miércoles, noviembre 01, 2006

El sentido de las celebraciones de todos los santos y de los fieles difuntos

A partir del siglo IX, la iglesia Católica celebra el 1 de noviembre la solemnidad litúrgica de Todos los Santos. En ese mismo contexto, los monjes benedictinos de la célebre abadía de Cluny comenzaron también a celebrar al día siguiente, 2 de noviembre, la conmemoración de los fieles difuntos, que pronto se extendió por toda la Iglesia.Ambas están unidas por el denominador común de la vida eterna luego de la vida terrena y ambas han sido y siguen siendo muy populares hasta el punto que el mes de noviembre es el tiempo propicio para rezar por los difuntos y para reflexionar sobre el dogma cristiano de la resurrección de los muertos y la respuesta al sentido de la vida y de la muerte.

Fiesta de Todos los Santos

Se trata de una popular y bien sentida fiesta cristiana que evoca a quienes nos han precedido en el camino de la fe y de la vida y que gozan de la eterna bienaventuranza como ciudadanos de pleno derecho del cielo, la patria común de toda la humanidad de todos los tiempos.

Esta fiesta engloba a todos los santos, no solo aquellos que festejamos y/o recordamos en el resto del año. Sobre todos a aquellos santos anónimos, los santos desconocidos, los santos del pueblo, los santos de nuestras familias, santos en definitiva de rostros tan cercanos en que no hay lugar a ninguna duda de que entre Todos los Santos están nuestros amigos, paisanos, conocidos y familiares.

¿Y que es ser santo?

Benedicto XVI dice: "El santo es aquel que está tan fascinado por la belleza de Dios y por su perfecta verdad que éstas lo irán progresivamente transformando. Por esta belleza y verdad está dispuesto a renunciar a todo, también a sí mismo. Le es suficiente el amor a Dios, que experimenta y transmite en el servicio humilde y desinteresado del prójimo"Al no ser la santidad un patrimonio de pocos privilegiados, es el destino de todos nosotros, como lo ha sido para esa multitud de santos anónimos, a quien hoy celebramos.”

"Un santo no es un ángel, es hombre de carne y hueso, que sabe levantarse y volver a caminar: El santo no se olvida del llanto de su hermano, ni piensa que es más bueno subiéndose a un altar. Santo es el que vive su fe con alegría y lucha cada día, pues vive para amar".

Los fieles difuntos

El 2 de noviembre nuestros cementerios y sobre todo, nuestro recuerdo y corazón se llenan de la memoria, de la oración agradecida y emocionada a nuestros familiares y amigos difuntos.La muerte es sin duda alguna, la realidad más misteriosa, más dolorosa y a la vez más insoslayable de la condición humana. Pese al existencialismo, pesimismo y fatalismo propio del siglo XX y del actual, que afirman: "El hombre es un ser para la muerte".

Sin embargo los cristianos nos iluminamos ya que Dios, al encarnarse en Jesús, no solo asume la muerte como etapa necesaria de la existencia humana, sino que la trasciende, la vence, y de ese modo da la respuesta que esperaban y siguen esperando los siglos y lahumanidad entera. La muerte ya no es el final del camino. No vivimos para morir, sino es la llave de la vida eterna, el clamor más profundo y definitivo del hombre de todas las épocas, que lleva en lo más hondo de su corazón, el anhelo de inmortalidad.

En el Evangelio encontramos la luz y la respuesta a la muerte. Las vidas de los santos y su presencia tan viva y tan real entre nosotros, a pesar de haber fallecido, corroboran este dogma central del cristianismo que es la resurrección de la carne y la vida en el mundo futuro, a imagen de Jesucristo, muerto y resucitado.

"Morir sólo es morir. Morir se acaba. Morir es una hoguera fugitiva. Es cruzar una puerta a la deriva. Y encontrar lo que tanto se buscaba. Acabar de llorar y hacer preguntas. Ver al Amor sin enigmas ni espejos. Descansar de vivir, en la ternura. Tener la paz, la luz, la casa juntas. Y hallar, dejando los dolores lejos. La Noche-Luz tras tanta noche oscura."

Amigos/as: estoy absolutamente seguro que cada uno de ustedes ha conocido algún santo, alguna santa en su vida.

Solo cierren un poquito los ojos y permitan encontrarlos con la mirada del corazón y cada 1 y 2 de noviembre celébrenlo con alegría y con gozo, agradeciendo al Buen Dios que nos haya permitido compartir parte de nuestra vida con ellos.

Pidamos al Padre misericordioso que los mantenga reunidos entre sus elegidos, que intercedan por nosotros y nuestras necesidades y que lo alaben y glorifiquen por siempre. Amén

No hay comentarios.: