jueves, abril 27, 2006

Un estilo agotado

El reciente reclamo público del presidente Néstor Kirchner al gobierno de Finlandia para que interceda ante la oposición de la empresa Botnia, de capitales privados de ese país, a paralizar la construcción de una de las plantas de pasta celulosa proyectadas en Uruguay no sólo constituyó una desafortunada declaración, generadora de un innecesario conflicto con una nación europea ajena al diferendo en cuestión. Fue también un lamentable ejemplo de una concepción autoritaria, que induce a creer que un gobierno está facultado para ordenarle a una empresa privada lo que debe hacer.

El gesto del primer mandatario argentino, que mereció una firme respuesta de las autoridades finlandesas y provocó la cancelación de la visita a nuestro país de la ministra de Comercio de la nación escandinava, es un nuevo indicador de la tendencia a fijar nuestra política exterior en función del carácter presidencial. A partir de una serie de desafortunadas afirmaciones del ex vicepresidente del Banco Mundial, Lawrence Summers, pronunciadas en 1992, el doctor Kirchner pareció sugerir que Finlandia buscaba exportar las llamadas "industrias sucias" a los países en desarrollo. Se trata de una hipótesis por lo menos arriesgada y muy difícil de probar, que en todo caso no debió ser lanzada desde una tribuna por la máxima autoridad política argentina.

No es, por cierto, la primera vez que la personalidad del jefe del Estado argentino termina siendo clave en las decisiones de política exterior. No hace mucho el Presidente dejó esperando a la reina de Holanda en la recepción que ésta ofreció durante su visita a la Argentina; actitudes parecidas tuvo con los presidentes de Rusia, Sudáfrica y Corea del Sur, junto con su reticencia a participar en importantes cumbres regionales.

Una política exterior, además de prudencia, requiere no quedar subordinada a necesidades domésticas, de carácter netamente coyuntural, ni a una miope visión "argentinocéntrica" y populista. Mucho menos puede quedar limitada al estado de ánimo de un hombre.

Lamentablemente, la definición de nuestra política exterior no es, en la actualidad, más que un reflejo del peculiar estilo presidencial de concentración del poder, basado casi siempre en una táctica confrontativa, en la que más importante que buscar aliados parece ser el hallazgo de nuevos enemigos.

Ese mismo estilo es el que ha llevado al intento de controlar al Poder Judicial mediante la reforma del Consejo de la Magistratura; a la cooptación de dirigentes opositores mediante procedimientos poco claros y a los recurrentes cuestionamientos a la prensa.

También al ahogo político al cual se sometió al gobierno de Sergio Acevedo en Santa Cruz, que provocó la dimisión del gobernador, y la transformación de esa provincia en un distrito manejado por control remoto desde la Casa Rosada, a tal punto que para armar el gabinete provincial debió forzarse la renuncia de integrantes del gabinete nacional.

Algunas de las últimas designaciones en el elenco gubernamental, como la de Guillermo Moreno al frente de la Secretaría de Comercio, dan una clara pauta de la preferencia del primer mandatario por rodearse de colaboradores que den fe de lealtad incondicional y obediencia ciega antes que de solvencia técnica.

Y llegan a su extremo cuando se premia con un cargo público a un dirigente piquetero que exhibe como uno de sus mayores pergaminos el copamiento de una comisaría sin sufrir condena alguna.

El estilo presidencial de gestión, caracterizado por la mencionada concentración del poder y de la toma de decisiones propias de segundos y terceros escalones del organigrama estatal, tanto como por la ausencia de reuniones de gabinete, resulta paralizante e ineficiente. Y es doblemente inconveniente cuando, en materia de política exterior, las determinaciones quedan libradas al humor de una persona.

Nuestras autoridades deberán entender que un estilo de gestión basado en la generación de conflictos en lugar de su resolución dista de ser una señal de fortaleza. Del mismo modo, reclamarle a un país del primer mundo que aplique las arbitrarias reglas instrumentadas aquí sólo potenciará nuestro aislamiento.

http://www.lanacion.com.ar/799810

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