jueves, abril 27, 2006

"Hoy hay que saber leer, escribir, contar y razonar"

Revolucionó la enseñanza de la ciencia en la escuela primaria

"Soy el mayor de seis hermanos; tengo cuatro hijos y diez nietos. Siempre he vivido entre niños", afirma el doctor Pierre Léna -con una sonrisa, a pesar de haber llegado pocas horas antes desde París- para explicar su pasión por la enseñanza en la escuela primaria.

Léna, uno de los creadores del programa "La main à la pâte" (La mano en la masa), que está revolucionando la enseñanza de la ciencia en gran escala, llegó a Buenos Aires para dar una conferencia en la Feria del Libro y participar de una mesa redonda en la Alianza Francesa (ver aparte).

En la última década, junto con el premio Nobel Georges Charpak e Yves Quéré, también físicos, logró lo que se creería imposible: seducir a decenas de miles de chicos con las maravillas del conocimiento científico.

En estos momentos, más de trescientos mil maestros franceses, pero también docentes de China, Brasil, Chile y la Argentina, entre otros, lo están poniendo en práctica.

-Doctor Léna, ¿qué lo llevó a incursionar en la enseñanza de la ciencia en la escuela primaria? -Siempre me apasionó la transmisión del conocimiento. Cuando uno descubre algo, el primer impulso es comunicarlo, compartirlo, aunque no forzosamente a los chicos. Yo era presidente del Instituto Nacional Francés de Investigación en Pedagogía y de la Sociedad de Física, cuando el Ministerio de Educación comenzaba a interesarse en la enseñanza de las ciencias en las escuelas primarias francesas.

"La mano en la masa" empezó en pequeña escala, pero muy rápidamente tuvo una trascendencia internacional que no esperábamos. Entonces vimos que había que actuar de forma más organizada y que en todos los países donde la escuela primaria cambiaba realmente había científicos de alto nivel participando en el proyecto.

-¿Por qué se interesaron en los más chicos? -Hay una razón: ellos son golosos de ciencia. Entre los seis y los doce años se sienten ávidos de saber sobre el mundo y bombardean de preguntas a sus padres, a sus maestros. Es lo que en nuestro libro llamamos "la edad de oro de la curiosidad". En ese momento hay que actuar. Ocurre lo mismo que cuando se aprende a leer: se puede hacer a los quince años, pero es más difícil.

-¿Por qué cree usted que los jóvenes no se interesan en la ciencia? -Las encuestas son muy claras: hay una relación inversa entre el nivel de desarrollo económico de un país y los intereses de los adolescentes en la ciencia. En los jóvenes de hogares desahogados muchas veces la curiosidad se apaga porque están sumergidos en información. ¡Hay que hacer un esfuerzo para comprender!, y dado que el esfuerzo no se valoriza, la ciencia les parece difícil. Pero para mí hay otra razón, y es justamente que en muchos países no se responde en el momento adecuado. Se pasa la edad. Si uno quiere que el adulto lea, hay que desarrollar el interés en la escuela primaria. Y si uno quiere que la ciencia y la técnica interesen, también hay que desarrollar ese tipo de relación con el mundo y no contestar: "Más tarde lo verás" o "es muy complicado para ti", o "yo no entiendo nada de ciencia".

-¿El objetivo de "La mano en la masa" es formar más científicos? -No. Pensamos que durante mucho tiempo, dos siglos, se creyó que para ser considerado ciudadano había que saber leer, escribir y contar. La escuela primaria tomaba la tarea [de enseñarlo] como una obligación de eficacia social que permitía la participación en la vida colectiva. Nosotros creemos que la ciencia y la tecnología invaden de tal forma la vida de la sociedad actual que hay que agregar algo a esos tres términos: razonar. Porque el ciudadano de hoy tiene que tomar decisiones y enfrentar problemas -de salud, de energía, de clima- que son complejos y condicionan su futuro. De modo que se trata de formar los ciudadanos del mañana, y no solamente los científicos.

-¿Cómo lograron transformar los hábitos de los maestros? -Los maestros admiran la ciencia, pero le tienen miedo, como muchos de nuestros conciudadanos, y sobre todo piensan que no son capaces de enseñarla, que es muy complicada. Son muy reticentes. Todo nuestro esfuerzo se basó en acompañarlos. Les dijimos: "No es fácil, de acuerdo. Pero les daremos materiales, escucharemos sus preguntas y trataremos de contestarlas". Sobre esta base dijeron: "De acuerdo. Vamos a probar". Y una vez que probaron... el programa despegó. Los ojos de los chicos se iluminaron y las clases se encendieron.

-¿Piensa que podemos aplicarlo en la Argentina? -Estoy seguro. La ciencia y la tecnología no son sólo elementos de desarrollo económico, sino también de ciudadanía. Si uno quiere estimular la creatividad y la crítica positiva en los jóvenes, hay que mostrarles un modelo, y la ciencia lo es. El entusiasmo que veo entre los maestros es extraordinario, pero no hay que dejarlos solos. Para que puedan pasar de "leer, escribir y contar para todos" a "leer, escribir, contar y razonar para todos".

Por Nora Bär De la Redacción de LA NACION
http://www.lanacion.com.ar/801010

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