Pensar en el futuro, por Alieto A. Guadagni, para LA NACION
Se acaba de publicar en los Estados Unidos un informe titulado "Superando la tormenta que se avecina", preparado por la Academia Nacional de Ciencias, la Academia Nacional de Ingeniería y el Instituto de Medicina, atendiendo a un pedido del Senado de ese país. Este documento expresa: "Este comité está sumamente preocupado por el debilitamiento observado en los componentes científicos y técnicos de nuestro liderazgo económico al tiempo que muchas otras naciones están aumentando su poderío. Estamos preocupados por el futuro de los Estados Unidos".
El documento hace recomendaciones concretas, de las cuales destacamos: a) contratar anualmente 10.000 profesores de matemática y ciencias para enseñar en instituciones públicas, graduados gracias al otorgamiento de becas; b) actualizar los conocimientos de 250.000 profesores en el área de matemática y ciencias; c) incentivos para estudiantes de 12 a 18 años para que tomen cursos avanzados de matemática y ciencias, con becas de cien dólares basadas en el resultado en sus exámenes; d) ofrecer anualmente becas de investigación por US$ 500.000 cada una, a pagar en un plazo de cinco años a los 200 jóvenes investigadores más destacados; e) otorgar extensiones de visa automáticas a estudiantes extranjeros que vienen a los Estados Unidos para hacer un doctorado en ciencia, ingeniería o matemática.
Todas estas propuestas apuntan a incrementar la capacitación en las calificaciones laborales que demanda el siglo XXI. El documento afirma que sin un renovado esfuerzo "para fortalecer las bases de nuestra competitividad, es de esperar que perdamos nuestra posición privilegiada en el mundo".
Consideremos ahora nuestra situación; la transformación productiva impulsada por la globalización valoriza las dimensiones tecnológicas de la educación, ya que la insuficiencia tecnológica es un obstáculo para las inversiones orientadas a los procesos productivos con gran valor agregado y generación de empleos calificados. Hoy, las exigencias educativas son muy fuertes, y en este terreno no estamos bien para competir.
Existe un desequilibrio entre las demandas tecnológicas y la oferta de las universidades. La oferta universitaria es insuficiente y, lo que es peor, declinante en áreas esenciales para nuestro futuro, como son las carreras de ingeniería y otras ciencias vinculadas con los nuevos procesos productivos, que apenas convocan a uno de cada cuatro estudiantes.
En proporción a la población, se gradúan menos ingenieros que en Colombia, Chile, México y Brasil, para no mencionar a China, Japón, Estados Unidos, Corea y Taiwán. Se gradúan apenas cincuenta ingenieros en alimentos por año. Si en Estados Unidos ya están preocupados por su pérdida de competitividad frente a otros países, en particular los asiáticos, existen muchas más razones para que nosotros también prestemos atención a esta cuestión.
Cada mil abogados que egresan anualmente de las universidades públicas se gradúan apenas 30 matemáticos y 15 físicos. El déficit es mayor en las universidades privadas, en las que apenas se gradúan dos físicos y dos matemáticos cada mil abogados. Las universidades públicas gradúan en ciencias agropecuarias sólo la mitad de sus graduados de psicología. El déficit es mayor en las universidades privadas. En las universidades públicas los alumnos que estudian ingeniería, ciencias agropecuarias, química, física y matemática no llegan al diez por ciento del total.
En las universidades privadas esta relación cae drásticamente al 2,4 por ciento. Las universidades privadas son financiadas por sus propios alumnos, y eso, lamentablemente, las impulsa a optar por carreras "baratas", o sea sin equipos y laboratorios, ya que alcanza con un pizarrón, un borrador y tiza. Esto implica que el desequilibrio en la oferta universitaria tenga que ser corregido por la universidad pública, que es financiada por toda la población con sus impuestos.
Es positivo que el Ministerio de Educación esté hoy instrumentando programas de becas para estudios en ingeniería, biotecnología, química, veterinaria, genética, informática y microbiología. Pero se necesita además que nuestras universidades públicas asuman su responsabilidad y orienten sus prioridades teniendo en cuenta los requerimientos científicos y tecnológicos que nos plantea una época histórica en la cual no hay crecimiento sustentable sin mejora en la calidad de la educación. Es hora de vincular la universidad con las necesidades del país.
viernes, octubre 28, 2005
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