jueves, agosto 10, 2006

Sobre la vida

Carlo Maria Martini - Ignazio Marino

Fecundación asistida, aborto, células madre, adopciones, sida, eutanasia, límites de la investigación, el encuentro posible entre ciencia y ética cristiana, aparecen en el extenso diálogo mantenido entre el cardenal Carlo Maria Martini y el profesor Ignazio Marino.

El cardenal Carlo Maria Martini, 79 años, jesuita, prestigioso especialista en Sagrada Escritura, fue arzobispo de Milán desde 1979 hasta 2002. Ahora vive en Jerusalén donde ha retomado sus estudios bíblicos.

El profesor Ignazio Marino, científico y experto en bioética de fama internacional, católico, es director del Centro de transplantes del Jefferson Medical College de Filadelfia. El pasado 10 de abril fue elegido senador en Italia, representante independiente del Partido Democrático de Izquierda.

Hasta el momento, Martini raramente se había expresado sobre los temas que aquí se abordan. Incluso en los primeros meses de 2005, cuando en Italia se discutía ardorosamente la ley que regula la fecundación artificial y la jerarquía de la Iglesia se pronunciaba con fuerza, guardó silencio.

La idea y realización de este diálogo pertenecen a Daniela Minerva. Fue publicado originariamente por el semanario italiano L’espresso (n.16, 21 de abril 2006). La traducción es de Antonio Delfau para la revista chilena Mensaje. A todos agradecemos la gentileza de permitir que CRITERIO reproduzca este material.

Carlo Maria Martini: Querido profesor Marino, he leído con mucho interés y empatía su libro Creer y curar. Me ha impresionado, por una parte, su amor por la profesión médica y su rotundo interés por el enfermo y, por otra, su objetividad de juicio, su equilibrio, al tratar problemas ‘de frontera’; es decir, donde las exigencias médicas se encuentran con las exigencias éticas y a veces parecen oponerse. He podido ver hasta qué punto usted se niega a renunciar a su objetividad profesional como médico y a su conciencia como hombre y creyente. Todo esto me parece muy importante para ese ‘diálogo sobre la vida’ que interesa ciertamente tanto a nuestros contemporáneos, sobre todo en los casos límite en los que las audacias de la ciencia y de la técnica despiertan, por un lado, asombro y gratitud y, por otro, preocupación por la especie humana y su dignidad.

Todo esto hace necesario y urgente un ‘diálogo sobre la vida’ que no parta de preconceptos o de posiciones prejuiciadas sino que sea abierto y libre y, al mismo tiempo, respetuoso y responsable.

Ignazio Marino: También yo veo muchas razones para un diálogo objetivo, profundo y sincero sobre el tema de la vida humana. Vivimos de hecho un momento histórico particular, en el cual el progreso científico ha revolucionado la posición del ser humano respecto a la vida, la enfermedad y la muerte. A diferencia de ayer, hoy se puede nacer de muchos modos diversos, se puede ser sanado con terapias extraordinarias y mantenido por largo tiempo en una sala de reanimación en un estado que puede llamarse ‘vida’ simplemente desde el punto de vista de las funciones fisiológicas. La muerte es considerada cada vez más como un acontecimiento excepcional que debe ser evitado y no el fin natural al que toda vida humana llega inevitablemente.

Estos cambios influyen no sólo el curso de nuestra existencia sino también el modo de concebir la vida, la enfermedad y la muerte. Por eso no es posible ignorar las innumerables cuestiones éticas que surgen de los continuos cambios ligados a las nuevas tecnologías y a las posibilidades que la ciencia pone a disposición del hombre.

El diálogo sobre estos temas y la confrontación entre personas de diversa formación y con diferentes roles en la sociedad, pueden contribuir a la circulación de ideas y posiciones dirigidas a identificar puntos de encuentro y no de división.

Ante temas tan delicados se corre el riesgo de caer en fáciles contraposiciones e instrumentalizaciones que no aportan ninguna ventaja, salvo la de crear fracturas en la sociedad. En cambio, si el razonamiento es conducido honestamente y con espíritu de sincera apertura, es posible determinar cursos comunes o, por lo menos, no demasiado divergentes.

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