mismo. El descubre sus egoísmos, su tonta vanidad, sus desatinos. El cultiva un sentimiento de obligación moral y de humildad intelectual. Y de esta manera comienza a elevarse el alma hacia el Reino de la Gracia. La oración es una fuerza tan real como lo es la gravitación terrestre. Como médico he visto hombres y mujeres desquiciados por toda terapia, librarse de la enfermedad y la melancolía por el sincero esfuerzo de la oración. La oración es el único poder en el mundo que es capaz de vencer las llamadas leyes de la naturaleza: a estos resultados así obtenido se les llama “milagros”. Pero un constante y silencioso milagro se opera, de hora en hora, en los corazones de los hombres y mujeres que han descubierto que la oración les provee con una continua corriente de poder que les sostiene en sus vidas cotidianas.
Demasiadas personas creen que la oración es una forma rutinaria de palabras, un refugio para los débiles, o una petición infantil para cosas materiales. Da pena pensar como despreciamos la oración cuando la concebimos en tales términos. Justamente como desestimamos la lluvia si creemos que sólo sirve para llenar el pocito donde se bañan las avecillas. Propiamente comprendida, la oración es una actividad madura, indispensable para el completo desarrollo de la personalidad, la integración final de todas la más profundas facultades del hombre. Sólo por la oración podemos alcanzar la completa y armoniosa unificación de cuerpo, mente y espíritu, que le da a la frágil constitución humana su fortaleza invencible.,
Pero nunca debemos hablar a Dios meramente para la gratificación de nuestros antojos. Obtendremos nuestro mayor beneficio de la oración cuando la usamos no como una petición, sino como una súplica para que nos ayude a ser más y más como Él intentó que fuésemos. A someternos más y más a su Santa Voluntad. La oración debe estimarse como una comunión con Dios.

¿Cómo debe definirse la oración?

La oración es el esfuerzo del hombre por alcanzar a Dios, para comulgar con un Ser invisible, creador de todas las cosas, suprema sabiduría, verdad, belleza y fortaleza. Padre y redentor de cada ser. Este objetivo de la oración siempre se mantiene velado a la inteligencia, pues tanto el lenguaje como el pensamiento fallan cuando intentamos describir a Dios.
Es una realidad que cuando en ferviente oración nos dirigimos a Dios se experimenta una mejoría tanto del alma como del cuerpo. No es posible que una criatura pueda orar por sólo un instante sin obtener buenos resultados. Dijo Emerson que ningún hombre había orado sin haber aprendido algo de su oración.
Uno puede orar donde quiera. En las calles, en los teatros, en las oficinas, en las escuelas, así como en el recogimiento de su habitación o entre las multitudes. No está prescripta postura ni horario ni lugar.
“Piensa más a menudo en Dios que en la veces que respiras”, dijo Epicteto, al Estoico. Para poder en verdad moldear la personalidad, es menester que la oración se convierta en hábito. De nada nos sirve orar por la mañana y vivir l resto del día como un ateo. La verdadera oración moldea la vida. La verdadera vida exige oración.

Alexis Carrel,
Premio Nobel de Medicina

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