miércoles, marzo 22, 2006

Agua que no has de beber...

He aquí un puñado de cifras "escalofriantes": la cantidad de agua que se necesita para cultivar un kilo de café (20.000 litros), para producir una hamburguesa (11.000 litros), un kilo de queso (5000 litros), una remera de algodón (7000 litros), cultivar un kilo de azúcar (3000 litros) o producir un litro de leche (entre 2000 y 4000 litros).

Según Fred Pearce, autor de un artículo en el último número de la revista británica New Scientist y del libro When the rivers run dry (Cuando se sequen los ríos, Eden Project Books, 2006), los seres humanos consumimos anualmente unos 200 ríos Nilo sólo para regar nuestros cultivos.

No solemos tener mucha conciencia de la apabullante cantidad de agua que empleamos y malgastamos a diario, pero estos números ayudan a comprender rápidamente por qué desde hace una semana organizaciones no gubernamentales y representantes de países de todo el mundo están reunidos en México, en el IV Foro Internacional del Agua: intentan acordar acciones para revertir la creciente escasez y la iniquidad en la distribución de este líquido indispensable para la vida.

También tenemos una imagen distorsionada de la realidad local. Si bien parte del país recibe lluvias abundantes (el 85% cae sobre la cuenca del Plata) y comparte con sus socios del Mercosur uno de los reservorios de agua subterránea más grandes del mundo -el acuífero Guaraní, que ocupa alrededor de 1.190.000 kilómetros cuadrados, las superficies de España, Francia y Portugal juntos-, el 66% del territorio nacional es árido o semiárido.

Según datos del Instituto Nacional del Agua, el 83,75% de la población urbana está abastecida por agua de red, pero sólo el 54% de ella dispone de servicios de evacuación de excretas. Por otro lado, alrededor de seis millones de habitantes carecen de sistemas adecuados de abastecimiento de agua segura; se trata de una "población en riesgo sanitario", expuesta a enfermedades como la diarrea (en Salta se registran 482 casos anuales por mil habitantes), la hepatitis A (más de 30.000) o el cólera.

Entre un millón y un millón y medio de personas consumen agua con altos niveles de arsénico o flúor. El ascenso de las napas subterráneas, la degradación de la calidad del agua superficial y los acuíferos, la falta de una gestión integral de las cuencas, son otras tantas asignaturas pendientes, según los especialistas.

Dicen que cuando el astronauta de la Apolo XI Neil Armstrong observó desde el espacio la esfera azul del planeta comentó que en lugar de Tierra debería llamarse Agua. Si el tema no comienza a tomarse en serio, tal vez los astronautas del futuro no dirán lo mismo.

Por Nora Bär, para La Nasción

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