miércoles, agosto 31, 2005

Resultados...

Había una vez, en un pueblo, dos hombres que se llamaban Joaquín González. Uno era sacerdote de la parroquia y el otro era taxista. Quiere el destino que los dos mueran el mismo día. Entonces llegan al cielo, donde los espera San Pedro. -¿Tu nombre? -pregunta San Pedro al primero. –Joaquín González. -¿El sacerdote? -No, no, el taxista. San Pedro consulta su planilla y dice: -Bien, te has ganado el paraíso. Te corresponden estas túnicas labradas con hilos de oro y esta vara de platino con incrustaciones de rubíes. Puedes ingresar... Pasan dos o tres personas más, hasta que le toca el turno a otro. -¿Tu nombre? -Joaquín González. –El sacerdote... –Sí. –Muy bien, hijo mío. Te has ganado el paraíso. Te corresponde esta bata de lino y esta vara de roble con incrustaciones de granito. El sacerdote dice: -Perdón, no es por desmerecer, pero... debe haber un error. ¡Yo soy Joaquín González, el sacerdote! -Si, hijo mío, te has ganado el paraíso, te corresponde la bata de lino... -¡No, no puede ser! Yo conozco al otro señor, era un taxista, vivía en mi pueblo, ¡era un desastre como taxista! Se subía a las veredas, chocaba todos los días, una vez se estrelló contra una casa, manejaba muy mal, tiraba los postes de alumbrado, se llevaba todo por delante... Y yo me pasé setenta y cinco años de mi vida predicando todos los domingos en la parroquia, ¿cómo puede ser que a él le den la túnica con hilos de oro y la vara de platino y a mí esto? ¡Debe haber un error! -No, no es ningún error -dice San Pedro-. Lo que pasa es que aquí, en el cielo, nosotros nos hemos acostumbrado a hacer evaluaciones como las hacen ustedes en la vida terrenal. -¿Cómo? No entiendo... –Claro... ahora nos manejamos por resultados... Mira, te lo voy a explicar en tu caso y lo entenderás enseguida: Durante los últimos veinticinco años cada vez que tu predicabas, la gente dormía; pero cada vez que él manejaba, la gente rezaba. ¡¡Resultados!! ¿Entiendes ahora?

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