Te agradecemos Señor !!! (Jorge Bucay en Revista Viva de Clarín)
Cuenta la leyenda que un rey tenía como consejero a un joven monje que había ocupado ese puesto, después de que el viejo místico había muerto, víctima de una grave enfermedad. El día del entierrote quien había sido su maestro espiritual, el joven religioso había pronunciado una oración en la que se destacaba la repetición de la frase: “Te agradecemos Señor estos hechos.” El rey, consternado, lo miró casi acusadoramente cuando repitió esa frase por tercera vez. En un principio se conformó pensando que el monje se refería a que el anciano no había tenido que soportar una dolorosa agonía, pero comprobó en las siguientes semanas que el nuevo asesor recurría a esas mismas palabras con demasiada frecuencia, sobre todo frente a cualquier circunstancia adversa. El monje irremediablemente alzaba la vista y murmuraba: “Te agradecemos Señor.” Un día, mientras la corte iba de cacería, el rey se cortó un dedo del pie accidentalmente. Mientras el pie sangraba profusamente, el consejero, como siempre, exclamó: “Te agradecemos Señor…” El rey cansado de esa actitud, se puso furioso, lo separó de su cargo de consejero y lo despidió de su lado. Como toda respuesta, el consejero exclamó mirando al cielo: “Te agradezco Señor…” El ex consejero fue obligado a volver al palacio mientras el rey seguía su paseo. Un poco más adelante, el rey fue capturado por una peligrosa tribu, que lo llevó a sus tiendas para sacrificarlo ante su dios y luego comer su cuerpo. Cuando lo preparaban para el ritual, el brujo mayor descubrió que le faltaba un dedo del pie y con gran alboroto lo escupió en señal de rechazo, gritando que el prisionero no era digno de la divinidad, y ordenó que lo dejaran en libertad cuanto antes, para alejar la impureza de sus tierras.
El rey caminó al palacio, pensaba y entendía cuán acertadas eran las palabras del consejero y al llegar al palacio lo mandó a llamar y le contó lo sucedido: “Yo entiendo ahora que debería haber estado agradecido de perder mi dedo, porque eso evitó que perdiera la vida. Pero no puedo entender qué agradecías tú cuando te despedí”, El consejero respondió: “Si tu no me hubieras despedido, yo habría estado contigo cuando te capturaron. Y en ese caso, los indios después de rechazarte a ti, ¡hubieran decidido comerme a mí!” Quizás no sea del todo válido darse cuenta a posteriori de lo ventajoso de un hecho, pero hoy le propongo que confíe usted aunque sea débilmente en esta propuesta. Aprenda como norma agradecer lo que le pasa y se sorprenderá al comprobar al día siguiente que había algo para agradecer.
domingo, septiembre 11, 2005
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