jueves, octubre 27, 2005

Hada madrina en otro formato: las escuelas rurales, en espera de milagros que, a veces, ocurren.

A Noemí Delellis de Arbetman, una carta de lectores publicada en un diario y una sugerencia de su marido, Héctor, le dieron la idea y la convicción necesaria para crear la Asociación de Padrinos de Alumnos de Escuelas Rurales (Apaer), entidad sin fines de lucro que ayuda a maestros y acompaña a chicos tanto de escuelas de adobe en selvas y montes como en otras menos aisladas, de ladrillo y cemento, pero en las que también el desamparo es una constante y las necesidades abundan. Es decir, esas escuelas en las que un lápiz negro de cinco centímetros, una goma gastada, hojas escritas de un solo lado, un libro mil veces leído y las zapatillas usadas hasta el cansancio son verdaderos tesoros para todos.

Así, en 1982, Delellis comenzó a difundir la intención de colaborar con las escuelas rurales entre familiares, conocidos y las asistentes a su gimnasio de Villa Devoto. Lo suyo fue una especie de intervención de hada madrina (pero sin magia) para chicos de muchas provincias argentinas que, en algunos casos, recorren a diario kilómetros para llegar a la escuela –a caballo, cuando el barro lo permite–, soportando desde el frío hasta temperaturas tan elevadas que adormecen el intelecto y aplacan el paso.

El propósito empezó sin objetivos desbordantes: fue reuniendo interesados en convertirse en padrinos de chicos y de escuelas, personas que juntan ropa, útiles escolares, ladrillos, cemento, más un universo de cosas que envían o llevan en los viajes de visita que realizan a los colegios, en parajes como Pampa del Infierno, en el Chaco; la escuela rancho de Monte Ovemato, Santiago del Estero, o la vivienda escuela de Olla Quebrada.

Conclusión: Noemí Delelli creó un puente entre los que quieren ayudar y los que necesitan colaboración para conseguir alfabetización de calidad para todos. Hoy, Apaer cuenta con 8000 padrinos y 300 grupos de contacto –clubes y empresas, por ejemplo– con las 500 escuelas, que representan a más de 45.000 personas.

Varita no tan mágica La asociación construyó varios establecimientos, puso en marcha un programa de huertas escolares –hasta el momento crearon 346, más 54 invernaderos–, y resolvió la carencia de agua potable y de electricidad en 121 colegios mediante la construcción de pozos; la reparación de aljibes y molinos; la provisión de bombas, grupos electrógenos y paneles solares.

Además, Apaer capacita a maestros, padres y chicos para crear microemprendimientos: ya forman parte de su historia una escuela que fabrica alpargatas, otras con hornos de ladrillo, cuatro que hacen pan y una que produce lombricompuestos. Entre los cursos que dictan, se destacan el de cultivo hidropónico, el de cría de gusanos de seda y el de música argentina. La capacitación también se realiza a distancia.

Cómo ser padrinos rurales Se puede apadrinar una escuela de diversas maneras: una es proveyendo elementos y medios para que los alumnos puedan finalizar el ciclo primario y los maestros completar su trabajo.

Pero también es posible apadrinar huertas escolares e invernaderos –que tienen como fin autoabastecer los comedores escolares y brindar una alimentación diversa y nutritiva–, entregando cercos perimetrales, herramientas y semillas.

Otra opción es auspiciar microemprendimientos productivos, como granjas, hornos de ladrillo, panaderías y colmenas. Las empresas y fundaciones pueden realizar alianzas para generar proyectos, construir y reconstruir escuelas, así como cubrir otras necesidades. Las formas de colaborar son tan infinitas como la imaginación.

Más datos, www.apaer.org.ar , apaer@fibertel.com.ar y 4788-3009/5423.

Por María Teresa Morresi de La Nación

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