viernes, enero 13, 2006

Un muro para contener a México
Por Marcos Aguinis, Para LA NACION


WASHINGTON

Yolanda González había partido de Oxaca, México, con su hijita de dieciocho meses en los brazos. La animaba la desesperación de su pobreza. Recurrió a la generosidad de los medios de transporte que llevan ganado para acercarse a la frontera con Arizona, menos vigilada –según le informaron– que las de California y Texas. Quería arañar los bordes del bienestar, como algunos de sus parientes. No le importaban los riesgos. Pidió consejo y le dijeron que para internarse en los Estados Unidos le convenía caminar por una franja desértica libre de controles, pero abrasada por el sol. No encontraría sino tierra seca y rocas. Debía llevar mucha agua. Pero agotó sus reservas: las últimas gotas las vertió en la boca de su hijita. Fue encontrada por una patrulla que intentó salvarla, pero sin éxito. Su muerte fue reportada como la sexta en dos semanas.

En mi artículo anterior, El muro y el misterio, aparecido en esta sección el 30 de diciembre, no quedaba espacio para describir la extensión de la muralla entre Estados Unidos y México, que amenaza con aumentar las heridas de nuestro continente. Doscientos sesenta miembros de la Cámara de Representantes aprobaron la llamada ley Sensenbrenner, que propone continuarla hasta completar un tercio de los 3200 kilómetros de frontera que separa ambos países. Pretenden desalentar las columnas de indocumentados que se filtran cada día, a razón de uno por minuto y, además, penalizar a quienes los contratan ilegalmente. En febrero, la ley será discutida por el Senado. Mientras, ha comenzado una intensa acción diplomática por parte de algunos países latinoamericanos para abortar la iniciativa.

Los hispanos fueron creciendo en Estados Unidos de modo exponencial y ahora conforman una holgada primera minoría, por encima de la comunidad negra. Aunque muchos han conseguido una admirable integración e incluso desempeñan funciones sensibles en todas las áreas, subsisten resistencias y hasta prejuicios.

El libro de Samuel Huntington ¿Quiénes somos? Los desafíos de la identidad nacional americana ha suscitado infinidad de debates, porque se centra en el riesgo que suponen los hispanos para las tradiciones del país. El tema no se reduce al terreno académico, social o político, sino que ha desbordado al incendio del crimen. En Las redes del odio relato una iniciativa espeluznante: para frenar el ingreso de inmigrantes ilegales, un grupo de nacionalistas decidió cazarlos en la frontera sur como si fuesen animales salvajes. Rancheros de Arizona tomaron el nombre de America Way Team y planificaron un patrullaje de las franjas próximas a la frontera sur para perseguir y hasta asesinar.

La repugnancia que suscitó este safari no sólo escandalizó en México, sino en los Estados Unidos mismos. En México se formó el Comité de Defensa Ciudadana, que ofrecía la recompensa de diez mil dólares a quien matara a un patrullero norteamericano. Esta propuesta sólo consiguió exacerbar a los xenófobos del Norte. Por suerte, fue condenado el America Way Team y se desactivó el Comité de Defensa Ciudadana.

El ingreso ilegal de latinoamericanos en los Estados Unidos se ha henchido de contradicciones. Mientras crece la hostilidad contra la potencia del Norte, también crece el deseo por entrar en ella y disfrutar de sus ventajas. Se atribuye a Octavio Paz la observación de que cuando un mexicano grita ¡Yankee go home!, por lo bajo agrega: but take me with you...

En los Estados Unidos ya han surgido voces de condena al muro. The New York Times afirma que el proyecto es “xenófobo y miope”. Benjamin Barber, ex asesor de Bill Clinton, dijo que el presidente Bush reacciona con mentalidad del siglo XIX y que los costos del muro serán “prohibitivos y desastrosos; no funcionará”. Los costos llegarán a la friolera de ocho mil millones de dólares. Y una vez terminado, aún quedarán 2000 kilómetros sin una muralla de separación, y por ahí seguirá filtrándose gente sin visa.

