jueves, abril 27, 2006

La definición y el alcance del "método K"

El doctor Kirchner ha dado ya suficientes pruebas de que nos hallamos no sólo frente a un "temperamento", sino también frente a un "método de gestión" inusual. Siendo temperamentalmente distinto de sus predecesores, Kirchner ha convertido el "estado de enojo" que lo acompaña casi a diario en un instrumento político deliberadamente diseñado para ganar espacio a costa de sus contrincantes.

El método K se despliega ante nosotros. Quien quiera anticipar lo que nos espera, necesita analizarlo. Lo primero que habría que decir del "método K" es que trata la relación entre las personas como una prueba de fuerza. Cuando dos personas se encuentran, según esta percepción, una de ellas quedará arriba y la otra abajo. Quien piense así naturalmente verá cada relación interpersonal como una pulseada. Es sólo después de esta pulseada inicial, destinada a marcar el "arriba" y el "abajo" de los interlocutores, cuando la verdadera relación comienza.

El primer objetivo del "método K" es, por lo visto, someter al otro. Según este primer objetivo se obtenga o no, se abre un abanico de alternativas. Si el interlocutor se rinde incondicionalmente, como tantas veces ya ha pasado, se incorpora a la lista de los dirigentes políticos y no políticos que han escogido recibir los generosos frutos del favoritismo a cambio de su dignidad. Si la nómina de los dirigentes con los cuales ha tratado hasta ahora Kirchner se agotara en esta instancia, nos hallaríamos frente a una dictadura sin matices. Pero esto no es así porque no son pocos los que han resistido la "pulseada K". Del "sí" al "no"

Hay unos pocos gobernadores, por lo pronto, que no se han sometido. Tampoco los miembros de la Suprema Corte pueden incluirse, al menos hasta ahora, en la lista de los incondicionales. Lo mismo podría decirse de una serie de magistrados judiciales. Y si bien el vicepresidente Scioli ejerce su alto cargo con notable prudencia, el hecho es que ha soportado estoicamente las desconsideraciones que, una tras otra, apuntaban a convertirlo en un nuevo Alvarez.

Al mencionar a quienes resistieron la pulseada inicial del Presidente, corremos el riesgo de omitir injustamente a un número importante, ya que esta segunda lista de los no incondicionales incluye a muchos más. Hay dirigentes, por otra parte, que se han aliado a Kirchner sin entregarse incondicionalmente a él. Tal es el caso de los dirigentes sindicales. Su "sí" a Kirchner ha sido, en tal sentido, condicional a los beneficios que obtienen del Gobierno y podría cesar no bien esos beneficios mermaran. Nuestros dirigentes sindicales, que han logrado adaptarse a las situaciones más diversas en los últimos cincuenta años, están dotados con el capital de una experiencia incomparable. Son aliados reversibles y, como tales, peligrosos.

En otras situaciones, el Gobierno ha conseguido presionar al máximo a dirigentes sectoriales cuyas bases, pese a ello, no se han rendido. Tal es el caso del sector ganadero.

Uno de los espacios donde el presidente Kirchner ha encontrado asimismo las más severas resistencias es frente a gobernantes extranjeros. Ahí está la serena dignidad de Tabaré Vázquez para demostrarlo. Pero la muestra más rotunda de cómo le va en lo personal a un dirigente según se someta o no a la pulseada inicial es la suerte opuesta que han corrido Luis D´Elía y Raúl Castells. ¿Qué hace Kirchner cuando el otro resiste a la pulseada? En algunos casos, cuando la resistencia es digna y mesurada, termina por respetarlo.

Podría decirse que, después de un forcejeo que duró más de un año, el doctor Kirchner se ha inclinado ante la independencia de la Iglesia. Por otra parte, ¿también reconoce Kirchner excepciones a su "ley de la pulseada"? La afinidad ideológica es la principal. Es inimaginable que el Presidente quiera lanzar sus embestidas personales en el amplio arco de la extrema izquierda, porque si hay algo que no querría de la izquierda sería la acusación de haberla traicionado, algo que tampoco querría del presidente Chávez.

Otra gran excepción se hace evidente cada vez que el Gobierno enfrenta a movimientos que salen, al parecer, del seno del pueblo. De los padres de Cromagnon a los vecinos de Gualeguaychú, todos los manifestantes populares han gozado hasta ahora de una especial consideración presidencial. Ella se extendió incluso a Juan Carlos Blumberg cuando detrás de él se expresaban cientos de miles de manifestantes.

Consecuencias

En su fase inicial, el "método K" ha conocido un éxito fulgurante. ¿Cómo llamar de otro modo el acceso del Presidente a una posición de liderazgo nacional a partir de la modesta candidatura a la que lo llevó, casi desde la nada, el presidente Duhalde? ¿Cuál ha sido la clave de esta carrera fulgurante? Su clave ha sido la sorpresa. Cuando Kirchner se asomó al escenario nacional, se topó con dirigentes que no estaban acostumbrados a un estilo como el suyo. Se sabía que en Santa Cruz ya lo había exhibido, pero todos decían, incluido Duhalde, que otra cosa sería en Buenos Aires. Kirchner sorprendió a todos al demostrar que Buenos Aires es tan vulnerable como Santa Cruz a los embates de una ambición ilimitada.

Es por eso que se multiplican ahora aquellos que aplican en sus propias áreas el método presidencial. Son sus discípulos. Ahí están funcionarios como el nuevo zar de los precios Guillermo Moreno, que ha recibido a algunos de sus visitantes con un revólver sobre el escritorio, o como los máximos referentes de la Secretaría de Agricultura Miguel Campos y Javier de Urquiza, que no sólo se pelean con los productores, sino también entre ellos, o como el secretario de Ingresos Públicos de Buenos Aires Santiago Montoya, para quien recaudar es denunciar.

Después de haber demostrado sus insospechadas posibilidades, sin embargo, el "método K" está empezando a mostrar también sus limitaciones. Una de ellas proviene del aprendizaje de los demás. Pasa aquí como cuando aparece un nuevo jugador de fútbol o de tenis en el circuito. Al principio, gana porque sorprende. Después, los demás lo van estudiando para contenerlo.

La ministra de Comercio de Finlandia ya no actuó ingenuamente, por ejemplo, como la reina de Holanda. Al aprender cómo se trata aquí a los dignatarios visitantes, escarmentó en cabeza ajena y decidió no venir a Buenos Aires.

La segunda limitación que asoma por detrás del éxito fulgurante del "método K" surge de preguntar hasta dónde la legión de los que se han inclinado incondicionalmente ante él le guardan afecto. Líderes como Perón o Alfonsín contaron con el entusiasmo de millones de creyentes. Los que corren hoy en la dirección del Presidente, ¿aprueban con esta misma devoción su liderazgo, o lo hacen por cálculo? No bien sobrevenga un desgaste por otra parte inevitable, ¿le serán fieles? Algunos que debieron soportar en silencio su agresividad, ¿no han diferido simplemente su revancha? A la hora de la verdad, cuando los convoque en condiciones menos favorables que las actuales, ¿no revelarán al fin sus verdaderos sentimientos?

El edificio de las lealtades incondicionales que ha levantado hasta ahora el Presidente, ¿tiene, en suma, cimientos de piedra o cimientos de barro?

Por Mariano Grondona
http://www.lanacion.com.ar/799814

No hay comentarios.: