Pídeme lo que quieras
El rey fue a Gabón para ofrecer sacrificios allí, porque ese era el principal lugar alto.  Sobre ese altar, Salomón ofreció mil holocaustos.  En Gabaón, el Señor se apareció a Salomón en un sueño, durante la noche.  Dios le dijo: “Pídeme lo que quieras.”  Salomón le respondió.  “Tú has tratado a tu servidor David, mi padre, con gran fidelidad, porque él camino en tu presencia con lealtad, con justicia y rectitud de corazón, tú le has atestiguado esta gran fidelidad, dándole un hijo que hoy está sentado en su trono. Y ahora, Señor Dios mío, has hecho reinar a tu servidor en lugar de mi padre David, a mi que soy apenas un muchacho y no se valerme por mi mismo.
Tu servidor está en medio de tu pueblo, el que tu has elegido, un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular.  Concede entonces a tu servidor un corazón comprensivo, para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal.  De lo contrario, ¿quién sería capaz de juzgar a un pueblo tan grande como el tuyo?
Al Señor le agradó que Salomón le hiciera este pedido y Dios le dijo:  “Porque tu has pedido esto, y no has pedido para ti una larga vida, ni riqueza, ni la vida de tus enemigos, sino que has pedido el discernimiento necesario para juzgar con rectitud, yo voy a obrar conforme a lo que dices. Te doy un corazón sabio y prudente, de manera que no ha habido nadie como tú antes de ti, ni habrá nadie como tú después de ti.  Y también te doy aquello que no has pedido: tanta riqueza y gloria que no habrá nadie como tu entre los reyes, durante toda tu vida.” 
Reyes 3, 4-13
sábado, febrero 04, 2006
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