miércoles, noviembre 02, 2005

Aquellas viejas ideas que hoy resultan tan útiles

Las teorías de economistas como Raúl Prebisch triunfan en los países que realmente crecen. Hay que repatriarlas y ponerlas al día. Aldo Ferrer. Profesor de Estructura Económica Argentina, UBA

A mediados del siglo pasado, bajo el liderazgo de Raúl Prebisch, pensadores sociales de América latina formularon una teoría del desarrollo. La misma respondía a una interpretación estructural, histórica y sistémica de las causas del atraso predominante en nuestros países.Sobre estas bases, se formuló una estrategia de crecimiento asentada en la industrialización y la modificación del estilo de inserción en la división internacional del trabajo. Uno de los componentes originales de la teoría era la interpretación del funcionamiento del sistema económico mundial y la dinámica de la relación entre un centro desarrollado y una periferia atrasada. El modelo centro-periferia explicaba cómo la distribución desigual de los frutos del progreso técnico, entre ambos componentes del sistema, sancionaba el rezago periférico y la reproducción de las causas que lo determinaban.Sobre estas bases, Celso Furtado y Helio Jaguaribe, entre otros, enriquecieron la teoría contraponiendo las causas exógenas, derivadas del comportamiento del orden mundial, con las endógenas, resultantes de la propia realidad de nuestros países. El subdesarrollo latinoamericano resultaba así de una compleja madeja de relaciones entre los intereses dominantes en el orden mundial y las elites domésticas, beneficiarias del modelo e incapaces de conducir a sus países por el sendero del desarrollo económico y social. La teoría de la dependencia fue un importante subproducto del estructuralismo latinoamericano.Este surgió en un momento de vacío en el pensamiento hegemónico de los centros.

La crisis de los años treinta demolió la visión neoclásica e instaló, en su lugar, el paradigma keynesiano. La intervención del Estado, inherente al pensamiento estructuralista latinoamericano, apareció, así, legitimada por la misma política de los centros. Pero, además, el sistema mundial estaba a la deriva como consecuencia de la crisis y, enseguida, la Segunda Guerra Mundial. Librados a sus propias fuerzas, nuestros países no sólo tuvieron que mirar hacia el mercado interno sino, además, construir un paradigma de desarrollo alternativo y emplear nuevos instrumentos, como el control de cambios.Raúl Prebisch había comenzado a hacer esto en la Argentina en la década de 1930 y, terminada la guerra, las condiciones estaban maduras para propagar el mensaje en América latina y aún más allá.

Pero el nuevo paradigma tenía bases vulnerables. No sobrevivió a las limitaciones emergentes del Estado desarrollista coexistiendo con las mismas raíces del privilegio y la concentración de la riqueza del pasado histórico. Cuando el poder céntrico se reconstituyó en torno de la hegemonía norteamericana y las nuevas fuerzas de la globalización operantes en los mercados financieros, las corporaciones trasnacionales y las comunicaciones, otra vez, el pensamiento hegemónico en América latina pasó a ser formulado desde los centros y, por las mismas causas, fundadas en la debilidad de la densidad nacional de nuestros países. Vale decir, las fracturas sociales, liderazgos internos asociados a la relación de dependencia, la fragilidad de las instituciones y, como síntesis, visiones de la realidad importadas de los centros e incapaces, por lo tanto, de formular políticas eficaces de desarrollo.

Con el tiempo, economistas heterodoxos del Norte, es decir, del centro, como Rodrik, Stiglitz y Krugman, profesaron la misma aproximación teórica de la realidad, cuestionaron la racionalidad del enfoque neoliberal y concluyeron con interpretaciones muy semejantes a las formuladas por Prebisch y sus seguidores.Más importante que esto es que las políticas propiciadas por el estructuralismo latinoamericano fueron ejecutadas, hasta sus últimas consecuencias, en los países de Oriente que asombran al resto del mundo por su extraordinario proceso de crecimiento y transformación. Tales los casos de Corea, Taiwan y Malasia, antes Japón y, actualmente, también China e India, En todos ellos, la ciencia y la tecnología son la base de la transformación y la industrialización, su respaldo; las mayorías participan de los frutos del desarrollo, el mercado interno y las exportaciones se expanden simultáneamente, los líderes acumulan poder reteniendo el dominio de las cadenas de valor y el proceso de acumulación, los equilibrios macroeconómicos y la competitividad se mantienen a rajatabla, las filiales de empresas extranjeras complementan y no sustituyen el ahorro interno ni el liderazgo de los emprendedores locales y la inversión pública. Ninguno de estos países profesa el culto neoliberal ni las propuestas del Consenso de Washington. Todos operan con visiones propias de su realidad y relaciones internacionales, con una concepción del desarrollo endógena, autocentrada, abierta al mundo.

Tempranamente, en Asia, se reconoció el aporte teórico del estructuralismo latinoamericano Hace treinta años, la India condecoró, con su máximo galardón, el Premio Nehru, a Raúl Prebisch. La teoría cumplió con los requisitos epistémicos que la validan: reveló tener capacidad de predicción de los acontecimientos y de sustentar acciones válidas para los fines que propone. En nuestros países deberíamos aprender de nuestras frustraciones y de los éxitos de otros, para construir un paradigma fundado en las relaciones esenciales entre el desarrollo y la globalización, tal y cual lo propuso el estructuralismo latinoamericano.Vale decir, estar en el mundo estando primero en nosotros mismos. Abrirnos manteniendo el comando de nuestro propio destino. Crear riqueza para el bienestar de muchos y no para el privilegio de pocos. La experiencia argentina de los años recientes es alentadora.

Después del derrumbe del modelo neoliberal, el país se está reencontrando consigo mismo, con su potencial de recursos y, probablemente, con un gran destino, tanto tiempo postergado. Ahora es preciso un considerable esfuerzo de reflexión para fundar el paradigma del desarrollo con equidad, de la soberanía con realismo, del desarrollo nacional y la integración latinoamericana. Los antecedentes teóricos están triunfantes en otras partes del planeta. Ahora hay que repatriarlos y traerlos al día.

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