miércoles, noviembre 15, 2006

Malargüe, primer mundo

MALARGÜE.- Para muchos, Mendoza es sinónimo de sol y buen vino. Pero basta con tomar la ruta hacia el Sur y recorrer unos cuatrocientos kilómetros -la mayoría, atravesando un desierto cubierto de arbustos ralos y espinosos- para encontrarse con una realidad diferente. En esta pequeña ciudad de menos de veinte mil habitantes, que mañana cumple 56 años, está cerca de completarse uno de los proyectos más ambiciosos de la cosmología actual: el Observatorio Pierre Auger de rayos cósmicos, colaboración internacional de 30 instituciones científicas de 15 países que intenta averiguar de dónde provienen unas partículas de increíble energía que llegan desde el espacio y bombardean constantemente la Tierra desde todas direcciones. No se conoce ninguna fuente del cosmos que pueda producirlas, ni siquiera las más violentas explosiones de estrellas. Estos misteriosos rayos cósmicos viajan a una velocidad cercana a la de la luz y tienen cientos de millones de veces más energía que las partículas producidas por cualquiera de los aceleradores actuales. Pueden detectarse observando las "cascadas" que se producen cuando una de esas partículas choca con una molécula de aire. Pero como los eventos de interés (los de muy alta energía) son escasos -apenas uno por siglo por kilómetro cuadrado-, el Pierre Auger requiere veinticuatro telescopios ópticos distribuidos en cuatro edificios y 1600 detectores esparcidos en un área cuatro veces más grande que la ciudad de Buenos Aires.

El "cerebro" de este complejo está a pasos del centro de Malargüe, sobre la ancha avenida principal bordeada de casas bajas que se protegen del viento con cortinas de álamos blancos. No bien se atraviesan las puertas vidriadas se ingresa en un centro científico del primer mundo, con grupos de investigadores -cada uno concentrado en su notebook conectada con Internet de alta velocidad- que hablan en media decena de lenguas diferentes.

Cuentan que, desde que comenzó a construirse, hace unos seis años, le está cambiando la fisonomía a la ciudad. A lo largo de este tiempo, el centro recibió 5800 visitantes, pero además los investigadores están supervisando la construcción del que probablemente será el primer planetario digital del país. Bajo el influjo de este proyecto, crece el turismo científico, los chicos malargüinos estudian inglés y ya habría planes para la instalación de un centro italiano de vulcanología. Los científicos se integran a la ciudad, y ésta se siente orgullosa de "sus" investigadores. Como apunta el doctor Alberto Etchegoyen, director del observatorio del Sur, aquí ya no hay torres de cristal.

Por Nora Bär
ciencia@lanacion.com.ar

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