miércoles, marzo 15, 2006

Como freno a la corrupción he propuesto eliminar la inmunidad parlamentaria

Para Antonio Di Pietro, ex fiscal de la Operación "Mani Puylite", los gobernantes "deben dar el ejemplo".

Claudio Mario Aliscioni caliscioni@clarin.com

Sabe que es una figura de atracción mundial, pero no lo demuestra en sus gestos contenidos. Nacido en un hogar de orígenes humildes, a inicios de los 90 saltó a la consideración pública como el fiscal más notable de "Mani pulite" (manos limpias), la legendaria operación judicial que intentó limpiar de corrupción la vida política en Italia. Hoy, a sus 55 años, Antonio Di Pietro sigue defendiendo aquella batalla de un grupo de funcionarios judiciales contra decenas de caciques políticos de su país, muchos de los cuales terminaron en la cárcel. Pero dice que hay que ajustar la mira para frenar la corrupción: "Hace falta dar el ejemplo. No bastan los jueces. Por eso he propuesto eliminar la inmunidad parlamentaria".

Como jefe de su agrupación "Italia de los valores", Di Pietro llegó a Buenos Aires para apoyar la candidatura a senador del argentino Darío Ventimiglia por L'Unione, la alianza de centroizquierda que encabeza Romano Prodi en las elecciones previstas para abril y que lidera las encuestas. Tras una reciente reforma constitucional en Italia, los residentes en el exterior —nativos y naturalizados— pueden ejercer su derecho al voto. En los comicios venideros, unos 300.000 italo-argentinos votarán senadores y diputados para el Parlamento italiano.

—Pese a los procesos judiciales liderados por usted y otros fiscales, la corrupción sigue firme en Italia ¿Esto significa que "Mani pulite" fracasó?, preguntó Clarín en un diálogo con Di Pietro.
—No, no fue un error. "Mani pulite" descubrió la gran corrupción que había en Italia. El premier Silvio Berlusconi era y es dueño de casi todos los grandes medios. Y entonces, hace cinco años, ilusionó a los ciudadanos haciéndoles creer que representaba lo nuevo, que podía defender los intereses generales, cuando sólo defendió los propios. Luego de cinco años, los italianos siguen amargados, desilusionados. El problema, hoy, no es que exista Berlusconi, sino que haya tantas personas que quieran hacer política actuando como Berlusconi. Y eso es parte de la corrupción.

—¿La idea, entonces, sería que "para cambiar las cosas en política hay que cambiar las caras", como dice el lema de su partido?
—Exactamente. Yo me he metido en política con L'Unione de Romano Prodi porque mi formación intenta votar a los italianos de valores y quitar de escena a los italianos condenados, esos italianos del desvalor, de los que debemos avergonzarnos.

—¿Y por qué hay ese reciclado continuo en Italia de las viejas figuras?
—Bueno, aquí también pasa. Me preocupa esta ley electoral para los italianos en el exterior porque puede ser el instrumento para lanzar a bellas figuras o también la ocasión para llevar al Parlamento a cualquier persona de la que deberíamos avergonzarnos.

—¿Pero por qué es posible ese fenómeno?
—Porque se repite esa situación de desafección de los ciudadanos hacia la política. ¡Y son tantos comerciantes de la política los que avanzan! Hay quienes están fuera de los círculos restringidos de la política. Son los que van a buscar el voto a la casa, a comprarlo; luego, lo venden. Hacen un mercado de intercambio entre votos y favores. Entonces ¿qué pasa? Los ciudadanos normalmente no van a votar y pocas personas determinan el resultado por todos.

—¿No habrá ayudado en Italia una caída en la tolerancia hacia la corrupción?
— No, los italianos no son tolerantes con la corrupción. Están desilusionados. Yo digo en mi campaña en Italia: "No hagan como aquellos náufragos en medio del mar que ven la orilla muy lejana y dicen: 'Uy, cuántas brazadas se necesitan todavía, no lo voy a lograr'. Yo digo: 'Nadá, nadá, no pierdas tiempo en calcular cuántas brazadas hacen falta'".

—¿Y qué medidas hacen falta combatir la corrupción? ¿Hay una receta universal?
—No basta la acción represiva de los jueces. Esto es necesario. Pero hace falta también el buen ejemplo. Debemos establecer las reglas de conducta de quienes nos representan, de manera tal que sean ellos los primeros en responder ante la ley. Yo he propuesto la eliminación de la inmunidad parlamentaria.

—¿Cuál es la razón?
— Es que no puede haberla porque quien está en el Parlamento debe estar bajo un control aún más fuerte e incluso antes que los demás. El que está en el gobierno debe tener un canal privilegiado para ser procesado primero. Si se sospecha de él y es inocente, debe ir al juez. Si es culpable, lo mejor entonces es que se vaya a su casa.

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