Luis Alberto Dérbez, canciller azteca, ha manifestado que el muro es una “idea estúpida”, pero se ha entrevistado con Condoleezza Rice para buscar una solución diplomática y se ha desempeñado como anfitrión de una conferencia de cancilleres que anhela llegar a un acuerdo razonable, como surge de la equilibrada declaración firmada el lunes último. No ignora que Estados Unidos recibe medio millón de inmigrantes por año, más que toda Europa.

El canciller de Guatemala, Jorge Briz, concedió que “Estados Unidos tiene sus normas”. Por eso, “nuestra propuesta será integral”. Visualizan como alternativa el Estatus de Protección Temporal, mediante el cual los inmigrantes ilegales quedarían protegidos de la deportación y podrían obtener documentos de identidad, como la licencia de conducir, y acceder a la poderosa seguridad social. La idea se basa en que ya los ciudadanos de algunos países, como Honduras, El Salvador y Nicaragua gozan de estos beneficios. La pretensión es extenderlos al resto de América latina.

Pero ocurre que de los ocho millones de mexicanos que viven en los Estados Unidos, cerca de la mitad es ilegal. La cifra es demasiado grande para resolver la cuestión en un minuto o de un plumazo. Las remesas enviadas desde aquí conforman uno de los más jugosos ingresos en divisas que recibe América latina, porque ganan de diez a veinte veces más que en sus países de origen. El Salvador cerró el año último con 2800 millones de dólares en remesas. Guatemala, con más de 3000 millones. Y México, en los cinco años que lleva Vicente Fox en la presidencia, recibió más de 70.000 millones.

Entre quienes apoyan la ley Sensenbrenner figura Victor Davis Hanson, especializado en el tema, quien afirma que la comparación del muro entre México y Estados Unidos con el de Berlín exhala una lamentable ironía, porque el de Berlín fue construido por Alemania oriental para impedir la fuga de sus ciudadanos y la fuga no ocurre de Estados Unidos hacia México, sino al revés. Además, si hubiera que establecer un parecido con Alemania oriental, más se le parece México, porque millones de sus habitantes sueñan con irse aunque mueran en el intento. También refuta a Dérbez, quien dijo que es una idea estúpida. “Estúpidos son los gobiernos de un país abundante en minerales, petróleo, costas maravillosas, clima templado, ricos campos para la agricultura y ganadería y que no pueden o no quieren efectuar reformas profundas, sino que se limitan a cambios cosméticos que no consiguen terminar con la pobreza”. No se queda corto en el tema de la inmoralidad. Asegura que es inmoral pretender sacarse la carga de los pobres mandándolos afuera. Es inmoral que, además, los pobres deban enviar dinero a los familiares que se quedan, porque lo hacen a costa de bajar su propia calidad de vida y posibilidades de inversión. Agrega que a los gobiernos de América latina les preocupan más sus ciudadanos cuando están afuera que adentro, y enmascaran con términos humanitarios el corazón del problema.

No obstante, la conferencia que se celebró en México el pasado lunes emitió un documento admirable, maduro. No quiere aumentar los decibeles del debate, sino poner paños fríos y avanzar hacia ideas mutuamente aceptables. Admite que cada país tiene derecho soberano para conducir su política migratoria y de seguridad. Los países firmantes se comprometen a desalentar la migración indocumentada y combatir el tráfico de personas y actividades criminales asociadas. Pero los migrantes no son ni deben tratarse como delincuentes. Por el contrario, se realizarán esfuerzos para defender sus derechos humanos e individuales. Se intensificará el acercamiento a todos los niveles de las respectivas administraciones para difundir los beneficios que aportan las comunidades migrantes en los Estados Unidos. Como broche, el vocero presidencial mexicano aseguró que por ahora se descarta la integración de un bloque latinoamericano que rechace la construcción del muro. Es decir, se optó por la negociación persuasiva, ya que en los Estados Unidos las opiniones están divididas.



http://www.lanacion.com.ar/771896

No hay comentarios.: