martes, mayo 23, 2006

El despertar de la India

Michael Amaladoss, para Criterio de Abril de 2006

La India no está todavía en condiciones de brillar para todos, pero se va iluminando. Su democracia funciona.

En su última campaña electoral nacional 1, el BJP 2 –el partido gobernante– utilizó el eslogan India Shining, “India brillante”. Y perdió las elecciones: la India brilla probablemente para la clase media –alrededor del 25 % de la población–, pero no para la mayoría de los pobres. El informe de 2005 de las Naciones Unidas sobre el desarrollo humano, la ubicó en el puesto Nº 127 sobre un total de 177 países. Sobre los más de 1000 millones de habitantes, el 30 % vive por debajo de la línea de pobreza; la brecha entre ricos y pobres se agranda y el analfabetismo adulto alcanza al 40 % de la población.

Sin embargo, el país no cesa de mostrar su vigor: con ocasión del tsunami y del terremoto en Cachemira, la India pudo asegurar los primeros auxilios y rechazó la ayuda exterior. La opinión internacional está impresionada por su crecimiento en sectores tales como la tecnología informática y, poco a poco, las inversiones extranjeras aumentan. Anualmente se gradúan allí más ingenieros que en Europa. Se sabe que dispone de capacidad nuclear, que puede poner satélites en órbita y que su programa espacial prevé el envío de un cohete a la Luna. Sus hospitales, actualmente, atienden pacientes del extranjero.

Los mismos indios se muestran muy confiados en el porvenir de su país, según muestra una encuesta reciente 3. Consultados habitantes de cuatro metrópolis, de cuatro ciudades y de cuatro pueblos del país, la investigación reveló que el 54 % de las personas estima que su vida ha cambiado positivamente en el curso de los últimos diez años; el 51 % se declaró más optimista sobre el futuro del país; el 54 % piensa que tendrá más oportunidades de empleo que antes; el 60 % dice gastar dinero en diversiones, y estima que estos cambios van a durar.

Situaciones desiguales

La India goza de una muy importante clase media (250 millones) que constituye la fuerza de la economía de consumo. Grandes tiendas y complejos de diversión, rebosantes de productos y desbordantes de compradores, florecen en las ciudades importantes. Los buenos restaurantes están llenos, incluso los días de semana. La cantidad de vehículos se multiplicó. El país tiene hoy más teléfonos celulares que líneas fijas. El negocio inmobiliario es un boom en los sectores urbanos. La riqueza de estas 300 millones de personas –clases alta y media reunidas– parece descender lentamente hacia la más pobre. La India ¿estaría finalmente en tren de progresar? Mi respuesta es positiva, a condición contextualizarla.

Es necesario saber interpretar las estadísticas globales, pues de lo contrario se corre el riesgo de no ver la gran disparidad del país. Los estados del Oeste y del Sur (Gujarat, Maharashtra, Karnataka, Tamil Nadu, Andhra Pradesh y Kerala) y algunos del Norte (Punjab, Haryana y las regiones de la capital nacional Delhi) están a la cabeza del crecimiento; parecen atraer la mayor parte de las inversiones extranjeras y nacionales. Por el contrario, los estados llamados bimaru 4 tiran abajo todas las estadísticas nacionales. Representan alrededor del 40 % de la población del país. El contraste es sorprendente: una niña nacida en Kerala, en relación con otra de Uttar Pradesh, tiene cinco veces más posibilidades de llegar a los 5 años, tres veces más posibilidades de ser educada y ciertamente una expectativa de vida mucho mayor.

La tasa media de natalidad es del 1,4%, pero varía de menos 1 % en Kerala a más de 2 % en los estados del Norte. La educación y el desarrollo económico son, en efecto, factores-clave para disminuir el crecimiento de la población, sin contar la diferencia de desarrollo entre las zonas industriales urbanas y los pueblitos donde se vive de la agricultura. Es de esperar que los grupos y las regiones más favorecidos arrastren a los otros en la escala económica.

Nuevas dinámicas

El progreso sin duda redundará en la confianza del indio en sí mismo. Después de la independencia, el país hizo la experiencia de la economía socialista. El gobierno se centró entonces en la industria pesada, controlando muy de cerca la política de desarrollo, incluso mientras alentaba una economía mixta y la iniciativa privada. La población dependía mucho del gobierno. Hasta hace diez años, los padres que tenían una hija casadera buscaban yernos funcionarios: un empleo público significaba un sueldo fijo, una jubilación y un razonable desempeño de trabajo. Los políticos atraían los favores del pueblo creando artificialmente empleos en las empresas controladas por el Estado. Una decena de años atrás, el gobierno comprendió brutalmente que esa situación no podía durar. Entonces abrió la economía a la iniciativa privada y controló los gastos del Estado. Las empresas gubernamentales comenzaron a suprimir empleos y dejaron de contratar. Esta nueva política desestabilizó a los ciudadanos: se dieron cuenta de que debían competir. Esta apertura económica alentó la iniciativa privada y aumentó el número de consumidores. La población tenía necesidad de dinero pero... ¡debía ganarlo! Este cambio provocó una eclosión de pequeños emprendedores. Su capacidad de ganar dinero aumentó el deseo de gastarlo. La industria de productos de consumo se benefició.

Este mercado es esencialmente interno. Pero, con mil millones de habitantes, basta para marcar un desarrollo verdadero. La enormidad de este mercado, hecho de compradores con niveles de vida diferentes, permitió a muchos fabricantes de bienes de consumo recurrir a marcas internacionales, generalmente más caras y reservadas a los ricos. El crecimiento micro-económico benefició igualmente el crecimiento de las grandes empresas que se instalaron en el país, debido a las nuevas políticas económicas del gobierno.

Después del período colonial, la India es conocida por la emigración de trabajadores no calificados. Estos grupos se encuentran, hoy día, en África del Sur, Fidji, Malasia, Sri Lanka, en países caribeños, etc. Pero lo nuevo es la emigración de trabajadores calificados. La angustia de la crisis de las computadoras del año 2000 abrió el sector de la tecnología informática. Gracias al conocimiento del inglés y a su competencia intelectual, jóvenes indios han emigrado a los Estados Unidos. Estos se han formado rápidamente y pudieron ofrecer sus servicios. A partir de la crisis del año 2000, la industria de las tecnologías de la información se desplazó hacia el marketing y los servicios on line.

Si bien esta industria ha dado a la India mayor visibilidad en el mundo, no habría que exagerar el papel que jugó en el crecimiento económico. Probablemente haya creado medio millón de empleos. Pero sobre todo parece haber creado un nuevo espíritu empresario entre los jóvenes del país e impulsado el desarrollo del ciclo de consumo. La ciudad de Chennai le sigue inmediatamente a Bangalore en la industria informática, pero los diez últimos años también han aportado tres fábricas automotrices (Hyundai, Ford y BMW). El ministro de Comercio indio dijo recientemente que las exportaciones a los Estados Unidos sobrepasan las importaciones. La India está bien ubicada en el rubro textil, farmacéutico, de auto-partes, sin hablar del rubro agrícola de base.

Se constata el papel de la iniciativa privada en la formación profesional. Antes, se lamentaba el hecho de que ingenieros y profesionales formados en las instituciones nacionales, gracias al dinero del contribuyente, emigraran al extranjero. En la actualidad, probablemente de una treintena de colegas profesionales en Chennai sólo seis fueron financiados por el gobierno. Las otras universidades se sostienen por la contribución de los estudiantes que pagan su formación. Se constata un fenómeno similar en las otras universidades en lo que concierne a los cursos profesionales. Dicho de otra forma, ya no se depende del gobierno. Este, sólo debe crear las condiciones de dinamismo. Esta nueva disposición ha liberado energías. El sostén de las familias es importante y los jóvenes lo utilizan. En estas condiciones, no es de extrañar que la mayor parte de los cursos dados en las universidades estén orientados al empleo. Pronto los jóvenes estarán en condiciones de ser autónomos, y allí está el resorte de la economía.

Hace algunos años se hablaba mucho de la fuga de cerebros desde los países pobres hacia los países ricos. Hoy día, los indios ven en estas expatriaciones una real ventaja en razón de los contactos internacionales a que dan lugar y de las redes que permiten tejer. De todas formas, el abanico de talentos es tan amplio y la falta de trabajo es tan masiva, que el hecho de que algunos obtengan trabajo en el extranjero ya no es un problema.

El papel del gobierno

Cuando las olas del tsunami golpearon la costa sudeste de la India fue posible medir este espíritu de empresa. La ayuda fue rápida y eficaz. Pero el gobierno no estuvo solo en la tarea. Numerosas ONG, muchos individuos y pequeños grupos, aportaron su ayuda en períodos más o menos largos, a expensas propias, con frecuencia ayudados por amigos, por la familia o por las comunidades.

No se puede, evidentemente, minimizar la contribución del gobierno al desarrollo. Hace unos diez años abrió la economía a la iniciativa privada y a la presencia de actores del extranjero manteniendo, sin embargo, el control necesario. Los partidos políticos, incluido el partido comunista del West Bengal, han sostenido el principio de esta economía abierta. Falta que este esfuerzo no sea reprimido por una corrupción endémica. Aunque para algunos empresarios activos, pagar a los políticos forma parte de la inversión, tal como sucede en el nivel internacional. El gobierno, sin embargo, sigue siendo responsable ante las poblaciones más pobres, que cuentan con poder electoral en una sociedad democrática. Por eso perdió el BJP con su Indian Shining. En esas elecciones, el partido comunista consiguió el mayor número de escaños en el parlamento desde la independencia. Actualmente tiene el control del Congreso y vigila que este no olvide el interés de los pobres, aunque lo haga a su manera, muy doctrinaria.

En una democracia que tiende a ser floreciente, los pobres toman conciencia de sus derechos y saben reclamar su aplicación. Después del tsunami, las víctimas se organizaron para presentar al gobierno y a diversos organismos, sus reclamos de ayuda. La población –los pobres en particular– está ahora lista para manifestarse si piensa que los funcionarios del gobierno, incluida la policía, no están atentos a sus necesidades y a sus problemas. Para hacerse escuchar, pueden llegar a bloquear el tránsito o a hacer juzgar a un oficial. A pesar de la lentitud y de la corrupción de la burocracia a la que siguen expuestos, los indios están saliendo de su posición de víctimas y van adquiriendo conciencia de su poder.

La Justicia juega un papel muy importante para obligar al gobierno a rendir cuentas. La India ha desarrollado un programa legal llamado Public Interest Litigation. Cualquier ciudadano puede llevar ante la Justicia acciones o decisiones del gobierno que estime injustas, incluso en ámbitos que no le conciernen directamente. Una simple queja enviada por un pobre puede ser tomada muy en serio por la Justicia. Las investigaciones judiciales por corrupción, que pudieron ser abandonadas bajo presión política, pueden ser retomadas por orden de la Corte. Recientemente, a raíz de que algunos casos de violencia interreligiosa no habían sido tomados en serio por el gobierno de un estado, la Justicia intervino para obligarlo a realizar una investigación formal e independiente. La Justicia funciona como una protección eficaz contra los abusos de poder de los políticos y sus intentos de pervertir los valores constitucionales. Se muestra, también, muy sensible ante las cuestiones ecológicas.

El sistema de castas conmovido

Gracias a esta politización, el sistema de castas está también en tren de moverse. Un nuevo sentido de la igualdad se está abriendo camino. Muchas castas se han politizado, sea para sostener a un partido, sea para constituirse ellas mismas en un partido político. Algunas han mostrado mucha capacidad de organización. La tradición de la asociación específica afectada a tareas particulares –esto que era la característica incluso de las castas– está en vías de desaparecer. Los dalits (oprimidos) se organizan 5. El estado más poblado, el Uttar Pradesh, hace algunos años, tuvo una mujer dalit como presidente. El Tamil Nadu tiene dos partidos políticos dalit, representantes de dos sub-castas.

