jueves, diciembre 01, 2005

Los cristianos de Belén se sienten en una «prisión a cielo abierto»

Piden que se exijan peregrinaciones a la ciudad

BELÉN, jueves, 1 diciembre 2005 (ZENIT.org).- Un llamamiento lanzan sacerdotes, religiosos y laicos cristianos de Belén ante la proximidad de la Navidad: «exigir» que toda peregrinación a Tierra Santa incluya una visita a la ciudad donde nació Jesucristo, lugar que de hecho ya se ha convertido en una «prisión a cielo abierto».

Así se desprende de un llamamiento que han enviado a la agencia del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras (PIME) «AsiaNews», en el que denuncian: «Los cristianos de Belén están encerrados en una prisión a cielo abierto por un muro de ocho metros de alto, que les priva de terrenos indispensables para su supervivencia». Denuncia el texto difundido el miércoles: «El cierre de la tradicional vía para llegar a la Basílica de la Natividad y la apertura de un nuevo punto de control que impone también a los peregrinos horas de espera para salir de Belén es una forma de barbarie moderna para estrangular económicamente una ciudad, para imponer la inseguridad diaria a un pueblo y para dar apariencia de legalidad a una flagrante discriminación religiosa».

Y es que «mientras los fieles judíos pueden ir tranquilamente a la Tumba de Raquel, a los cristianos de Tierra Santa y del mundo entero se les ponen obstáculos para entrar y salir de Belén», prosigue. De ahí que el llamamiento finalmente se dirija a los peregrinos cristianos, a quienes pide que «tengan valor». «Es ésta la hora de llevar su solidaridad a los cristianos de Belén y de Tierra Santa, exigiendo que toda peregrinación incluya la visita a Belén», propone.

Para la agencia del PIME el llamamiento de los cristianos de Belén confirma las dificultades que éstos atraviesan y que ya, con vistas a la pasada Navidad, «les habían llevado a expresar el temor de que “Palestina se convierta en un Estado musulmán” y que la propia ciudad ligada al nacimiento de Jesús, donde los cristianos en un tiempo eran mayoría, pase a ser totalmente islámica».

De ser la mayoría en 1965, los cristianos en Belén representan actualmente menos del 12%, recordaba a mediados de mes el padre Artemio Vítores --franciscano de la Orden de los Frailes Menores, vicario de la Custodia de Tierra Santa en Jerusalén— a la agencia del dicasterio misionero «Fides». Señalaba que pocos días atrás las autoridades israelíes habían «restablecido una línea de frontera con Jerusalén, que hace muy difícil el paso y somete a todos a controles que crean grandes problemas y malestar a la población local, e incluso a los frailes, religiosos y a todos los peregrinos».

Alertaba del «alto riesgo de que desaparezca completamente la presencia cristiana en Belén»: «el lugar del nacimiento de Cristo, el lugar de la encarnación». «¡Ayudadnos a salvarla!», fue su grito.Recalca la agencia del PIME la fuerte emigración de Belén entre los cristianos, «ligados también económicamente a las peregrinaciones, angustiados entre las dificultades creadas por Israel por motivos de seguridad y por un creciente fundamentalismo islámico (que intentó construir una mezquita en la plaza de la Natividad)».

Recuerda que en marzo, el entonces alcalde de Belén, Hanna Nasser, pidió a la opinión publica internacional que interviniera a favor de la población cristiana de la ciudad, empujada a emigrar sobre todo por la falta de trabajo dada la crisis de las peregrinaciones, una situación que ahora se ha hecho más difícil por el nuevo puesto de control de las autoridades israelíes entre Jerusalén y Belén.

Párroco franciscano en Belén, el padre Amjad Sabbara recuerda en una entrevista de «Eco de Tierra Santa» --publicación mensual en Italia de la Custodia--: «Aquí nació el Príncipe de la paz». «Belén es el corazón del cristianismo, el lugar donde Jesús se manifestó al mundo --añade--. Precisamente en virtud de este mensaje de amor no podemos olvidar Belén.

Los cristianos de esta tierra necesitan el apoyo y la solidaridad de todo el mundo». Concluye que sólo con la presencia de los peregrinos la ciudad «podrá volver a ser una ciudad normal, abierta, serena, en la que se pueda vivir».

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