jueves, septiembre 01, 2005

La pesca milagrosa… Lucas 5, 1-11

En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca.

Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Navega mar adentro y echen las redes”. Simón le respondió; “Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes”. Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fuera a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.

Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: “Aléjate de mi Señor, porque soy un pecador”. El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; lo mismo le pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón; “No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres”. Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo lo siguieron.

Es palabra del Señor

Comentario: La realidad hace que Pedro y los suyos no comprendan muy bien lo que Jesús les propone. Ellos, expertos pescadores, que viven de la pesca y para la pesca, que hace años que realizan esa tarea, han estado toda la noche saneando y no pudieron atrapar nada en sus redes. Esa es la realidad: concreta, objetiva, aplastante, indiscutible. Pero Jesús propone algo más, aporta una nueva mirada, totalmente distinta: los invita a navegar mar adentro, los invita a que vuelvan a echar las redes, a que olviden su “fracaso” y lo intenten nuevamente. Adentrarse en el mar implica soltar amarras, desprenderse de sus anteriores costumbres, aceptar la novedad de lo distinto. Adentrarse en el mar implicaba para ellos dejar atrás sus antiguos modos de ser y aceptar la propuesta de Jesús. Y eso fue lo que hicieron. Y ya sabemos cuál fue el resultado. Este hermoso evangelio debe contribuir a mantenernos animados, esperanzados y valientes. Jamás debemos peder la esperanza, jamás debemos poner en duda la palabra de Jesús. El sabe lo que hace y sabe lo que es mejor para nosotros.

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