Esa politización atraviesa también las posiciones religiosas. Hasta no hace mucho tiempo, la conversión a otra religión, cristianismo o budismo, parecía un medio para escaparse del sistema de castas. Pero los dalits creen que la conversión no basta. Llegar a ser budista puede dar una nueva identidad personal, pero no cambia su identidad social. Ser cristiano puede darle oportunidades de formación, pero la Iglesia no puede darle un nuevo status en la sociedad ni ofrecerle un empleo. También dalits de diferente religión sienten la necesidad de reencontrarse y organizarse para reclamar sus derechos de ciudadanos. También el Estado indio organiza para ellos programas de discriminación positiva. Su autonomía en educación –como en economía– parece urgente.

Los efectos de la mundialización

La mundialización ofrece a los países en desarrollo oportunidades tanto en el nivel personal como empresarial. El alto costo del trabajo en el mundo desarrollado obligó a las multinacionales a buscar soluciones alternativas. China estuvo en condiciones de realizar su crecimiento industrial. La India tardó más en abrir su economía y en aprovechar ese movimiento. Pero eligió el camino de las delocalizaciones de servicios industriales. Esto comenzó con lo que da en llamarse call centers. Un amigo que pedía por teléfono información sobre los horarios de tren de Londres a Oxford descubrió que la respuesta le fue dada por alguien de Bangalore que tenía acceso a todas las informaciones, incluidas las meteorológicas.

Trabajos mecánicos, simples pero que demandan inteligencia (tipear textos o hacer operaciones contables), han sido delocalizadas. Estos servicios se encargan de todos los problemas delicados tanto lógicos como mecánicos. Hoy día, se desplazan hacia tareas más creativas, como la investigación o la creación artística. La inversión necesaria es mínima: un ordenador y un lugar de trabajo. El número de empleados en esta industria delocalizada no es considerable cuando se tiene en cuenta la mano de obra disponible en la India. Pero esta es una fuente de estímulo con numerosos efectos secundarios. Para atraer a las empresas, el gobierno está dispuesto a mejorar la infraestructura: rutas, líneas telefónicas y conexiones informáticas. Esta infraestructura beneficia a todos. Los jóvenes que trabajan mucho están dispuestos a gastar en diversiones y las familias conocen nuevas aspiraciones que son otros estímulos al consumo.

Los medios (en especial la televisión) contribuyen evidentemente a la toma de conciencia y al desarrollo. Las tradiciones sociales y culturales se resisten, pero un nuevo sentido de las libertades crece día a día: los hábitos de trabajo cambian, los habitantes están más dispuestos a desplazarse. La encuesta citada muestra que el 65 % de la población tuvo necesidad de desplazarse para procurar nuevas oportunidades de educación y de empleo; el 79 % trabaja más que antes; el 67 % estima que la presión de las normas sociales ha disminuido; el 71 % es más abierto que antes; el 65 % pasa menos tiempo con la familia y el 59 % estima que tiene menos sostén por parte de las estructuras tradicionales (familia o gobierno); el 70 % piensa que ahora trabaja en sectores que antes no le eran familiares; el 62 % ahorra menos que antes; el 54 % considera que logró más de lo que esperaba. De manera sorprendente, todas estas libertades se extienden también a la vida sexual en un país tan tradicional, particularmente en zonas urbanas. Las mujeres que trabajan experimentan, especialmente, la libertad.

El individualismo, las riquezas y las nuevas libertades no disminuyen, sin embargo, la responsabilidad social de los indios. Hemos visto cómo los individuos han respondido en crisis como la del tsunami. Pero la población espera del gobierno que se preocupe más por los más pobres: el 85 % estima que una parte mayor del presupuesto del Estado debería estar consagrado a los pobres; el 72 % sugiere que el gobierno intervenga en su favor en situaciones difíciles; el 69 % rechaza que las decisiones relativas a la apertura de escuelas, de hospitales o de industrias sean dejadas a las fuerzas del mercado. Al gobierno le corresponde tomar sus decisiones con un cuidado especial por los más pobres. Recientemente, el Parlamento votó una ley garantizando un mínimo de empleos en regiones rurales.

