viernes, febrero 10, 2006

Un fallo para los cultivos

Por Marta Valdez Para LA NACION

La Organización Mundial del Comercio ha dado la razón a una demanda interpuesta por un grupo de países -entre ellos la Argentina- contra la moratoria de la Unión Europea sobre los organismos genéticamente mejorados (OGM). Las consecuencias de dicho fallo pueden ser mundiales, y el mismo constituye un importante paso hacia la erradicación de políticas públicas basadas en argumentos seudocientíficos y en temores infundados relacionados con la conservación del ambiente y la biodiversidad.

La agricultura ha sido una de las áreas más beneficiadas por los adelantos de la tecnología moderna y la ingeniería genética. En el nivel mundial se han generado más de 40 cultivos genéticamente mejorados, de los cuales unos 19 (soja, maíz, algodón, canola) se encuentran ya aprobados para su producción comercial, y más de 20 en investigación de laboratorio o en ensayos de campo. En 2005 se celebró el décimo aniversario de la comercialización de cultivos GM en el mundo. Ese año, se sembraron 90 millones de hectáreas con OGM en 21 países. La actividad fue realizada por unos 8,5 millones de agricultores, de los cuales un 90% fueron pequeños y medianos, de 11 países en desarrollo, siendo la Argentina uno de los líderes mundiales en el campo. En Costa Rica, por ejemplo, el impulso a la biotecnología ha permitido el establecimiento de empresas nacionales e internacionales que multiplican semilla transgénica de algodón y soja para la exportación. Ello ha favorecido la generación de cientos de empleos para trabajadores agrícolas, mujeres jefes de familia en su gran mayoría, con inversiones que superan los 3,5 millones de dólares por empresa.

Se espera que la biotecnología agrícola contribuya a la solución de los complejos problemas agrarios asociados con la pobreza, la desnutrición y la conservación del medio ambiente en los países en desarrollo. No obstante, la rápida adopción de esta tecnología en el mundo ha traído también grandes debates y controversias. Una de las causas de este fenómeno ha sido la gran cantidad de información negativa que los consumidores han recibido por parte de grupos ambientalistas que, con amplias campañas contra la biotecnología y los cultivos GM, aducen peligros para la salud humana que ningún informe científico serio ha podido aún poner en evidencia. Desdichadamente, el debate sobre los alimentos transgénicos ha sido sobredimensionado por razones políticas y proteccionistas, así como por la desinformación lanzada por grupos ambientalistas, donde se escucha muy poco el parecer de las comunidades científicas locales.

La misma Unión Europea presentó un informe en 2001 sobre los resultados de 81 proyectos de investigación durante quince años, en los que participaron unos 400 grupos de científicos europeos. La principal conclusión de ese informe es que los OGM y los alimentos derivados "no representan riesgos significativos para la salud ni para el medio ambiente, distintos de los esperados con productos de la agricultura tradicional", según palabras del comisario de Investigación de la UE, Philippe Busquin. Resulta entonces paradójico que los europeos mantengan una moratoria a la comercialización de los OGM que afecta las exportaciones de países en desarrollo como la Argentina o Sudáfrica.

La razón bien podría ser más económica que científica: si los agricultores europeos adoptaran los OGM, se volverían más productivos, con lo cual podrían perder sus jugosos subsidios o tendrían que pagar más impuestos. Esto puede ser determinante en países donde no se requieren aumentos sustanciales ni del rendimiento agrícola ni de la cantidad de alimentos. Esos países disponen de alto poder adquisitivo y de enormes cantidades de alimentos de excelente calidad. Sin embargo, ésta no es la realidad en decenas de países alrededor del mundo, donde la presión de poblaciones en crecimiento y terrenos agrícolas menos productivos deja pocas opciones para el abastecimiento sustentable de alimentos para las personas de menores ingresos.

La decisión de la Organización Mundial del Comercio constituye una gran victoria para la ciencia y la elaboración de políticas públicas responsables basadas en ésta, pero -más importante aún- también es un gran triunfo para los pobres y los que padecen el hambre alrededor del mundo.

La autora es investigadora en Biotecnología y coordinadora de la Comisión Institucional de Biotecnología de la Universidad de Costa Rica.
http://www.lanacion.com.ar/778830

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