domingo, diciembre 18, 2005

Pagando de un tirón

Jorge Guinzburg. jorge@guinzburg.tv

Freud se preguntaba quién entiende a las mujeres. Claro, vivía en Viena. De haber nacido en Buenos Aires su interrogante fundacional habría sido quién entiende a los argentinos.

En eso pensaba mientras contemplaba el cielo raso del consultorio. Todo había comenzado cuando el presidente Kirchner anunció la decisión del Gobierno de pagar de un tirón el total de la deuda contraída con el Fondo Monetario Internacional.

Imaginaba la alegría de los distintos dirigentes políticos, esos que durante años pregonaban la necesidad de terminar con esa relación de sometimiento con aquellos señores malos que llegaban a nuestro país dando órdenes, criticando todo, exigiendo desde el aumento de tarifas en los servicios hasta el cambio de peinado del ministro de Economía. Sin embargo, apenas terminado el anuncio, salvo aquellos invitados por Kirchner al Salón Blanco de la Casa Rosada (esos que interrumpieron su discurso una media docena de oportunidades con ovaciones y aplausos) desde distintos sectores de la oposición, desde la derecha y de la izquierda, es decir, de todos los que se autodefinen de centro, llovieron las críticas.

Si parte de la deuda es ilegítima —sostenían los más radicales que no son precisamente de la Unión Cívica Radical— ¿por qué tenemos que pagar el total sin exigir una quita?

No dejan de tener razón, pero imaginemos esto: papá, en vida, cuando regía los destinos de toda la familia, hipotecó nuestra casa; apenas recibió el dinero pasó primero por el casino, donde perdió casi todo. Después, con lo poco que le quedaba, fue al cabaret y terminó de despilfarrarlo con algunas chicas ligeras. ¿Alguien cree que contárselo a nuestro acreedor hará que nos perdone la deuda heredada? ¿Acaso podrá considerarse un atenuante si el propio acreedor estaba en el casino cuando nuestro progenitor ponía las fichas en el número equivocado y no le aconsejó que volviera a casa?

Cuanto más perversa es una deuda, más difícil será eludir el pago. Eso lo saben tanto los jugadores compulsivos a quienes algún matón les rompió un brazo a manera de primera advertencia, como aquellos países más pobres a los que otros matones más sutiles les cortaron el crédito y los dejaron afuera del mundo. Por lo tanto, legítima o ilegítima, pareciera que sigue siendo deuda y hay que ponerse.

Otros, como López Murphy, se mostraban preocupados por la pérdida de un alto porcentaje de nuestras reservas, quizás sin recordar que esas reservas, durante el gobierno de De la Rúa, cuando le tocó ser ministro de Economía, no alcanzaban para pagar lo que ahora, desembolsando un poco más del 30 por ciento, cancelamos.

Tampoco falta la crítica a liquidar un crédito de intereses más bajos, antes que otros más caros. También es atendible, a menos que pensemos que aceptar la injerencia de un organismo internacional en temas internos es un interés carísimo.

En fin, ante tantas críticas a algo tan deseado vale preguntarse quién entiende a los argentinos. Pero también es factible hacerse la misma pregunta ante los elogios: entre los asistentes a la Casa de Gobierno estaba el titular de la CGT, Hugo Moyano, tal vez el más entusiasta a la hora de aplaudir. Tiene todo el derecho. Eso sí, llama la atención que, con la misma vehemencia, en su momento, aplaudió a Rodríguez Saá, cuando desde su efímera presidencia anunció el corte de manga al Fondo y el no pago de la deuda externa. Por eso también con él vale la pregunta sobre quién entiende a los argentinos.

Eso no es nada, doctor —dije de pronto dando por sentado que mi terapeuta había oído mis pensamientos hasta ahí—. Yo, que comencé la semana enojado con el Ejecutivo por otra de sus iniciativas —reducir el Consejo de la Magistratura dejándolo a merced del poder político—, ahora estoy contento y aplaudo esta determinación de Kirchner como si fuera el más oficialista. A mí, ¿quién me entiende?

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