sábado, septiembre 03, 2005

Un hombre de ley...

Un hombre es atrapado por una terrible tormenta de viento y lluvia mientras atraviesa el desierto. Ciego de rumbo y luchando contra la arena que le lastima la cara, avanza tirando de las riendas de su caballo y controlando de vez en cuando a su perro. De pronto el cielo ruge. Un rayo cae sobre los tres y los mata en el acto. La muerte ha sido tan rápida y tan inesperada, que ninguno de ellos se da cuenta, y siguen avanzando, ahora por otros desiertos, sin siquiera notar la diferencia.

En el cielo la tormenta se disipa y rápidamente un sol abrasador empieza a calentar la arena haciendo sentir a los caminantes la urgencia de reposo y agua. Pasan las horas; nunca anochece. El sol parece eterno y la sed desesperante. De pronto el hombre va delante, un ojo de agua, palmeras, sombra y los tres corren hacia allí.

Al llegar descubren que el lugar está cercado, debajo del portal dice: Paraíso. El viajero pide permiso para pasar a beber y descansar y el guardia contesta: -Tú puedes pasar, desconocido, pero tu caballo y tu perro deben quedar afuera. –Pero ellos también tienen sed y además vienen conmigo –dice el hombre. –Te entiendo –contesta el guardia- pero éste es el paraíso de los hombres, y aquí no pueden entrar animales, lo siento. El hombre mira el agua, la sombra. Está agotado. –Así no –dice. Toma las riendas de su caballo, silba al perro y sigue andando.

Unas horas, unos días o unas semanas más adelante, el grupo encuentra un nuevo oasis. Al igual que el otro, está rodeado de una cerca, igual que aquel está custodiado por un guardia. Hay un cartel: Paraíso. –Por favor –dice el hombre-. Necesitamos agua y descanso. –Claro, adelante –dice el guardia. –Es que yo no entraré sin mi caballo y sin mi perro –advierte el hombre. –Claro. A quien se le ocurre. Todos los que llegan son bienvenidos –contesta el guardia. El hombre agradece y los tres corren a hundir su cara en el agua fresca. –Pasamos por otro Paraíso –dice el viajero- pero no me dejaron entrar con ellos... –Ah sí.... –dice el guardia- Ese lugar es el infierno. –Pero qué barbaridad –se queja el hombre-, ustedes deberían hacer algo para sacarlos del camino del paraíso. –No –dice el guardia-, nos hacen un gran servicio: evitan que lleguen hasta aquí los que son capaces de abandonar a sus amigos...

No hay comentarios.: