martes, octubre 18, 2005

La medida de la felicidad

Las estadísticas del diminuto reino de Bután probablemente no impresionen demasiado. Encerrado a 4500 metros de altura entre China y la India, tiene apenas 800.000 habitantes, un solo aeropuerto, una expectativa de vida de 66 años, y un producto bruto interno de 2900 millones de dólares. (El de Argentina ronda los 100.000 millones.)

Sin embargo, hay quienes lo consideran el último "Shangri-la" y lo toman como modelo, según afirma Andrew Revkin en la edición de ayer de The New York Times. Al parecer, desde 1972, en que fue coronado, el rey King Jigme Singye Wangchuck decidió que la prioridad de su nación no sería el "producto bruto interno", sino la "felicidad nacional bruta" (gross national happiness). Para alcanzarla, entre otras cosas, instituyó la educación pública con maestros que rotan para que todos puedan acceder a los mejores. Uno de los resultados más notorios de su gestión es un aumento de 19 años en la expectativa de vida entre 1984 y 1998.

El problema es, por supuesto, qué se entiende por "felicidad". Ya lo dijo Séneca, en Acerca de la vida feliz: "Todos quieren vivir felizmente, hermano, pero al considerar qué es lo que produce una vida feliz caminan sin rumbo claro".

Maestros, monjes y funcionarios de Bután contaron su experiencia en una reciente reunión que congregó a 400 economistas, sociólogos y funcionarios de una docena de países en busca de una definición más precisa de la dicha.

Pero los científicos -no podía ser de otro modo- quieren medirla, pesarla, detectarla, censarla... Según Revkin, allí se discutieron propuestas como la de investigadores británicos que están intentando desarrollar un "índice de bienestar", que incluya no sólo los ingresos económicos, sino también la enfermedad mental, el acceso a parques, los niveles de delito, tráfico, contaminación y reciclaje. Sus colegas estadounidenses quieren extraer conclusiones del destino del tiempo de sus encuestados, y los canadienses planean desarrollar otro que incluya mediciones de educación, calidad ambiental, y "vitalidad comunitaria".

¿Permitirá todo esto averiguar qué es la felicidad? En su prólogo a una obra de Bertrand Russell, Fernando Savater se muestra escéptico: "No sé si en el siglo XX la gente ha sido más o menos feliz que en otras épocas. No hay estadísticas fiables de la dicha (por ejemplo, ¿nos hace más felices la televisión o el fax?)", escribe. Y más adelante agrega, mordaz: "En cuanto a conquistar la felicidad, la felicidad propiamente dicha... sobre eso no me haría yo demasiadas ilusiones".

Por Nora Bär - http://www.lanacion.com.ar/744713

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