martes, febrero 14, 2006

Información, educación y control en las rutas

Por Marcelo Aiello Para LA NACION

SI analizamos en forma general nuestro mapa carretero, nos damos cuenta de que el 80% de nuestros kilómetros de ruta está en terapia intensiva, con rutas sin ningún tipo de mantenimiento, muchas aún de ripio, llenas de puntos negros donde año tras año cientos de automovilistas caen en su trampa mortal. Por otro lado, muchos de los conductores, al salir de vacaciones, tienen una información muy pobre de las rutas a transitar. En muchos casos, sólo la han recorrido una vez al año y en otros es el primer contacto que toman con la carretera.

En lo que respecta al control policial, en muy pocos casos han tomado un rol activo, como detectar excesos de velocidad, vehículos sin mantenimiento o conductores alcoholizados, pero también llegan a estar totalmente desbordados.

Sin duda, las autopistas son las estrellas en la vialidad de estas últimas décadas. No sólo por su infraestructura, que nos permite llegar más rápido a cualquier destino, sino por las nuevas normas de seguridad que se deben respetar cuando se las transita.

En este sentido, nuestras estadísticas del año 2004, recogidas por medio de las reconstrucciones de accidentes de tránsito, indican que sólo el 8% de los accidentes analizados ocurren sobre las autopistas. Una señal que nos indica su eficacia en términos de seguridad.

Desglosadas, las ventajas enumerables de la construcción de autopistas son:

- Evitar la circulación conjunta, en la traza, de vehículos que circulan en distinta dirección, lo que aporta una gran disminución de los choques frontales, que, generalmente, traen consecuencias fatales.

- Clasificar en diferentes carriles los distintos tipos de tránsito, evitando, en lo posible, la convivencia de vehículos con grandes diferencias de volumen o velocidad.

- Modificar sobre los trazados que disminuyen notablemente los índices de accidentes, especialmente los referidos a erradicar los cruces a nivel (los choques laterales son unos de los más peligrosos, ya que la distancia existente desde el vehículo que impacta al pasajero al otro vehículo es tan pequeña que los convierte en mortales).

- Aumentar la seguridad de la traza frente al despiste de vehículos disminuyendo los elementos agresivos que se encontraban sobre los bordes de la calzada o amortiguando los impactos contra los mismos.

- Corregir los peraltes, mejorar las barreras de contención y la construcción de rampas de aceleración.

- Iluminar adecuadamente con luminarias en toda la traza, mejorando notablemente la percepción visual por parte de los conductores.

- Incorporar la telemática y un centro de control de tránsito, pudiendo observar, monitorear y controlar el flujo de vehículos las 24 horas, mejorando, entre otras cosas, la asistencia al usuario, ya que las detenciones de vehículos se detectan y se adecua la logística de rescate.

- Informar al conductor por medio de cartelería variable sobre el estado de la circulación, las circunstancias meteorológicas adversas, las interrupciones próximas de la calzada por accidentes o simplemente mensajes de prevención, tratando de crear conciencia acerca del uso del cinturón de seguridad, la no utilización del celular mientras se conduce o la recomendación de que los camiones circulen por la derecha.

Ahora bien, si reflexionamos sobre las causas por las cuales llegamos a esta realidad de una siniestralidad vial alarmante, y sobre cómo se podría iniciar un intento de revertirla, o al menos atenuarla, inevitablemente llegamos siempre al mismo punto: el factor humano. Y esto es obvio, porque más del 90% de los accidentes de tránsito son causados por errores cometidos por las personas, con lo cual queda en evidencia que se debe trabajar prioritariamente sobre las conductas humanas, si se quiere realizar verdaderamente un cambio.

Los accidentes de tránsito y sus víctimas son una enfermedad y una epidemia a erradicar en nuestro país, por lo que, ineludiblemente, deben ser tratados como uno más de los grandes problemas nacionales a solucionar. Pero necesariamente debe ser el Estado el que lo haga, partiendo de asumir esta realidad evidente que, sin embargo, no tiene demasiada prensa.

Sólo a partir de ese momento, con la firme decisión oficial y mediante el aporte multisectorial, se podrán buscar las mejores soluciones y se pondrán sobre la mesa las posibles y más adecuadas estrategias para afrontar este mal endémico. Esa mesa debe sustentarse con cuatro patas bien firmes: información a la comunidad, educación para todos los niveles y estratos sociales, control del cumplimiento de las normas y la consecuente penalización ante el incumplimiento. Si cualquiera de ellas falta, la mesa irremediablemente se caerá.

El autor es ingeniero, gerente de Relaciones Institucionales de Cesvi Argentina.
http://www.lanacion.com.ar/780264

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