Uno de los mayores diarios indios en inglés, The Indian Express, publicó una crónica sobre el dinamismo y las nuevas perspectivas titulada India explained - India empowered. En esos artículos, se le otorgaba importancia a la infraestructura, al mejoramiento de la educación, a la capacidad de las ciudades y el aliento a las iniciativas. Los comentarios hechos por altos funcionarios del gobierno son significativos. A.P.J. Abdul Kalam, el presidente, estima que “el poderío de la India es el conocimiento que echa raíces en las ciudades”. El vicepresidente, Bhairon Sing Shekhawat, insiste en la necesidad de terminar con la corrupción. El primer ministro, Manmohan Singh, habla de “democracia abierta, economía abierta”. El ex presidente, recientemente fallecido, K.R. Narayanan, esperaba ver el día “en el que los ignorantes y los explotados comiencen a afirmar sus derechos y su propia capacidad”.

La democracia se instala lentamente, pero está bien viva. Los ciudadanos parecen habituarse a pedir cuentas a sus responsables políticos. Este podría ser el comienzo tan esperado del fin de la pobreza. Los habitantes no tienen gran confianza en los políticos –el 58 % declara incluso que su confianza en ellos y en los funcionarios ha disminuido–. En efecto, el 81 % tiene más confianza en los industriales, en los empresarios, en los intelectuales y en los técnicos que en los políticos (el 14 %) o en los burócratas (el 5 %).

El lugar de las religiones

La India es un país pluri-religioso y multicultural. Se mostró como un país laico y supo preservar y defender esta laicidad. Pero la integración de la nación como tal aún está pendiente. Todavía existen movimientos separatistas aquí y allá. La tensión entre musulmanes e hindúes es histórica. La mayoría hindú reencuentra su identidad después de más de 1000 años de sumisión en la época de los musulmanes y de los británicos. La partición India/Paquistán dejó profundas heridas. Los tumultos entre hindúes y musulmanes continúan estallando periódicamente, pero sus motivaciones parecen más económicas y políticas que realmente religiosas.

Con 120 millones de musulmanes, la India es la tercera población musulmana en el mundo, detrás de Indonesia y de Paquistán. Pero en su suelo no existe ninguna organización terrorista internacional. El fundamentalismo hindú no alcanzó verdaderamente a establecerse en el país. Nunca tuvo más del 20 % del voto popular, incluso en la coalición con partidos regionales. Da la impresión de estar en rápida declinación. El núcleo del grupo fundamentalista hindú es muy débil, aunque muchos hindúes puedan adherir más o menos a esa mentalidad. Pero esa tendencia no se traduce en votos: los ciudadanos apoyan a los partidos políticos en función de su capacidad de concretar logros económicos, no en función de su ideología o de su visión religiosa. El pragmatismo prevalece sobre la ideología. Basta observar el interés por las escuelas que dan inglés, incluso en el nivel primario; el inglés es considerado un pasaporte para conseguir empleo en tecnología de la información y en otras industrias, sean nacionales o extranjeras.

El hinduismo no es una religión organizada, es un término general que abarca a una multitud de tradiciones indias. Los intentos del BJP para constituirse en una fuerza organizada han fracasado. El Sankaracharya de Kanjeepuram, que hubiera podido ser una suerte de líder nacional religioso, tiene en la actualidad diversos procesos judiciales, algunos por asesinato.

Mientras la figura de Jesús y el cristianismo son, en general, aceptados y admirados, existe un sentimiento largamente extendido contra el proselitismo y su dependencia de los centros de poder y de financiamiento extranjeros. El cristianismo no se percibiría tanto como una amenaza si se tornara auténticamente indio. La mejor imagen del laicismo indio se ilustra en el hecho de que el actual Presidente es musulmán, el Primer ministro sikh, y la presidente del partido gobernante, Sonia Gandhi, una cristiana de origen extranjero. Dos estados del Sur (Andra Pradesh y Kerala) tienen presidentes cristianos. Los líderes cristianos son también muy bien vistos en el Nordeste.

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La India no está todavía en condiciones de brillar para todos, pero se va iluminando. Su democracia funciona. Los ciudadanos son políticamente maduros; afirman su poder en diferentes niveles. La enseñanza universal será un factor clave para que esta capacidad de autonomía se confirme y se expanda.

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